La Audiencia Provincial acogió este lunes el juicio por el mayor crimen machista sucedido en Álava, vista que se prologará hasta el 9 o 10 de marzo. Un jurado popular, integrado por nueve ciudadanos, juzga al acusado de asesinar a cuchilladas hace cuatro años a su exmujer, María José, y a su exsuegra, Florentina, en el domicilio antes familiar de Lakua-Arriaga, en Vitoria. El primer día de juicio, el acusado ha respondido únicamente a las preguntas de su abogado, de forma escueta, con monosílabos o frases cortas. Declara que el día de los hechos "se me fue un poco la olla y saqué el cuchillo; ellas se defendieron".
Con gafas, chamarra oscura y mascarilla blanca que luego le pidieron se quitase para pronunciar sus primeras palabras, Javier R. detalla que aquel fatídico 20 de abril de 2018 se pasó por el domicilio de Julián de Arrese en el que su exmujer residía con los dos hijos de ambos desde la ruptura matrimonial, vio el coche de María José aparcado y, pese a no tener llaves del piso, ya que vivía con sus padres en Mondragón desde la separación, entró al ver la puerta del portal abierta, ya que estaban limpiando.
Su intención –dijo– era tratar asuntos pendientes con su ex, por eso llevaba, por ejemplo, papeles de la declaración de la Renta. Dentro se encontró en el octavo piso con su exmujer y su exsuegra y discutieron los tres: "me presionaron, me empezaron a decir la has cagado, la has cagado y vamos a llamar a la Policía, me empujaban", manifiesta. Entonces, sacó un pequeño cuchillo verde de su bolsillo –dice que lo llevaba para pelar la fruta en el trabajo y en los últimos tiempos, de baja laboral por depresión, porque pensaba hacerse daño–, ellas comenzaron a huir hacia el séptimo piso, les persiguió y ahí "pasó lo que no tenía que haber pasado", afirma. A partir de ahí, señala no recordar si vio policías ni testigos por el edificio.
La defensa del acusado intenta demostrar que Javier R. sufrió un trastorno mental transitorio en el momento del doble asesinato, derivado de la mala relación de la pareja desde la ruptura en 2017. Indica el abogado que su defendido no estaba conforme con los 750 euros de pensión que tenía que pasar a María José por sus dos hijos, y que todo ese contexto le provocó un estado depresivo, con varias bajas laborales y un intento de suicidio: "casi me tiro de un puente, pero no tuve valor", confiesa Javier R.
Sin embargo, tanto el Ministerio Fiscal como las dos acusaciones, particular y popular, no tienen ninguna duda de su culpabilidad, de que en el momento de los hechos era consciente de lo que hacía y de que las mató por ser mujeres. La Fiscalía le pide 50 años de cárcel como autor de dos delitos de asesinato con alevosía con las agravantes de parentesco y razones de género. La asociación Clara Campoamor, como acusación popular, eleva la pena a 60 años al incluir ensañamiento y la letrada de la familia reclama 55 años de pena, también con ensañamiento. La defensa rebaja a ocho años su petición, por dos delitos de homicidio con la atenuante de trastorno mental transitorio y argumenta que todo se debió a un arrebato.
Además del acusado, declararon varios familiares de las víctimas, como el hermano de María José e hijo de Florentina. Y la hermana de las víctimas, quien dijo que el acusado era una persona dependiente de su hermana, un lastre. "Era mal padre, mal esposo, mal cuñado, mal yerno y hasta mal amante. Ella había cogido asco a estar con él, hasta a su colonia. Todos éramos malos para él", relata.
"Apocado, egoísta, cobarde, envidioso y celoso de sus hijos"
El relato del acusado difiere del de la Fiscalía, que explica en su escrito de acusación que el procesado no pudo soportar que su mujer se divorciara y tampoco que su entonces suegra no intercediera para evitar la ruptura matrimonial.
Por ello, Javier R. decidió acabar con la vida de ambas. La fiscal intentará demostrar en el juicio que mató a ambas mujeres por razones de género, que no fue un arrebato, como argumenta la defensa, y que era consciente de sus actos. Califica este doble asesinato de "desolador" y advierte a los miembros del jurado popular de que van a ver "muchas cosas desagradables y difíciles". Las acusaciones particular y popular añaden que el acusado actuó con ensañamiento tratando de causar dolor y el mayor daño posible a madre e hija. Si en la vista se probara este extremo, la fiscal lo incluirá en su petición al final del juicio.
La exmujer del acusado, que tenía 43 años, recibió 33 cuchilladas y su madre, de 69 años, 38. La letrada de la familia describe al acusado como "apocado, egoísta, cobarde, envidioso y celoso de sus propios hijos". Dice, además, que no mantenía buena relación con la familia de su ex, hecho que confirma en su relato el hermano de María José al asegurar que el acusado "nos ha destrozado la vida a todos". Le tacha de controlador y dice que su hermana quiso poner en varias ocasiones fin al matrimonio, pero tenía miedo de que le hiciera daño a los hijos para causarle dolor a ella.
Explica que su hermana decidió separarse definitivamente un día que iban los cuatro en el coche, discutieron y Javier R. puso el vehículo a 200 kilómetros por hora diciéndole que era capaz de acabar con todo. En cuanto al asesinato de su madre, Florentina, indica que la mató por ser el mayor apoyo de María José.
Para Cecilia Piris, abogada de la familia, es "un asesinato de género de los de libro, de los de la maté porque era mía", y a la exsuegra, por apoyar a su hija en su decisión de poner fin al matrimonio. Se trata de un asesinato "deliberado, programado, planeado e incluso ensayado", ya que intuye que lo intentó un día antes. Niega trastorno mental alguno y afirma que los informes médicos apuntan que estaba cuerdo en el momento de los hechos. Para el letrado de la acusación popular, José Miguel Fernández, es "un doble feminicidio, un asesinato con las agravantes de género, alevosía y ensañamiento, las mató por ser mujeres".