Vida y estilo

Sal del Coche, tres bilbainos que van por libre: “Queremos liberarnos de etiquetas”

Con un saxo anárquico y una propuesta sin géneros, el emergente trío de Bilbao lanza su sorprendente disco 'Ciudad de polvo'
Los integrantes de Sal del Coche.
Los integrantes de Sal del Coche. / Adri Lorenzo

Esta es una banda que va totalmente por libre. Un ejemplo: hace un año subieron a su perfil de Bandcamp el primer concierto de su trayectoria, en la sala Dabadaba de Donostia. Al día siguiente ya los habían llamado para tocar en Valencia. Otro dato: no tienen guitarra, pero sí un saxo anárquico que colorea las ocho canciones de su sorprendente estreno discográfico, Ciudad de polvo (Humo Internacional, 2024). El emergente y vanguardista trío de Bilbao Sal del Coche funciona sin atender a los géneros musicales, aunque ya hay quienes los han metido en el saco del post-punk; dos de sus miembros, Alberto Eguíluz (bajo, voz) y Jangitz Larrañaga (batería), formaban parte de Vulk, al que se incorporó en su última etapa el saxofonista Lizardi Ceballos. El pasado jueves 13 de febrero, congregaron a unas 400 personas en el Kafe Antzokia de la villa. Y lo mejor es que esta bendita locura no ha hecho más que empezar.

¿Sal del Coche son tres amigos que montan un grupo de música y deciden juntarse y mezclarse y tirar abajo las etiquetas musicales? 

-Sí. Es un poco lo que decimos. Queremos liberarnos de etiquetas. No nos lo pensamos dos veces a la hora de querer ir un poco más allá y romper con los cánones establecidos. 

¿La libertad musical es prescindir de barreras y prohibiciones? 

-Seguramente sean muchísimas más cosas. La mayor barrera que encuentro (en la música) es que no puedas comprarte una tarjeta de sonido o un instrumento por falta de dinero. O que para poder dar un concierto en una ciudad como Bilbao tengas que enfrentarte a las 200.000 licencias prohibitivas del ayuntamiento de turno. En cuanto a tu pregunta, que creo que va dirigida al contenido musical, depende de las barreras que tenga cada uno. Puedes ser más o menos conservador, como pasa, por ejemplo, con la manera de vestir. También existen grupos muy de nicho, que luego hablas con ellos y tienen un gusto superecléctico. Nosotros somos muy fans de bandas como Morphine o Black Flag, donde se nota que hay un gusto que va más allá de los géneros.

Tiene que haber algo que no les guste y que no quieran incorporarlo en la batidora del grupo. 

-Hay infinidad de cosas que no queremos meter en la batidora. A mí (Alberto Eguíluz) hay estilos que no me gustan nada, pero no es por una cuestión de superioridad moral o algo así; cuantas más bandas escuchas, más disfrutas. A Jangitz, en cambio, le gustan muchas más cosas que a mí. Entre los dos siempre estamos pasándonos música y descubriendo cosas nuevas. Todo eso se traslada al grupo, donde, más que un estilo o sonido concretos buscamos apelar a la emoción.

El cambio con respecto a Vulk es grande, donde el concepto de banda de rock era mucho más tradicional. 

-Nuestra premisa antes no era muy distinta, pero, seguramente, estábamos atados por los clásicos instrumentos de una banda de rock. Había veces que incorporábamos algún sintetizador, pero eran cosas sueltas y al final terminas haciendo los cuatro riffs de siempre. Disociábamos bastante, así que se puede decir que esto es un poco la evolución de Vulk. 

Llama la atención el protagonismo del saxo y la ausencia de guitarra. En la canción Hernani 3 no hay batería. ¿Son decisiones que van surgiendo sobre la marcha o todo obedece a un plan predeterminado? 

-Son cosas que salen conscientemente. Queríamos hacer canciones de otro modo. Como decía, cuando estás en un grupo de rock cada uno tiene un rol asignado y más o menos todo acaba siendo previsible. Nosotros no somos tan estrictos. Jugamos con diferentes ideas y los roles de cada uno pueden ir cambiando. Intentamos mantener ciertos minimalismos y explotar algunas ideas sutiles. Por ejemplo, nos molan los discos de Black Sabbath en los que hay unos interludios que les dan color.

¿Año 2000 es el hit del álbum y Hernani 3 el antihit? 

-A la gente le flipa Año 2000, pero mucha peña nos ha dicho que Hernani 3 también les hace mucha gracia. Es una balada que en directo funciona superbién, tanto que si en ese momento alguien del público está hablando la gente le manda callar. Creo que ese dinamismo del disco es lo que más está enganchando.

¿Por qué no utilizan guitarras?

-La guitarra unifica mucho el sonido y queríamos quitarle ese peso para explorar otros terrenos. Nos hemos repartido las tareas entre todos; Lizardi toca el saxo y hay bastantes sintetizadores. Hernani 3 iba a tocarla con la guitarra, pero al final lo hice con el bajo.

Las canciones del álbum son tan espontáneas que, a veces, parece que no se han pulido. En el caso de Djdj, hay un anárquico solo de saxo que precede a una breve conversación que arranca con: “DJ, ¡una pregunta!”. 

-A cada tema hemos querido darle un aura propio. Djdj era una canción instrumental, y cuando quedábamos en el ensayo la utilizábamos para calentar. La fuimos perfilando y nos costó llegar a la letra. En los dos primeros conciertos no la llevaba y en el tercero soltamos de repente lo de “DJ, ¡una pregunta!”. Decidimos mantenerlo así. En los directos solemos estar abiertos a lo que surja, ver qué pasa, divertirnos un poco… Los tres nos entendemos muy bien y se ha generado una especie de sincronía entre nosotros sin ni siquiera mirarnos. Lizardi se ha acoplado de manera perfecta, nos ha enderezado. 

El nombre del grupo merece una explicación: sale de un chiste interno entre los miembros de la banda. 

-Nos fijamos mucho en frases, imágenes o algo que hemos visto en la calle y todo eso nos ocupa el resto de la conversación. A veces nos dura varios días. Lo típico entre colegas. Yo todo el rato le estoy diciendo cosas a Jangitz. Una vez, él quería salir de la furgo y no podía. Le dije: “Sal del coche”. Y él: “Qué pedazo de frase. Cómo mola”. Y yo: “Pero qué dices”. Se convirtió en una especie de muletilla. A la séptima vez que se lo solté dijimos que teníamos que montar una banda que se llamase Sal del Coche. A la peña le ha hecho gracia el nombre, nos lo dicen mucho. Han conectado con él. 

¿El hilo conductor del disco son las voces externas que se meten en el disco, como los audios de WhatsApp?

-Nos molan mucho algunos discos de finales de los 90 y primeros 2000 de Queens of the Stone Age, el mítico de Manu Chao (Clandestino) o Wu-Tang Clan, que hacen cosas muy guapas, donde meten cortes de radio y audios en las canciones. A mí me encanta escuchar pódcast y también la radio, y nos apetecía mucho probar con ese batiburrillo de sonidos. Amplías un poco tu mundo y puedes llegar a conectar con el oyente de una manera más directa. Hoy en día hay tantos lanzamientos y novedades, que nos parecía una buena idea jugar con la música y llamar la atención de la gente.

¿Fue una chaladura o una genialidad subir a Bandcamp el concierto de debut de la banda? Normalmente se necesita un tiempo de rodaje. 

-Pues fue una genialidad (risas). No porque seamos genios, sino porque tenemos experiencia en la música y queríamos presentar el bolo para que quien quiera lo pudiese escuchar. Sacamos la demo, subimos unos cuantos temas y colgamos un vídeo. De repente, un colectivo de Valencia que se llama Electropura nos llamó para dar un bolo en una nave muy curiosa.

La constelación vasca de Humo Internacional 

La discográfica asturiana Humo Internacional, especializada en auténtica música independiente, cumple diez años de actividad en 2025. El sello es un referente de audacia, vanguardia y buen ojo en el panorama estatal. La compañía dirigida por Pablo Fernández y Sara Roca ha fichado en estos últimos años a algunas de las propuestas más vibrantes de la escena vasca. Además de Sal del Coche, que han acompañado en sus conciertos a otros heterodoxos de Humo Internacional como los madrileños Somos la Herencia, se encuentran el trío de Pamplona Tatxers y el proyecto Jai/Egun del zarauztarra Aitor Martínez. Gracias a las pegajosas canciones en euskera de Tatxers, se ha disparado el interés por la música de guitarras en Euskal Herria. Merecen más atención mediática, pero ellos son seguramente los responsables del revival guitarrero en los escenarios de los gaztetxes y las salas vascas. Por su parte, Jai/Egun es una rara avis. En su música, también cantada en euskera, se oyen ecos flamencos junto a toques electrónicos y folk de autor. Una fórmula arriesgada que funciona. 

2025-03-06T11:02:03+01:00
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