Salvo que deba inventarme un Beaterio con motivo del partido de Copa ante el Cazalegas, aquí se acaba el primer round del curso. Así que, con el debido respeto y permiso de la venia, bajo el telón hasta las zambombas. ¡Por pedir que no quede! Me vendrá muy bien desconectar porque tengo las meninges estrujadas, el coco dando vueltas y las bombonas vacías. No me quejo porque, si miro a los futbolistas, están mucho peor. Salen a gatas, a cuatro patas y lo que sea menester. Lo dice su entrenador, que les ve de cerca mañana, tarde, noche y madrugada (depende del horario de los vuelos de vuelta). Después del triunfo debe estar muy contento, aunque le quede por delante la cita copera en tierras toledanas. Afrontarla desde la zona Champions conlleva un plus. Tras el triunfo en Nervión, es para tomarse un frizzante con burbujitas y decir en alto “¡Nos lo merecemos!”.
El partido de Sevilla era el último examen del trimestre. Visita a un equipo que el pasado domingo mantuvo un pulso con sus irreconciliables vecinos. La verdad sea dicha, las dos escuadras entretuvieron. Y el árbitro también. Tres expulsados, todos a petición del VAR. En Vallecas, dos penaltis y uno repetido. Aquí tampoco, el árbitro se mojó ni un centímetro y el paquete fue para el despacho de Medié. A Elustondo no le echó el árbitro, sino el ayuda de cámara, clavadito a lo de Rakitic anoche. Encima, para más inri, todos los pitolaris protagonistas presumen de escarapela internacional. No olvidamos el partido de Valladolid, en donde se apelotonaron los errores. ¿Sigo?
Llevan una jornada inusitada y lamentable. No hay partido sin cogida con revolcón y puntada en el muslo. Me imagino a todos estos delante de un morlaco de la ganadería de Pedraza de Yeltes. Se les caían los escapularios. Los colegiados cada vez arriesgan menos. Está claro que prefieren ser avisados para ir a ver la pantalla, que decidir y luego desdecirse si se han confundido. Así se ponen menos coloraos.
Me encantaría que un hacker de prestigio les reventara el sistema y que, en el momento en que se produzca la comprobación de las jugadas, aparecieran en la pantalla Pixie, Dixie y el gato Jinks. Solo de pensar en el despiporre general que se iba a montar, merece la pena animar a los sabios de las tecnologías. Leía no hace mucho que un señor que atiende por Kevin Mitnick, alias El Cóndor, encabeza el ranking mundial de hackers y que está muy perseguido. Si todos los aficionados al fútbol realizaran una colecta, se forraba a costa de tanto esperpento.
Si vi el derbi andaluz el domingo, no fue por la dalia que cuida Sevilla en el parque de los Montpensier sino por comprobar el real estado de la nación hispalense, la que gobierna Sampaoli. Se sacudieron estopa de lo lindo, como si el mundo se fuera a acabar. Varios jugadores perdieron la tapadera de la olla de modo inexplicable. Entonces, por mucho que quisiera sacar conclusiones, podían ser equivocadas. Además en todos los equipos hay futbolistas que están en Catar bastante antes de que comience el mundial. ¡Y no me refiero a los nuestros! Ignoro si entre los 55 que maneja el seleccionador, hecha la criba, quedará algún txuri-urdin para el evento. Lo sabremos mañana viernes, aunque los dos cambios del descanso pueden ofrecernos una pista. O, al menos, lo parece.
Fijaos si llevo guerras a la espalda, pero no recuerdo un partido en el que el equipo de casa llegue al descanso con dos jugadores menos por expulsión. Mucho menos en un campo como el Pizjuán pero, a lo visto, aún les duraban los rescoldos del derbi. O los futbolistas están muy nerviosos, o les piden un plus de agresividad, o la situación en la tabla les saca de sus casillas. Encajaron dos goles y con ellos la Real perdió un puntito de concentración e intensidad, hecho que los sevillistas aprovecharon, con dos jugadores menos, para recortar diferencias y volver a un partido del que estaban alejados.
Mikel Merino había dibujado dos pases espectaculares que Sorloth y Brais, una versión particular de Pirritx, Porrotx y Marimotots, no desaprovecharon. La oportunidad de enfilar el barco a buen puerto estaba servida. Pese a la superioridad numérica, era obligatorio mantener el punto de intensidad y concentración. Quizás hubiera sido bueno matar el partido, pero después de sumar tres puntos… Imanol entendió que había que enfriar al máximo la situación y el equipo quiso mantener el balón sin riesgos. Los locales buscaron los centros laterales, por entender que ese era el camino para la igualada. Las cosas se quedaron como estaban y el equipo sumó tres puntos más después de varios encuentros en los que no pudo con sus rivales. Ni antes, ni durante el juego y sus derivas, el partido fue fácil. La conclusión es sencilla. Basta mirar la clasificación. El equipo alcanza 26 puntos, quince más que su oponente. Echaron a Lopetegui y desde entonces no han mejorado mucho, la verdad. ¡Una caipirinha!