Llega el verano y con él las vacaciones y los desplazamientos más o menos largos para disfrutar de unos días de descanso. Llevas meses preparando el viaje con mucha ilusión y ya sueñas con la brisa del mar, el frescor de la montaña, los atardeceres en calma..., pero aún te separan unos cientos de kilómetros de tu destino.
Y como decían los Payasos de la tele, el viajar es un placer, pero este se puede tornar rápidamente en pesadilla si te sobreviene la desagradable sensación del mareo. Es algo bastante habitual y te puede ocurrir si viajas en avión, tren, barco o coche y, en este último caso, sobre todo, si no eres tú quien conduces.
Si eres de los que te mareas has de saber que te ha tocado la lotería. Tu sistema del equilibrio es más sensible y has nacido ya con esa predisposición al mareo prefijada en tus genes.
A este mareo causado por el movimiento se le conoce científicamente como cinetosis y el sistema del equilibrio es el gran culpable de esta sensación. A través de los distintos sentidos, este recibe la información suficiente como para saber su posición. El oído interno, los ojos, los músculos y las articulaciones de la espalda y las piernas, además del sistema nervioso central, deben enviar datos coherentes con la acción que estás realizando.
Cuando viajas, tu sistema nervioso debe apreciar que estás en movimiento, ya que es lo que le van a indicar tus sentidos. El problema llega cuando alguno de estos receptores interpreta que estás quieto y tu sistema nervioso, por tanto, recibe informaciones contradictorias.
Un ejemplo claro es cuando vamos mirando el móvil mientras viajamos. El oído interno detecta que nos desplazamos, sin embargo, si no recibimos información visual de que nos estamos moviendo acabaremos sintiéndonos fatal. Durante el viaje olvídate del teléfono, el libro o el periódico y mira al frente disfrutando del paisaje.
Sentarte más erguido en el coche para mantener el eje de visión con un ángulo de 45 grados por encima del horizonte también reducirá en alguna medida las posibilidades de que te marees.
Si eres de los que lo sufres con asiduidad, ocupa siempre que puedas el asiento del copiloto y evita los traseros a toda costa. El hecho de no ver la carretera te provocará la sensación de estar quieto, sin embargo, los movimientos involuntarios que te provocarán los acelerones o los frenazos harán que tu sistema nervioso central reciba esa información contradictoria y el mareo ya está servido.
Los principales síntomas del mareo son vómitos, náuseas, malestar estomacal, sudor frío, palidez y falta de equilibrio. La medida más eficaz ante los primeros síntomas es detener el vehículo, respirar profundo, pasear un poco, tomar el aire y descansar del viaje unos minutos. Comer una manzana verde con piel o unas galletas saladas también te pueden ayudar a aliviar las náuseas.
Si conduces, también es una buena opción que te pongas un rato al volante del vehículo, ya que mientras tanto todos tus sentidos estarán pendientes de la carretera y se anticiparán a los movimientos del coche lo que evitará que te marees.
Evita la conducción brusca
La forma de conducir también va a influir mucho así que, si eres conductor y entre tus pasajeros viajan personas propensas a marearse, lo mejor es que conduzcas con mucha delicadeza, es decir, acelerando, frenando y cogiendo las curvas con la mayor suavidad posible.
Una conducción brusca no haría más que agravar la situación con el consiguiente riesgo de que alguien termine vomitando y con todos los inconvenientes que eso conlleva tanto para la persona que se marea como para el resto de los pasajeros.
Los fármacos deberían ser el último recurso, pero si viajar es para ti una tortura puedes recurrir a algún medicamento, eso sí, consultando siempre antes a un especialista.