Las personas que viven en un edificio con caldera comunitaria respiran un poco más aliviadas desde este pasado jueves, cuando el Gobierno de Sánchez anunció una batería de medidas para amortiguar el coste en las facturas de electricidad y gas. Entre ellas, se encuentra la incorporación de una tarifa regulada o tarifa de último recurso (TUR) para las comunidades con calefacción central, lo que supondrá un ahorro considerable en las facturas de gas de estos hogares, ya que el Ejecutivo calcula que puedan rebajarse “a más de la mitad”, según afirmó el jueves Sánchez en el Congreso de los Diputados.
En general, los consumidores tienen la opción de que el precio del kilovatio/hora (kWh) en sus facturas de electricidad o gas se establezca en el mercado libre (es decir, lo decida la compañía que le suministre la energía) o en el mercado regulado (donde el importe se decide a través del OMIE u Operador del Mercado Ibérico de Energía). Normalmente, el mercado regulado ofrece un precio más ajustado o menor, si bien puede subir mayor variación que en el mercado libre, ya que el importe cambia cada hora.
Actualmente, según informa a este periódico Javier Montero, presidente del Colegio de Administradores de Fincas de Gipuzkoa y Álava (CAFGUIAL), el territorio guipuzcoano cuenta con 560 edificios con calefacción central, lo que repercute a unos 25.000 hogares. Hasta ahora, estas comunidades de vecinos y vecinas solamente podían optar a las tarifas del mercado libre, ya que son consideradas una especie de “consumidores industriales” por superar el límite de 50.000 kWh consumos al año, que es el límite fijado para poder acogerse a la TUR. Algo que Montero critica, ya que “no dejan de ser una agrupación de particulares que está consumiendo gas”.
Pero, ¿qué es la calefacción central? Se trata de una caldera comunitaria que se encarga de suministrar el gas a uno o varios edificios a la vez, en contraposición con las comunidades en las que cada domicilio tiene su propia caldera individual. Normalmente, las que tienen caldera comunitaria tienen establecido activarla para la calefacción durante los meses de más frío y en un horario concreto.
En la actualidad, existen dos tipos de calefacción central. Por una parte, tal y como explica Montero, las de las salas de caldera “más antiguas”, que se construyeron sin ningún mecanismo de control para el consumo individual de cada vivienda y en los que todos los inquilinos e inquilinas iban pagando el mismo importe. Ahora hay una ley que les obliga a “poner repartidores de costes”, unos lectores en los radiadores de cada vecino para controlar el calor que emiten y pagar en consecuencia; pero no todos los edificios con el sistema antiguo tienen ya incorporada esta novedad.
Es el caso de los padres de Mari Carmen Palacin, que viven en Beasain, en un portal de 18 viviendas que comparte caldera con otros dos portales, lo que suma un total de 54 domicilios. “Mis padres llevan viviendo allí más de 40 años”, cuenta, al tiempo que añade que “algunos vecinos sí que habían dicho que querían poner cada uno su contador y que lo encendiera cada uno cuando quisiera”.
Esto que nombra es el segundo tipo de calefacción central, el de “las salas de calderas modernas”, como las describe Montero, en las que hay contadores individuales para cada vivienda y en las que se cuenta el consumo individual de cada hogar, que controla cuándo encender y apagar los radiadores a través de su propio termostato.
Así lo tiene instalado en su casa Oihana Rueda, que recibe el gas de su calefacción de una caldera comunitaria para su portal y otro más, que suministra en total a más de un centenar de viviendas. Esta vecina de Astigarraga pagó hace unas semanas una factura de gas de casi 250 euros, respectiva a los meses de julio y agosto, “sin calefacción ni nada”, lo que hace que se preocupe de lo que pueda llegar a incrementarse en invierno.
Cuando hablamos del pago del gas en las viviendas con caldera comunitaria, hay que tener en cuenta que se abona no solo el gasto de ese gas, sino también el de la “electricidad de las bombas que impulsan el agua” o el “mantenimiento” de las instalaciones, según explica Montero. Pero no solo eso; también existe el concepto que se conoce “disponibilidad”, que implica el hecho de que “tú puedas abrir en cualquier momento el grifo”; “ las calderas siempre están funcionando, para cuando tú demandes calefacción o agua caliente”, resume. Por ello, “puede darse el caso de que una persona no haya puesto la calefacción” y “tenga un fijo de 50 euros”.
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De momento, los padres de Palacin van pagando el coste del gas que consumen dentro de su cuota de comunidad mensual de 105 euros, que no solo va a parar a ese gasto, sino que también es “para la luz de la escalera” o “para el ascensor”. En su caso, un camión se encarga de llenarles el depósito, y cada llenado lo van pagando con el dinero que hay en la cuenta comunitaria gracias a las cuotas vecinales. “Este año todavía siguen pagando la cuota normal”, afirma; “cuando pongan la calefacción en marcha”, puede que tengan que tengan que pagar extra “o no”.
Rueda, en cambio, tiene diferenciada la factura dirigida al “pago de comunidad de 66 euros” y la del gas. En su caso, la empresa Giroa se encarga de suministrarles la energía, a raíz de lo que la factura incluye un concepto fijo de 20 o 25 euros que varía dependiendo “de los metros que tiene cada uno; yo pago más porque tengo terraza, aunque los metros de las casas son exactamente iguales”, unos 75 metros cuadrados.
Esta vecina, además, viene notando un incremento en su factura e los últimos meses, si lo compara con los mismos periodos del año anterior. A los 250 euros de este verano hay que añadirles la relativa a febrero y marzo, su ultimo importe “grande, grande”, ya que “casi llegaba a los 500” euros. Eso sin poner la calefacción “todo el día”. Su vecina, llegó a pagar “más de 500”, en una casa con tres niños.
Esta realidad la corrobora Montero, que indica que el pasado invierno los vecinos y vecinas con caldera comunitaria vieron como sus facturas se triplicaron y pasaron de 150-200 euros “a pagar 450-500 euros”.
Con esta situación, la preocupación entre esta parte de la ciudadanía es latente. “La gente está preocupada, a ver cuánto se va a pagar, si van a tener que subir la comunidad o van a poner menos horas la calefacción”, admite Palacin. “No sabían cómo se iba a gestionar”.
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“Yo ya estoy preocupada”, incide Rueda, con la factura de 500 euros en mente. “He estado mirando incluso no poner la calefacción”, confiesa; “mi tía trabajaba en una tienda de electrodomésticos y le pregunte a ver si sabía la manera más económica de calentar la casa”, en el caso de que los radiadores de enchufe o los de pellets lo fueran. “Cualquier cosa por no encender la calefacción”, concluye.
Tanto Palacin como Rueda se muestra contentas con el anuncio de la TUR para calefacción central del gobierno estatal. "Si hacen descuentos, me parece bien”, manifiesta la primera; “a mí, si me rebaja la factura el 50%, sería maravilloso”, dice la segunda. Desde CAFGUIAL también ven esta nueva medida “de una manera positiva”, según Montero, que insiste en que “lo que pedimos es que el precio de la tarifa regulada que se cree” se “acerque al máximo posible a la de los particulares”. Concluye diciendo que esto se ha conseguido “gracias a la presión que ha habido en los medios de comunicación y en los colegios de administradores de fincas” y que, aunque el gobierno “no nos ha dado el 100%,” de lo que reclamaban, “entendemos que igual no es posible”.