El jueves se cumplen 25 años del accidente ferroviario de Uharte Arakil, el más grave sucedido en Navarra. Era el último día de las vacaciones de Semana Santa y el tren que cubría el trayecto Barcelona-Hendaya descarriló con 248 pasajeros a bordo. Dieciocho personas perdieron la vida y más de un centenar resultaron heridas. Al igual que todos estos años, el próximo domingo al mediodía se oficiará una misa por los difuntos en la parroquia de San Juan Bautista y una ofrenda floral junto al monolito que recuerda aquella tragedia.
El reloj marcaba las 19.40 horas y el Intercity Miguel de Unamuno circulaba a 137 kilómetros por hora cuando debía ir a 30 por un cambio de agujas inesperado. El tren se quebró por la mitad. Los dos vagones de cola volcaron, mientras que un tercero se cruzó sobre la vía, con decenas de personas enredadas entre amasijos de hierros.
"Era un infierno", recuerda Alfredo Zelaia, voluntario de DYA desde hace casi cuatro décadas. "Iba en la segunda ambulancia que llegó a la estación. Estábamos de Operación Semana Santa. Entonces se salía a la carretera y recibimos la llamada del 112". Para cuando llegaron ya estaban numerosos vecinos y vecinas. "El pueblo de Uharte Arakil se volcó. Llevaron mantas y escaleras para sacar a las personas que estaban atrapadas en los vagones", observa. Asimismo, abrieron sus casas a las personas heridas y sus familiares.
"Empezamos a realizar triaje en función de la gravedad para llevar en ambulancia a los heridos más graves. Momentos muy jodidos", destaca. Al respecto, Zelaia reconoce que vivió escenas que no puede olvidar, flashes que le vienen a la mente sobre todo cuando pasa cerca del lugar. También recuerda que acababa de estrenar su primer móvil, un objeto casi de lujo en aquellos años. "Estaba en contacto con el 112. Había más de 100 personas heridas. Llegaron ambulancias de Gipuzkoa, de Estella, de Baztan, de todos los lados". Lo cierto es que decenas de equipos de rescate y ambulancias se movilizaron para la evacuación de las personas afectadas.
De las 18 personas fallecidas, diez eran de Gipuzkoa, seis de Navarra y dos de Zaragoza. Además, muchas de las heridas sufrieron importantes secuelas físicas y también emocionales que aún siguen sin curarse.
No había sistema de seguridad ASFA
El accidente se hubiera evitado de haber contado con sistemas de seguridad ASFA (Anuncio de Señales y Frenado Automático), implantado entonces en trenes más modernos, que frena el tren ante una señal de advertencia en la vía, incluso en el caso de que el maquinista no perciba la orden de parar el tren o reducir la velocidad. "Las señales eran mecánicas, de brazo. Hacia arriba quería decir vía libre. Si estaba a 45 grados era anuncio de parada y horizontal parada. Eran de hojalata y se podían mover con el viento", recuerda Arturo Carreño, entonces jefe de circulación en la estación de Altsasu."Era un sistema muy obsoleto, de los años 50-60. Toda la responsabilidad recaía sobre los maquinistas o jlos efes de circulación", observa. Asimismo, señala que el cambio de agujas solía ser en Etxarri Aranatz. Pero ese día, se decidió que el Intercity se cruzara con el expreso que cubría la línea Miranda-Castejón en Uharte Arakil.
A raíz del accidente, se instaló el sistema ASFA en este tramo, fruto de una enmienda a los Presupuestos Generales del Estado para 1998 presentada por IU. "Nuestro diputado, Julián Fernández, consiguió 500 millones de pesetas para cambiar el sistema, con semáforos luminosos, reforma en la catenaria y la instalación de balizas", destacada Carreño, concejal de esta coalición en el Ayuntamiento de Altsasu.
El asunto fue resuelto judicialmente con las condenas del maquinista y su auxiliar en el Juzgado de lo Penal número uno de Pamplona, que impuso al primero, la pena dos años y medio de prisión como autor de dieciocho delitos de homicidio por imprudencia, 80 delitos de lesiones por imprudencia grave y cuatro faltas de lesiones. No obstante, la condena no conllevó su encarcelamiento por el indulto tramitada de oficio por el propio juzgado, que en el mismo fallo consideró que el ingreso en prisión no guardaría proporcionalidad con su culpabilidad en lo ocurrido. El auxiliar, por su parte, fue condenado en primera instancia al pago de una multa de 120.000 pesetas, la cual fue sustituida en apelación por una pena de prisión mínima, que tampoco supuso entrada en la cárcel