Sin querer marcarse fechas y con plazo hasta el 27 de noviembre para evitar la repetición electoral, Pedro Sánchez encara ya su proceso de investidura tras ser designado hoy como candidato por el rey Felipe VI, y lo hecho ofreciendo "generosidad" con Catalunya pero sin referirse expresamente a una posible ley de amnistía y rechazando de plano el referéndum que demandan las fuerzas independentistas de las que depende su reelección. "Hacer política implica generosidad, compromiso con tu país y lógicamente liderazgo", ha descrito el máximo dirigente del PSOE, que arranca este miércoles los contactos con la vicepresidenta en funciones y líder de Sumar, Yolanda Díaz, una ronda que incluye a Junts y EH Bildu pero en cuya ecuación no entra Vox.
Tras el fracaso de Alberto Núñez Feijóo, Sánchez se aferra a dos ejes esenciales para que perdure la legislatura: las políticas progresistas y las que atañen a la convivencia, "siempre dentro del marco de la Constitución". "No se puede gobernar este país sin entender su pluralidad política y su diversidad territorial", ha ilustrado en clara referencia a la estrategia fallida del líder del PP, al tiempo que ha prometido discreción de cara a unas negociaciones en las que sus socios, incluidos los más cercanos, han ido subiendo el precio. Aunque tiene intención de conversar con Feijóo, ha precisado que no será para recabar su apoyo ni siquiera en modo de abstención, ni para apelar al transfuguismo, "como han hecho ellos", sino para exigirle que cumplan con las leyes y se avengan a renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), bajándose del vagón del insulto y del cuestionamiento de la legitimidad del Gobierno.
Sánchez persigue profundizar en los avances sociales y de convivencia de los últimos cinco años para enterrar la profunda crisis política e institucional que se atravesaba cuando en 2018 se hizo con las riendas de La Moncloa. En este sentido, ha trasladado un mensaje de calma a Sumar, que el lunes afeó que las negociaciones se encontraban encalladas, y ha recalcado que la bandera del referéndum que enarbola el independentismo como presunto cambio de moneda no será enarbolada. "No solo por compromiso y exigencia constitucional sino por una convicción política", ha zanjado. Y ha añadido: "Es contrario a mi palabra y a mi acción", y de esa posición "no me voy a mover". A su parecer, los catalanes desean "pasar página de esta situación" y generar un reencuentro entre instituciones y ciudadanos para vivir en un país "cohesionado" y no "fragmentado". Ello no es óbice para no tener en cuenta la pluralidad territorial pero siempre desde el terreno de la política y no "en otros ámbitos". "No hay nadie que se pueda sentir orgulloso" de lo sucedido durante el procés pues fue una crisis que no trajo nada bueno. "Yo no me siento orgulloso y no era presidente sino líder de la oposición", ha evocado.
Un alegato en el que se ha cuidado de no mencionar la palabra amnistía que está en boca de todos, hasta que se ha visto obligado a deslizarla entre líneas. "Pese a que las conversaciones tienen que ser discretas, los acuerdos serán transparentes y conocidos. Tienen que ser refrendados por el poder legislativo. Hasta el Tribunal Constitucional se tendrá que pronunciar", ha expresado. Tampoco ha dado pistas sobre cuándo maneja subirse a la tribuna para someterse a la investidura, limitándose a afirmar que "me gustaría que fuera cuanto antes, pero las negociaciones no van a ser fáciles". No en vano, no solo JxCat, sino que Esquerra admite que todo avanza "demasiado lento", conminándole a "ponerse las pilas". La portavoz del Govern, Patrícia Plaja, ha reiterado que "queda mucho trabajo por hacer y se necesita discreción. Pero de momento no va al ritmo que toca".
No se citará con Vox
Mientras, Sánchez podrá presumir este miércoles de sintonía con Díaz, que entiende necesario tratar sobre la mejora de las condiciones laborales, tanto en términos de estabilidad como de salario, los avances en materia de acceso a la vivienda y los objetivos de transformación energética y ecológica forzados por la emergencia climática. Ya la semana próxima se verá con el resto de grupos excepto con la ultraderecha, lo que ha aprovechado el líder de Vox, Santiago Abascal, para espetarle que su formación "jamás se sentaría con él", pero afeándole que sí se reúna con "ETA y golpistas".
En este escenario, el socialista buscará un acuerdo que no le vale personalmente que sea exclusivamente para la investidura, sino que desea que sirva para cuatro años, para conseguir una estabilidad que comenzará ligando el apoyo a ser reelegido presidente al compromiso de secundar el proyecto de ley de presupuestos para 2024. Le quedan 52 días para intentar hacer todo ello realidad o, de lo contrario, los ciudadanos se verán abocados a volver a las urnas el próximo 14 de enero. Solo queda por despejar cuánto se demorará un tira y afloja donde no faltarán momentos de desorbitada tensión.