Buscaban un lugar rodeado de naturaleza para pasar los fines de semana, pero el entorno les fascinó tanto que fantasearon con crear algo único en el corazón de la Selva de Irati. Y ahora, tras un año de trabajo duro, han conseguido hacerlo realidad. Los jóvenes Marina Otazu e Iñaki Celaya, de Pamplona, han levantado en Orbaizeta el sueño de Irati Barnean, una iniciativa pionera de alojamiento rural basada en edificaciones modulares y sostenibles con forma de iglús de madera.
Aunque el proyecto apoyado por Cederna Garalur y Gobierno de Navarra es más ambicioso, en una primera fase han erigido 4 iglús de madera, que incluyen 5 habitaciones-suites bautizadas con nombres en euskera de árboles de la zona (Urkia, Izeia, Ezkia, Haritz y Pagoa), y el espacio común Oihana, un área con cocina y pequeña biblioteca.
Apenas quedan 3 semanas para recibir a sus primeros clientes, ya que el 4 de junio se abren las puertas de este establecimiento exclusivo. Por una media de 200 euros por noche, parejas, familias con niños pequeños o personas con movilidad reducida podrán disfrutar de este magnífico lugar, con un pack de desayuno incluido en la habitación.
Los fines de semana de junio, completos
"Estamos agotadísimos, pero muy ilusionados por abrir. Ya tenemos completos los fines de semana de junio", admiten.
Lo cierto es que estos últimos meses han sido muy intensos. Ambos trabajan entre semana en Pamplona, ella en marketing digital y él en una empresa de autocaravanas, y, además, tienen una hija de casi dos años. Pero la falta de tiempo no les ha impedido, a ellos y a sus amigos, seguir trabajando en un proyecto que nació como un amor a primera vista. "Nuestra primera escapada en furgo fue en la Selva de Irati, así que para nosotros es un lugar especial. Y cuando vimos este terreno en pendiente, nos metimos al coche, nos miramos y nos dijimos: si no es éste, no va a ser ninguno", asegura Iñaki.
Passivhaus
Como amantes de la naturaleza, desde el principio han procurado que los cuatro iglús pasivhaus se integraran en el paisaje y tuvieran el menor impacto medioambiental y visual. "Buscábamos una tipología diferente, aportar algo diferente. Vivimos en habitaciones cuadradas y el hecho de entrar a un espacio circular nos gustaba, además, por sus beneficios", dice Marina.
Se refiere, entre otros, al aislamiento térmico, ya que, al ser una cúpula, la ventilación viaja por el suelo y se expande en su interior, dando solución a las corrientes de calor y de frío. "Cada módulo tiene una cubierta-tejado con su cámara de aire. A través de la teja de madera, entra el aire y transpira", explican, mencionando su dificultad.
Y es que, haciendo un guiño a la elaboración tradicional de tejados de tablilla en Irati, ellos mismos han colocado una a una cada pieza de madera, asesorados por vecinos que lo hacían antaño."Ya que los iglús no son típicos, queríamos aportar ese toque", dicen, Aunque, eso sí, han tenido que traer cedro de Canadá, por la dificultad que supone conseguir tanta haya.
Respecto al interior del iglú, el mobiliario también es de madera y cuenta con unas cristaleras que permiten contemplar vistas panorámicas. "Es un terreno en pendiente con mucha riqueza visual, tener las terrazas al aire da la sensación de que estás como flotando", aseguran.
Paz
Más allá de las vistas espectaculares que ofrece Irati Barnean, Iñaki y Marina aspiran a que el cliente viva toda una experiencia rural. Ya sólo tener que atravesar una pista rodeada de ganado para llegar a un entorno alejado de aglomeraciones que casi roza el paraíso hace que el cliente viva una conexión total. "Los atardeceres son impresionantes y despertarte con el sonido de los pájaros es una pasada", expresan.
Por eso, en su filosofía no caben turistas que no respeten el medioambiente. "Vendemos un consumo responsable y conciencia ecológica. Tenemos un depósito de agua de 20.000 litros y consumidores eléctricos de bajo consumo, por tanto, hay que aprovechar los recursos al máximo", admiten.
Ahora sí, Irati Barnean ya es una realidad. Y, al contrario de lo que se temían, la idea ha tenido buena aceptación en la zona. Sólo contar con el beneplácito del archiconocido y querido pastor de Orbaizeta Sabino, que ha vivido durante años en la borda que asoma bajo los iglús, ya les ha compensado. "Nos contó miles de historias y nos dijo: si venís aquí, vais a vivir más años y más felices, porque los árboles te dan la vida", terminan, deseando que así sea.