Política

“Sánchez se ha sentido muy cómodo siendo un incumplidor compulsivo durante mucho tiempo”

Rull, erigido ahora en la figura institucional más relevante del independentismo, defiende la estrategia de Junts en Madrid y subraya la vigencia de la conciencia nacional catalana
Josep Rull, president del Parlament de Catalunya.
Josep Rull, president del Parlament de Catalunya. / Pilar Barco

Durante su reciente visita oficial a Euskadi, coincidiendo con el 68º aniversario de exilio del president Companys y del lehendakari Aguirre; Josep Rull (Terrassa, 2-IX-1968), ahora president del Parlament de Catalunya, recibió a este periódico para abordar las políticas de Junts respecto al Gobierno del Estado, la situación del independentismo tras verse relegado en el poder y las derivadas de la causa del 1-O por la que acabó preso.

¿Cómo definiría la actual realidad sociopolítica de Catalunya?

La conciencia nacional continúa siendo muy relevante pero el país tiene que recuperar la autoestima colectiva. Ahora nos miramos al espejo y no nos acabamos de gustar. En estos seis meses he visto expresiones de éxito, talento e inspiración, y me gustaría poder trasladar a los ciudadanos que hay muchísimos elementos para poder afrontar el futuro con confianza. Algunos impulsamos un proyecto político en forma de independencia para resolver los problemas en términos de disponer de más instrumentos y mejor financiación. Y una de mis funciones es trasladar esta idea de optimismo y esperanza, de que somos una nación importante en el sur de Europa.

Desde el Gobierno del Estado se alardea de que se ha producido una desinflamación del conflicto. ¿Ha triunfado la estrategia de asimilación de Pedro Sánchez?

Estos enterradores de la esperanza colectiva tienen altas dosis de ingenuidad ya que continúa existiendo la aspiración de conseguir la plenitud del país. Lo que ha ocurrido es que el nivel de presión al que hemos estado sometidos es altísimo. Aquí se ha encarcelado a gente por defender ideas legítimas pacíficamente; las cloacas del Estado han funcionado a destajo; y han intentado que el miedo conectase con una parte importante de la sociedad catalana. Y todo esto no es un tema menor. Hablamos de lo que pasó con el president Artur Mas, con el alcalde Xavier Trias... Y con mucha otra gente que solo por pensar en términos democráticamente impecables fue abatida. ¿Hemos cometido algún error? Seguro, y debemos hacer reflexión y autocrítica. Pero este reto no se ha planteado en términos ordinarios sino que el Estado español, en determinados momentos, ha tenido que excepcionar la democracia para frenar ideas legítimas. Todo esto ha dejado secuelas.

¿Y cómo se revierte el escenario?

No lamentándonos sino mirando al futuro con ambición y sacando conclusiones de esta experiencia.

La prioridad de Junts no es garantizar la estabilidad del Gobierno. Somos un partido riguroso e independentista

Institucionalmente, usted encarna ahora la figura más relevante del espacio independentista tras la pérdida del poder en el Govern.

Sí, pero políticamente, en mi partido, hay dos liderazgos muy sólidos: el del president Carles Puigdemont y el del secretario general, Jordi Turull. Un president aún en el exilio, que es la principal anomalía en la política catalana. Tengo que presidir una institución con 135 diputados, dos de los cuales, incluido el conseller Lluís Puig, están en el exilio porque si regresan serán detenidos y metidos en la cárcel. Y esta situacion, en pleno 2025, después de que se haya aprobado una ley de amnistía, y con un Poder Judicial que se ha declarado en clara rebeldía democrática, es decir, que le es absolutamente indiferente lo que aprueben las Cortes Generales. En España hay un Tribunal Supremo que ha decidido ser la tercera Cámara y, en lugar de aplicar leyes o eventualmente interpretarlas, lo que hace es reescribir las que no le gustan.

Lo que empuja a que no haya físicamente un líder de la oposición en el Parlament.

Este es el tema. Jugamos con unas normas atípicas y todo esto impacta en el día a día de la gente, y en la percepción y ánimo de la ciudadanía. Es algo que debería preocupar a todos. El problema es cuando dicen que es un tema solo de los catalanes y, en verdad, interpela a cualquier ciudadano del Estado porque el nivel de arbitrariedad en la cúpula de la Justicia no tiene límites.

No hay muchos visos de que el Tribunal Supremo revierta la decisión del juez Llarena sobre la amnistía a Puigdemont. ¿La acción política de Junts deriva de esta situación?

Cuando se ha negociado con el president Puigdemont, al que tanto se ha demonizado, todos los interlocutores han visto un hombre serio, sólido, riguroso y con capacidad de asumir riesgos en el sentido de entrar en el debate político y en los pactos. Pero hay un elemento fundamental: que los acuerdos hay que cumplirlos. Este elemento de rotundidad y de energía a la hora de defender aquello pactado forma parte no del carácter de Carles Puigdemont sino de la actitud de Junts per Catalunya.

El Tribunal Supremo actúa como una tercera Cámara, en clara rebeldía democrática y reescribiendo las leyes

Junts está exprimiendo los siete diputados del Congreso presionando al Gobierno de Sánchez, lo que les reporta no pocas críticas.

Pedro Sánchez no ganó las elecciones. En el Estado español hay un sistema parlamentario en virtud del cual quien elige al presidente del Ejecutivo es el Parlamento que han decidido los ciudadanos. Junts puso en valor sus diputados, entró en un proceso de negociación para la investidura y, a partir de aquí, dejó muy claro que todo lo que el Gobierno intentase desarrollar tenía que ser producto de una negociación previa propia de los gobiernos en minoría. El acuerdo de Bruselas sienta las bases de todo esto y se convalidó el decreto ómnibus de hace un año a cambio de las competencias en inmigración. Simplemente, no se ha cumplido, y ahora se repite otra vez el planteamiento de hacer contratos de adhesión diciendo esto es lo que hay y fírmelo. Junts no ejerce ningún pressing, sino que aquello que se pacta se tiene cumplir. Somos un partido riguroso y previsible, como lo es el president de Junts.

Desde el 23-J se estableció el mantra de que la legislatura duraría hasta que quisiese Junts. ¿Va a durar hasta que quiera Sánchez?

Si no cumple y no cambia la forma de negociar... Con la adecuación del último decreto ómnibus, que se ha podido segregar, se vuelve al cauce de normalidad democrática...

Y le piden someterse a un mecanismo de confianza a un presidente que, según el propio relato de Junts, ha demostrado no ser de fiar. 

Exacto, ese es el punto. Por eso tenemos un mecanismo de negociación con un mediador. Alguien se sorprendió al principio pero es fundamental ante un incumplidor compulsivo. Desafortunadamente, Sánchez ha demostrado ser un incumplidor de sus compromisos y contumaz. De ahí que hayamos tenido que buscar unos mecanismos adicionales.

Catalunya debe recuperar la autoestima colectiva, ahora nos miramos al espejo y no nos acabamos de gustar

¿Acabarán retirando la proposición de la cuestión de confianza?

Para nosotros tener que presentar una proposición de ley para plantear esta moción es una anomalía, pero es consecuencia de ese comportamiento. No hubiera ocurrido si su manera de negociar y nivel de cumplimiento fuese diferente. Durante demasiado tiempo Sánchez se ha sentido muy cómodo incumpliendo sin que pasase nada en base a que la alternativa es mucho peor. Nosotros negociamos para favorecer los intereses de los ciudadanos de Catalunya. Somos un partido independentista y nuestra prioridad no es garantizar la estabilidad del Gobierno español sino pactar elemento por elemento para obtener políticas favorables para Catalunya.

Fiscalía acaba de pedir que no se amnistíe a su predecesora Borràs.

Ahí está el concepto del lawfare, que es algo que empezamos a poner encima de la mesa hace unos tres años y nadie nos hacía caso. Ahora el PSOE ha comenzado a ser víctima de ello, de que el Derecho se retuerza para desactivar a los adversarios políticos. Lo advertíamos, ahora lo sufren en carne propia y escuchamos a ministros y al propio Sánchez quejándose. Como decía aquel poema escrito por el pastor luterano alemán Martin Niemöller: Empezaron con unos y yo no dije nada; continuaron con otros, y tampoco; hasta que vinieron a buscarme a mí y no había nadie más que pudiera protestar y defenderme. Y esto no es ninguna broma.

¿Cómo se halla el independentismo tras ser relegado del poder?

Con voluntad de aprender de lo que ha sucedido y dibujar un nuevo horizonte, y algunos nos dedicamos a recoser mucho.

¿Le han pedido que medie?

No, pero desde el Parlament, y desde la Mesa de la Cámara que sí tiene mayoría soberanista, es lo que estoy intentando. Operativamente estamos consiguiendo que esta relación entre formaciones políticas con un mismo propósito, desde aproximaciones diferentes, fluya en el mejor sentido. Porque una buena parte de este sentimiento de frustración viene a raíz de la incapacidad de ponernos de acuerdo. La unidad en Catalunya no suma sino que multiplica. Hay dos elementos fundamentales: generosidad y sentido de trascendencia histórica. La nación no nos pertenece a nosotros, es un préstamo que hacen nuestros hijos. Nuestra obligación es devolver este prestamo con toneladas de generosidad, responsabilidad y criterio. No podemos abatir sueños que solo pertenecen a los que vendrán.

¿Dónde quedó el ‘procés’?

Catalunya es una nación, como Euskadi, y tiene derecho a decidir su futuro, y esto es imprescriptible al margen de las contingencias. Continúa siendo y continuará, aunque ahora la prioridad sea reforzar el sentimiento colectivo. Tenemos que darle robustez al triángulo virtuoso de la política soberanista, nacionalista y catalanista: una agenda modernizadora, la cohesión social y la cohesión territorial. Cuando hemos sido fieles a esto, el país ha avanzado. Cuando piensas en grande, el agravio se hace insoportable. Aunque el independentismo catalán no nace del agravio, sino que el agravio lo acelera. Nace de una idea de que el país se vea a sí mismo sin cortapisas. Y una parte nace con la sentencia del Constitucional.

Dice usted que uno de los errores cometidos fue que la declaración de independencia se demorase hasta el 27-O, que debió haberse producido el 3 de octubre (día del discurso del rey Felipe VI).

Sí. Fue extemporánea. Yo defendí que se tenía que hacer la DUI para mantener vivo el intangible del 1-O pero operativamente la declaración hubo que hacerla antes en defensa propia. Cuando hay un Estado que no solo no te protege sino que usa sus recursos para castigar directamente a una parte de su ciudadanía, con agresiones físicas, este territorio tenía derecho a defenderse con todos los cauces democráticos. Recuerdo a David Cameron la noche del referéndumde Escocia diciendo: He dejado votar porque antes de ser británico soy demócrata. Ojalá algún día escucharlo de un presidente español.

2025-02-10T07:02:03+01:00
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