Una de las mejores noticias que dejó la plácida victoria ante el Alba Berlín fue la reivindicación de dos jugadores sobre los que había muchos ojos pendientes en los últimos tiempos debido a su falta de mordiente. Primeros espada como Baldwin, Fontecchio o Giedraitis brillaron más que el resto a nivel estadístico, pero el despegue final del Baskonia al inicio del último cuarto frente a los alemanes no se hubiese entendido sin la pujanza de dos secundarios que por distintas razones no están disponiendo del protagonismo necesario en una plantilla muy justa de efectivos.
Sedekerskis y Marinkovic se erigieron en dos baluartes indispensables para Spahija, que por fin abrió la mano a la hora de que más jugadores se involucraran en la pelea y contribuyeran de forma decisiva al rotundo festín ante un diezmado Alba, incapaz de sobreponerse a sus sensibles ausencias. Lo del canterano lituano –marginado por el técnico croata en numerosas ocasiones– era una simple cuestión de tiempo siempre que recibiese las imprescindibles dosis de confianza porque es un soldado que ha enseñado los dientes en innumerables ocasiones y que bajo la batuta de Ivanovic creció de forma exponencial.
Lo del balcánico, en cambio, sorprendió a la grada del Buesa dado que su explosión se produjo desde el puesto de base. En un notable arranque del último cuarto donde movió al equipo con criterio y se ensañó con el aro teutón con una buena ración de acierto, Marinkovic ahuyentó parte de los fantasmas que le vienen persiguiendo.
Desde el trabajo coral pudo contener el Baskonia el intento de rebelión de un Alba que, tras meter el miedo en el cuerpo al final del tercer cuarto con un parcial de 0-12, se diluyó como un azucarillo. Las paladas de tierras llevaron la firma de dos jugadores que pueden y deben añadir nuevas variantes a un grupo como el vitoriano asfixiado por un calendario infernal y la falta de refuerzos tras las salidas de Landry Nnoko y Lamar Peters.
Desde ese segundo plano donde tan cómodo se siente, Tadas lo hizo todo bien. El báltico desplazó del primer plano a un Peters lastrado por su mano de madera. Recordando al soldado tan obediente que da la cara en todas las facetas, defendió de forma notable sin el balón, metió manos en todos los lugares de la pista y también fue capaz de embocar dos suspensiones abiertas, una al final de la posesión, con una personalidad arrebatadora.
En el caso de Marinkovic, Spahija le dio las llaves del equipo en un momento crítico y opuso el aplomo que necesita cualquier equipo. Al margen de anotar, colaboró de forma activa en el rebote y mostró unas tablas impensables para que el Baskonia reventara el partido en un santiamén. Si tiene continuidad, el futuro pintará de otro color.