Víctor Esteban cuenta los días que faltan para el jueves, fecha elegida para su despedida como pelotari profesional. Será en el frontón San Lorenzo de su pueblo natal, Ezcaray, el mismo en el que debutó hace diez años con toda la ilusión del mundo. En 2020, Baiko decidió prescindir de él y de otros tres compañeros: Eskiroz, Laso y Mariezkurrena. Aquello fue el germen de una histórica huelga en la agencia bilbaína. Víctor regresaría después a la actividad de la mano de Aspe. que tras dos años contando con él, ha optado por no prolongar su contrato. El delantero riojano se va con la sensación de que podía haber seguido aportando cosas. Con sólo 30 años, seguirá jugando a pelota a otro nivel y lo compaginará con una nueva aventura laboral como apicultor, haciéndose cargo del negocio de un tío suyo. “Me encanta, estoy muy enganchado a ello”, señala.
¿Preparado para la despedida?
Con ganas. Es un día muy especial. Y todos estos previos están siendo también los días más bonitos de mi carrera, porque me están llegando muchos mensajes de cariño.
¿Ha saboreado especialmente estos últimos partidos disputados?
Sí. Cuando te haces a la idea de que esto se va acabar, valoras más las cosas. Estos últimos meses he sabido tomármelo de otra manera y disfrutarlo más.
¿Se ve con juego para haber seguido más tiempo como profesional?
Lo que sí veo es que no tengo ni problemas de manos, ni lesiones… Y a nivel deportivo me veía bien. Pero si la empresa no te da la oportunidad de entrar en competiciones, es más difícil demostrar que tienes nivel. En los partidos que me han estado poniendo durante estos dos años en Aspe, el porcentaje de victorias ha sido mayor que el de derrotas. Creo que he estado rindiendo bien y, de haberme dado la oportunidad de seguir, mantendría un nivel suficiente para jugar. Además, podría haber seguido apadrinando de algún modo a zagueros jóvenes, como Gaskue o Arbizu, ayudándoles en ese crecimiento deportivo y transmitiéndoles la profesionalidad que he demostrado. Pero la empresa tiene otro modo de entenderlo y no me queda más que asumirlo.
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En los últimos tiempos, la clase media del cuadro profesional lo tiene más difícil para mantenerse en la brecha. O eres un Primera consagrado o un chaval recién debutado en proceso de aprendizaje.
Así es. Con 30 años, si no juegas en Primera, parece que ya no tienes sitio. Han cambiado las cosas y para mí no para bien. Deberían mantener personas de mi perfil, porque dan más nivel a los partidos en los que intervienen los que debutan, ya que aportan experiencia para evitar que el juego se diluya por errores.
¿El momento más delicado de su carrera fue la huelga que sus compañeros de Baiko mantuvieron para protestar por su descarte y el de Laso, Eskiroz y Mariezkurrena?
Era una situación muy complicada para todos. Para nosotros, porque nos quedábamos fuera en un momento convulso, con pandemia, con mucha incertidumbre. Pero para los compañeros, el hacer ese esfuerzo era difícil. Apostaron por ello porque creían que era lo que debían hacer. Muchos de ellos han salido perjudicados de esa situación y, pese a todo, están orgullosos de haberlo hecho. De ello saco unas reflexiones muy importante para mi vida. Ahí me demostraron que estaban muy por encima de la amistad.
Curiosamente, Laso y Mariezkurrena son ahora las máximas figuras de Baiko.
Se hizo una muy mala gestión por parte de Baiko, pues dejaron fuera a los dos pelotaris con más proyección en ese momento. Mariezkurrena quizás aún no había consolidado su juego, pero Unai ya era una de las máximas figuras. Y no ha habido ninguna consecuencia en cuanto a la gestión de la empresa. Las cosas siguen igual. Yo no termino de entenderlo.
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¿Cómo ha quedado su relación con los responsables de Baiko?
Con los técnicos mantengo buena relación y con los compañeros también. Pero con Joserra Garai -director general- no tengo ningún tipo de trato. Desde la llamada para dejarme fuera no he vuelto a hablar con él y tampoco tengo ningún interés.
En la cancha, siempre ha sido un pelotari valiente en el juego. ¿Quizás demasiado?
Va un poco con mi carácter. Soy una persona impulsiva, nerviosa y quizás sí, en algunos momentos debería haber cambiado ese tipo de juego. Siempre quería ir hacia delante, jugar con agresividad… Quizás estos dos últimos años lo he cambiado. Puede ser cuestión de la edad. Ahora soy menos agresivo, planteo los partidos de otra manera, pero no me han dado oportunidad de jugar esas competiciones que, quizás ahora, sabría analizar mejor.
¿Qué partidos se le han quedado marcados, tanto para lo bueno como para lo malo?
Para lo bueno, el debut es el que me dio la oportunidad de tener un montón de buenos recuerdos. En el lado negativo no hay ninguno en concreto. Ha habido muchos que tenía encarrilados y que, por diferentes circunstancias, los he dejado escapar. En el Cuatro y Medio hice campeonatos muy buenos, estuve a punto varias veces de entrar en semifinales, pero no llegué a estar nunca. Y en el Manomanista, parecido.
¿Seguirá jugando en el campo aficionado o en agencias más modestas, como Garfe?
Sí, porque me veo bien. Tengo 30 años, es una edad muy buena para jugar, no tengo lesiones y me queda tiempo para disfrutar. Jugaré con el club de mi pueblo, el Nacional de clubes lo disputaré con el que lo hice en mi último año como aficionado, el San Cosme de Logroño. Y también tengo idea de jugar partidos con Garfe.
Víctor-Rezusta contra Altuna-Martija. Buen partido para despedirse.
Sí, demasiado bueno… Para mí jugar con Beñat es todo un lujo. Hemos jugado mucho juntos en aficionados y en profesionales ganamos San Mateo. Y es una de las mejores personas que he conocido en el mundo de la pelota. Y los rivales, lo mismo, tengo una gran relación con ambos.