El Athletic sube otro peldaño en la escalera que conduce a la final de Copa. Se mete en los cuartos merced a una victoria muy trabajada y bastante más holgada de lo que dice el solitario gol obtenido por De Marcos. Aunque tan exigua ventaja nunca permite tomárselo con calma, la superioridad ejercida no admite discusión. Más evidente en el primer acto, donde el Espanyol fue sometido a un zarandeo incesante y se libró de milagro de recibir la puntilla. Una pena que la enorme producción de los hombres de Valverde con la mirada fija en la portería no sirviese para liquidar la ronda, lo cual condujo a una reanudación donde la vistosidad previa derivó en un trabajo orientado a controlar la situación, objetivo que también se consiguió. Trató el Espanyol de alterar el paso de los rojiblancos, pero prácticamente nunca estuvo en condiciones de cuestionar el signo del encuentro. El formidable desgaste previo se dejó sentir, pero los cambios ayudaron a llevar a buen puerto un plan que, en definitiva, funcionó en sus distintos registros.
Valverde fue a lo seguro, prefirió mantener a la pareja habitual de centrales, priorizó la relevancia del choque, siempre el más importante es el que toca, pensó, y aplazó la titularidad de Aitor Paredes a la visita del Real Madrid. Solo la incierta cautelar para la suspensión que pesa sobre Yeray y persigue el club, redondearía la decisión del técnico, que además introdujo, al igual que su colega Diego Martínez, un puñado de novedades en la formación de salida. A la prevista de Agirrezabala añadió las de Zarraga, por Dani García, y Berenguer, por Iñaki Williams. Cinco fueron los cambios registrados en el once periquito, que de nuevo incluía tres centrales. Merece resaltarse la eficacia del dúo Vivian-Yeray, pues si con el equipo volcado pesó menos y no fue porque se privasen de participar en el juego, luego sí que fue capital para desbaratar las escaramuzas que pretendió montar un Espanyol que se retiró a la ducha sin anotar remate válido alguno.
Lluvia, viento, frío de verdad. El invierno cayó sin miramientos sobre San Mamés, que lo notó en la afluencia de aficionados. Eso sí, los que no fallaron se dejaron el alma, en sintonía con la actitud del equipo, lanzado al abordaje con absoluta convicción y un dinamismo del que se valió para encajonar al Espanyol en torno a su área. El cuarto de hora inicial resultó toda una declaración de intenciones. Al rival, el balón no le duraba ni un segundo, dando así pie a un ataque ininterrumpido, salpicado de centros, penetraciones y remates desde todas partes. La mayoría asequibles para Joan García, pero válidos para generar una sensación de agobio que no cesó hasta que De Marcos culminó con temple una brillante combinación de Zarraga con Sancet, quien prolongó la acción de tacón para que el capitán recompensase la labor del conjunto, tirando de temple para colar la pelota en la red.
La inversión de energía, puro entusiasmo, reclamaba premio, pero cuántas veces no sucede así. O se registra un accidente que arruina una inercia tan acusada como la que alimentó el Athletic. Esta posibilidad planeó por un instante a la salida de un córner, en la única aproximación ofensiva visitante, pero Joselu se hallaba en posición ilegal y su remate fue anulado. Solo tres minutos después, se registraba el gol local, prueba fehaciente de que las intenciones rojiblancas no habían experimentado variación alguna.
En el monólogo se ha de resaltar la aportación de Zarraga y Sancet. Ubicados como interiores no se cansaron de ofrecer soluciones a los compañeros, agilizando la distribución, con gran movilidad, repartiendo balones a extremos y laterales, con los segundos constantemente doblando a los primeros. Dio gusto asistir a un despliegue tan concienzudo y fluido. Por poner un pero, se ha de citar el relativo a la puntería. Sencillo no era frente a una estructura muy armada y dedicada exclusivamente a achicar. De hecho, Guruzeta pasó muy desapercibido, era imposible darle suministro rodeado como estuvo de tres torres. Así todo tuvo su oportunidad, tras recoger un balón suelto en el área. Berenguer fue quien más cerca estuvo de superar al portero buscando el palo opuesto, por lo demás Joan García y distintos defensas lograron desbaratar o desviar chuts bien dirigidos, aunque normalmente exentos de veneno. La consigna era acabar las acciones y a ello se aplicó todo el mundo. Desde luego, no quedó la más mínima duda de que el marcador al descanso era un pálido reflejo de lo acontecido.
Lógicamente, el Espanyol buscó la reacción tras el paso por el vestuario, restó un central y pronto transmitió que no se conformaba. Vesga evitó en boca de gol el remate de Montes a la salida de un córner. A eso se redujo su balance en ataque, Agirrezabala no volvió la pelota de cerca. Paulatinamente el Athletic se fue haciendo con el dominio de la situación, no sin esfuerzo, pero con el suficiente empaque para eludir sustos. Los extremos bajaron su rendimiento, los laterales se contuvieron y la batalla de la zona ancha discurrió más equilibrada, en parte porque ahí cargó la mano el técnico periquito.
Al contrario que en el primer período, Joan García apenas intervino. Los cambios se fueron sucediendo en ambos bandos, los visitantes destinados a potenciar un ataque que se reveló baldío. Valverde recurrió a los veteranos para acumular posesión e impedir que las ganas del adversario cristalizasen. Iñaki Williams y Muniain saltaron rebasada la hora y no tardaron en entrar Herrera y Raúl García. El equipo repuso pues las piezas más avanzadas del esquema, maniobra que no se tradujo en profundidad, pero al menos resultó útil para desactivar al rival.