Teóricamente, el próximo sábado, 27 de enero, Vox celebrará un Asamblea Extraordinaria para renovar sus órganos de gobierno, empezando por su presidente.
Sin embargo, y sin causar la menor sorpresa, el encuentro prescindirá de la votación sobre la persona que liderará la formación hasta el año 2028. El autodenominado Comité Electoral comunicó ayer lunes a su afiliación que la única candidatura que ha pasado el filtro ha sido la de Santiago Abascal, al obtener –ojo al dato– el 10% de los avales de la militancia.
De nada servirá la protesta del sector crítico, que interpreta que estamos, de nuevo, ante una maniobra para laminar cualquier opción alternativa. De hecho, el movimiento deja a las claras que se pretende evitar a toda costa someter la candidatura del fundador de la fuerza extremista a la consideración de una militancia cada vez más crítica con las decisiones de la camarilla de Abascal.
No es nada nuevo en el partido. Ya en 2020, el que pretende (y consigue) ser líder indiscutido de Vox, orilló el resto de los alternativas y consiguió ser entronizado más que elegido.
Según presumió ayer lunes el propio Abascal en el acto de presentación de sus listas a las elecciones gallegas, se demuestra que en su partido no hay nada parecido a una oposición interna que, de acuerdo con sus palabras, “solo existe en determinados medios de comunicación”.
Después de jactarse de su liderazgo, se adornó emulando a su admirado recién elegido presidente de Argentina, Javier Milei, con un toque gallego. “Viva la libertad, carallo!”, vociferó.