Después de un paréntesis de dos años, el Ángel de Aralar volvió a sumar amigos y amigas, 37 txikis que acudieron el domingo a la presentación de los niños y niñas a San Miguel, una ceremonia que busca estrechar los lazos con el santuario desde la infancia. “Aquí se celebran muchas bodas y antes también bautizos, pero ahora no se puede porque este sacramento se debe ofrecer en las parroquias. Creíamos que faltaba el vínculo de los niños” explicó José Mari Ustarroz, presidente de la Cofradía de San Miguel organizadora de esta presentación, que tiene fecha fija, el tercer domingo de julio.
La primera cita fue en 2004 y desde entonces, cientos de txikis se han unido a esta gran cuadrilla, gesto del que queda constancia en un pergamino nominativo que pudieron llevar a casa los niños y niñas inscritas con anterioridad. El resto deberán esperar 15 días para recoger en la sacristía del santuario. A diferencia de otros años, solo tres se apuntaron ayer. Lo cierto es que la covid y la ola de color podían ser dos razones de peso, como apuntaba Ustarroz. No obstante, los centenarios muros del santuario mantenían fresco el interior, en torno a 18º, un respiro en esta canícula.
“La leyenda de don Teodosio que es uno de los elementos de nuestra religiosidad popular. Fue una idea muy acertada que hubiera un domingo específico para presentar a los niños delante del angélico, con muy buena acogida desde el principio. Ya teníamos ganas”, apuntó Mikel Garciandía, capellán del santuario.
También hay ganas de que se abra el museo habilitado en Deierri, a falta de la licencia de actividad clasificada. “Los permisos para su apertura y comienzo de las obras de los baños, recepción y tienda van a la par. Estamos a la espera, lo que nos obligará a redimensionar los plazos para ver si las obras pueden estar finalizadas para San Miguel”, observó. Mientras tanto, sigue la campaña de mecenazgo para su financiación, con un presupuesto de 210.000 euros.