Sarai Montes vivió sin ser quien era hasta los 29 años, mientras que Mei Arregi ya ondeaba de pequeña su melena y sus vestidos al viento. Pese a que la primera sufrió un calvario y la segunda creció en libertad, ambas abanderaron ayer martes con idéntico orgullo los derechos de las personas transexuales en el Parlamento Vasco, cuya presidenta, Bakartxo Tejeria, firmó la insignia del colectivo, junto a otros representantes institucionales y de las entidades Errespetuz, Gehitu y Ortzadar LGBT, organizadoras del acto. Con esta bandera, que viajará por todas las comunidades autónomas, exigen una ley estatal que garantice su igualdad y les permita cambiar su nombre y sexo en el DNI sin informes ni pruebas. "La única persona que puede certificar que yo soy una mujer soy yo, no ningún psiquiatra", defiende Sarai.
Sarai vivió su infancia y adolescencia "dentro de un armario", en el que permaneció sufriendo, agazapada. "Yo no lo dije. Si hubiese sabido que no iba a ser rechazada por mi familia, lo habría contado antes", confiesa. Ahora que, después de tantos años de lucha, ve que los menores trans crecen libres le "emociona y da envidia" a partes iguales. De haber nacido hoy en día, sueña, "habría podido vivir mi vida siendo yo". No hay marcha atrás, pero se siente "orgullosa" por los granitos de arena aportados desde Errespetuz, la asociación que preside. "De hecho, Naizen nació de nuestra asociación. Llevábamos años atendiendo a gente que decía: Oye, a mí me pasa esto y de repente vino una amatxu y nos dijo: A mi criaturita le pasa esto. Pensamos: Algo ha cambiado", recuerda. También se ha avanzado, añade, en el ámbito educativo, "donde hablamos de transexualidad, cosa que antes era impensable".
Sarai no sufrió transfobia en la empresa donde llevaba años trabajando, pero se quedó en paro por la crisis y no volvió a conseguir empleo de lo suyo en el sector de la construcción. "Mi imagen y documentación ya habían cambiado. Me discriminaron por ser chica, no por ser transexual", asegura. Lo cierto es que no lo tienen fácil para ganarse la vida. "Según un estudio realizado en 2009, la tasa de desempleo en el colectivo era superior al 94%", detalla. "Cuando se enteran, les vienen miedos y no te contratan. A mi pareja le dijeron que lo iban a coger como conductor de autobús. Cuando llevó los papeles, no tenía el DNI cambiado, le dijeron: Ya te llamaremos, y hasta hoy".
Aunque en Euskadi existe "una documentación" que les "ayuda a evitar situaciones violentas", el DNI es necesario para "los títulos oficiales o los billetes de avión". "Afecta a mogollón de cosas en tu vida. A una amiga le dijeron al pagar con tarjeta en un supermercado: Perdone, me ha dado el DNI de su marido", comenta Sarai.
Echan en falta más especialistas
"Muy femenina" desde pequeña, Mei Arregi creció sin ataduras, pero también sin información. "Me gustaba llevar el pelo largo y mis padres no me ponían problemas para llevar vestidos. Me dejaban libre, pero no pude dar a conocer quién era hasta la adolescencia, cuando vi en Internet que existía la transexualidad y dije: Ostras, esto es lo que me pasa", explica esta donostiarra de 21 años, integrante de Naizen. Compartido su sentir, apoyada por su familia, empezó su periplo sanitario. "Entonces pedían muchas consultas psiquiátricas y psicológicas. Pasé año y medio hasta conseguir las hormonas", lamenta y echa "en falta más especialistas en Euskadi para no tener que ir todos a la Unidad de Cruces". También reclama "facilidades para que las personas migrantes puedan cambiar su documentación" y "apoyo" para los menores. "Necesitan acompañamiento, comprensión y poder ser ellas y ellos mismos".
"La única persona que puede certificar que yo soy una mujer soy yo, no ningún psiquiatra"
Sarai Montes
Presidenta de Errespetuz