“Todos intentan sacar un rédito político con la migración”, censura Santiago Agrelo Martínez, arzobispo emérito de Tánger, donde estuvo destinado doce años que cambiaron su vida. El franciscano ofrece una conferencia el miércoles a las 19.00 horas en el salón de actos de la calle Andia de Donostia.
¿Qué sintió al ver las imágenes?
Las veo con mucha frecuencia porque las tengo guardadas. La primera impresión que me causaron es similar a la de que tuvieron que tener los aliados cuando entraron en los campos de concentración de la Alemania nazi. Gente amontonada, despersonalizada. Como fantasmas.
Personas que agonizan.
Sí, y sin ningún signo de humanidad hacia ellas. Resulta sobrecogedor. Cuando ves un animal malherido, te preguntas: ¿qué puedo hacer? Estamos hablando de personas. Me parece una imagen desoladora, y no por quienes están amontonados en el suelo, sino por quienes les miran de forma insensible.
¿Cayeron del lado marroquí? ¿Del lado español? ¿En los términos políticos que se plantea la tragedia no da la sensación de estar hablando de objetos en lugar de personas?
El debate político se preocupa de cuestiones que les conciernen a ellos. Si plantean que cayeron aquí o allá es para ver qué rédito político se puede sacar, pero nadie se preocupa de los que cayeron, de los que están en el suelo.
Durante sus doce años de obispado en Tánger usted ha conocido bien a esas personas “que están en el suelo”. ¿Qué le contaban tantos heridos en la valla?
Nunca les pregunté nada, y nunca me contaron nada. Les llevaba comida, ropa, plásticos para las tiendas. Yo me preguntaba qué podía hacer por ellos, y no qué estaban haciendo. Así lo siento.
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¿Dios es de izquierdas?
En algún sitió así lo escribí, y me costó algún que otro disgusto. Sí que lo es, pero hay que entender la expresión. Dios es de los pobres, se identifica con ellos, así que dime si es de izquierdas o no. ¿Eso quiere decir que es del PSOE o de Podemos? Pues va a ser que no, porque esos partidos se interesan tanto de los pobres como el Partido Popular. Todos intentan sacar rédito político a lo que aconteció el 24 de junio, lo que es muy indicativo de lo que les interesan los pobres. No les importan nada, a ningún partido político.
¿El PP ha utilizado esta semana lo ocurrido en Melilla como ariete contra el Gobierno?
Todo responde a intereses de partido, no es el interés por las víctimas.
¿Es cierto que no eligió ser fraile, que lo hicieron sus abuelos?
(Sonríe) Vamos a ver. Mi abuelo, el padre de mi padre, tomó la decisión de encerrarme en algún sitio, y alguien sugirió el seminario franciscano. Yo nunca había visto a un fraile, pero quien decidí fui yo. Cuando di el paso, sabía que iba a ser franciscano pero sin saber muy bien lo que era.
Dice que su abuelo tomó la decisión de “encerrarle”. ¿Era un niño bala?
Eso parece (sonríe). Recuerdo perfectamente la expresión de mi abuelo: a este rapaz hay que encerrarlo en algún sitio. (sonríe)
¿La verdadera espiritualidad nace en Tánger, con tantas personas migrantes?
Creo que tiene que ver mucho con la sensibilidad de las personas, e interesarme por el sufrimiento ajeno que me viene desde niño.
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¿Es cierto que cuando Benedicto XVI le nombró en 2007 arzobispo en Marruecos no conocía nada de fronteras ni de migrantes?
Así es, nada. De hecho, siempre cuento que cuando tirotearon a cinco jóvenes que murieron en la frontera de Ceuta en 2005, siendo yo párroco en el Bierzo, me pareció normal. Yo, que siempre anduve entre pobres antes y después de ir a Roma, veía como algo normal esa manera de actuar. Decía que para algo están las fronteras.
¿Pero un fraile como puede decir que le parece normal que tiroteen a cinco personas?
Sí, lo sé, era una locura, estoy hablando de una locura, pero pensaba que esas personas estaban donde no debían estar. Hasta que llegué a Marruecos. Desde que vi a la primera persona junto a la valla, me di cuenta de que tenían derecho a estar en cualquier parte.
¿Y qué es lo que vio para cambiar tan radicalmente?
La realidad de esos chicos. Nunca había visto a un joven subsahariano en pleno itinerario migratorio, en una situación de soledad, abandono e indefensión total. Hasta entonces eran para mí personas que querían pasar una frontera que no debían pasar. Lucho desde entonces para cambiar el sentimiento de la sociedad respecto a estos chicos.
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¿Busca la misma transformación que experimentó usted?
Claro, eso mismo me permite comprenderles. Yo estuve en la misma situación y tuve los mismos sentimientos. El problema es que tanto desde la política como desde los medios de comunicación, los inmigrantes se han hecho invisibles. Si la sociedad viera durante un día o una noche a cualquier migrante en la montaña, reaccionaría. Les hacemos invisibles, y cuando no es así los criminalizamos: ilegales, mafiosos, gente peligrosa, lo peor de sus países que les sueltan para molestar aquí. Los inmigrantes acaban siendo una víctima de todos.
Usted trabajaba en Tánger a pie de obra, con quienes más lo necesitaban. ¿Por qué lo dejó?
Porque cumplo la edad. A los 75 años hay que presentar la renuncia al Santo padre. La presenté y fue aceptada inmediatamente, pero bajo la fórmula nunc pro tunc -locución latina que quiere decir la acepto ahora para hacerla efectiva cuando nombre a un sucesor-. Presenté la renuncia en 2017 y me fue aceptada dos años más tarde. Los obispos de Marruecos desde el siglo XIX fueron siempre franciscanos, de la provincia de Santiago. Probablemente yo sea el último, con gran sufrimiento para mi puesto que la provincia ya no tiene compromiso ninguno en Marruecos.
Evangelio desde la patera
¿La situación ha empeorado?
Siempre, desde que llegué no hizo más que empeorar. No puedo presumir de haber mejorado las cosas, todo fue a peor.
¿Continúa leyendo el Evangelio en la patera, como decía en su día, o lejos de Tánger ha pasado a hacerlo en la catedral?
Ya no puedo dejar de leer el Evangelio desde la patera, desde la situación de los pobres. Es más, creo que si se lee de otra manera, es una traición al Evangelio. Jesús vino para los pobres. La Iglesia no se abrirá al mundo de hoy sino mediante la entrega a los pobres.
¿Conoce el río Bidasoa?
Sí, de vez en cuando se lleva a gente, sé que hay jóvenes que se han ahogado intentado pasar. Quienes consiguen atravesar la frontera sur, intentarán desplazarse hacia lugares donde estos chicos tienen familiares. Es normal que traten de agruparse.
Algo que parece cada día más complicado.
Sí, la legalidad europea se limita a impedir el ejercicio de un derecho fundamental tan elemental como que yo pueda moverme a la búsqueda de una situación mejor. El derecho a emigrar está reconocido por todos los países, pero todos tienen luego el derecho a impedir que emigres. Es curioso.
Meloni y la espera del 'Aita Mari'
Cada vez más analistas dicen que la extrema derecha, lejos de ser algo pasajero, llega para quedarse en Europa, con todo lo que supone en materia de derechos humanos. ¿Qué piensa?
Desde un punto de vista personal veo con muchísima alarma cómo una ideología xenófoba y racista se está imponiendo en Italia, y está cada vez está más a la vista en países como España o Francia. Los cristianos tendríamos que escapar de cualquier identificación territorial o nacional. Es la negación de Jesús, que es un hombre de los caminos de los pobres. A mí ya me pueden cerrar las fronteras, que en nombre del Evangelio las atravesaré todas.
El 'Aita Mari', el barco de rescate humanitario, se ha visto obligado a aplazar su misión debido a la retórica antiinmigración de Giorgia Meloni. ¿Se quiere dejar sin testigos esa fosa común en la que se convierte el Mediterráneo?
El problema es que no disponemos de información verídica sobre el mundo de la emigración. Lo que ocurre en nuestras fronteras, en Libia, entre Túnez e Italia, o entre Grecia y Turquía, es una información que siempre viene mediada por las instituciones. No existe una información directa desde las fronteras, algo que solicitan las ONGs desde hace mucho tiempo. Y si no existe información, no hay posibilidad de desmontar los mitos relativos a los inmigrantes.
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¿Por ejemplo?
Sin información, los inmigrantes continuarán siendo delincuentes, una amenaza. Como no vemos lo que sufren, pues no sufren nada. No existen. Son cosas, mercancía. Nunca hablamos con ellos. Si los políticos van a una frontera, van a ver las verjas pero no van a hablar con ellos. Nadie les pregunta a ellos qué problemas tienen y en qué se les puede ayudar.
¿El Papa tiene algún margen de maniobra para mejorar las cosas?
El Papa tiene autoridad moral. Su palabra es importante, pero es tan importante como ignorada. Recuerdo la tragedia horrible de Lampedusa, con aquellos centenares de ataúdes alineados en una isla tan pequeña. Recuerdo a políticos europeos llorando delante de aquel espectáculo. Entonces se dijo que no volvería a repetirse. Pues bien, ¿quién es capaz de contar los muertos en esas mismas aguas desde entonces hasta ahora? Que alguien me diga en qué ha cambiado la política de Europa con las personas migrantes.
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No solo no ha cambiado sino que parece haber ido a peor.
No hay más que ver lo que Europa ha gastado durante las dos últimas décadas en impermeabilizar las fronteras, un verbo que lo inventó un ministro del PP. Si el dinero que se ha gastado se hubiera utilizado en acoger a los inmigrantes, estaban todos hoy trabajando pacíficamente, y no ahogados en el Mediterráneo, en el Atlántico o en el Estrecho. Nos empeñamos en gastar miles de millones de euros en que la gente muera, sin resolver ni el problemas de los migrantes ni el nuestro. Es un absurdo tan grande que cuesta trabajo pensar que personas inteligentes hayan apostado por esa opción tan fuera de sentido.
Hay quien dirá que algo hay que hacer para paliar la presión migratoria que sufre Marruecos.
Marruecos no sufre presión migratoria. Hay millones de migrantes marroquíes por Europa. Al hablar de Marruecos, en todo caso, tengo que medirme mucho.
¿Por qué?
Porque continuo siendo miembro de la Iglesia en un país como Marruecos. Somos huéspedes en casa ajena.
¿No tiene libertad para hablar abiertamente sobre Marruecos?
No.