El general Espartero, tras la Primera Guerra Carlista, incumplió el Convenio de Bergara y abolió los fueros vascos en 1841. Esta decisión, tomada en un contexto de inestabilidad política y conflictos internos, supuso un duro golpe para el autogobierno vasco. La supresión de los fueros generó un profundo resentimiento entre la población vasca y marcó un hito en la relación entre esta región y el Estado español.
La abolición de los fueros es considerada uno de los acontecimientos más trascendentales en la historia del País Vasco, ya que marcó el inicio de un largo proceso de centralización y la pérdida de privilegios históricos. Este hecho ha tenido una profunda influencia en la identidad vasca y en las reivindicaciones nacionalistas posteriores.