Bizkaia

Sí, mujeres tenían que ser

Esa coletilla que apostillan algunos de forma despectiva, se ha elegido como título del quinto libro sobre memoria histórica de Galdames, que recorre las vidas de once vecinas que en la dictadura trabajaron como las que más dentro y fuera de casa

Mujeres tenían que ser las que trabajaron incansablemente para sacar adelante a sus familias cumpliendo el proyecto de vida que había trazado para ellas la mentalidad machista del franquismo sacrificando sus propios sueños. Ese es hoy día el título de la quinta entrega sobre la memoria histórica de Galdames que el Ayuntamiento ha regalado a los vecinos por Navidad. Contiene las historias de once vecinas, muchas de las cuales asistieron a su presentación en el frontón del barrio San Pedro.

Desde que el proyecto arrancó en el año 2017 "no pensábamos en llegar hasta aquí", reconoció Marta Zaldibar, de la empresa Novélame, que ha llevado a cabo las entrevistas. Pero lo han hecho publicando sucesivos capítulos que han profundizado en la memoria del municipio, con temas como la educación o las fiestas populares en tiempos de posguerra. La mujer "ha sido desatendida y desfavorecida" y más cuando "Franco arrasó con muchos derechos civiles, en contraste con los avances logrados durante la Segunda República, pero la dictadura las relegó a los roles de esposas y madres ejemplares, inferiores intelectualmente y sumisas".

En el Galdames de la época "la mayoría solo podían aspirar a colaborar en las labores del caserío y el campo, coser o marcharse a servir a casa de gente acomodada". Pese a las limitaciones, "no permitieron que les arrebataran la dignidad", resumió antes de entrar en detalles sobre las vidas de las protagonistas del libro. La familia de Eli Terán regentaba un bar con tienda y restaurante. De todos los nombres propios que conforman la publicación, "ella fue la única que hizo el servicio social, una especie de mili para las solteras que quisieran estudiar o sacarse el carné de conducir". Para ella, "la moto representaba una herramienta de trabajo" y se convirtió en la primera chica de Galdames en obtener la licencia. Con el tiempo conduciría "un mini rojo" que en el municipio reconocían enseguida. Le hubiera gustado ser modista y llegó a abrir una mercería en Sestao, pero "lo abandonó para contraer matrimonio", al igual que muchas otras.

En este sentido, Edurne Avellanal encarnó la excepción a la norma, puesto que siguió trabajando con su madre y hermanas en el bar familiar de Montellano "que pisaron incluso obispos y eso que no había ni cocina". Se apañaban preparando la comida "en la casa de enfrente", como explicó la propia Edurne, que "durante 45 años" preparó "fritos, alubias y de todo". Otra vocación frustrada, en su caso de maestra, porque "a los 15 años" su padre le preguntó si podría echar una mano en el negocio. A diferencia de otras tantas mujeres, "con el tiempo adquirió cierta independencia económica al no haber abandonado nunca el empleo", destacó Marta Zaldibar.

Mariquilla, en realidad María García, nació en la localidad granadina de Arenas del Rey y "casi no acudió a la escuela porque cuidaba cabras y servía en casa de unos señoritos". Emigró a Galdames con su marido y cuando la mina cerró se dedicaron al ganado, cuidando de un rebaño de casi 200 ovejas.

La familia de Nortxu Ariznabarreta "tras la Guerra Civil decidió ganarse el sustento con la venta de leche, para lo cual venían a Galdames desde Santurtzi a recogerla". Ella acompañaba a su padre y hermano en el camión. Emprendedor nato, su padre "instauró una línea de autobús entre Santurtzi y La Cuesta". Una rutina que no conocía de fiestas, "ni siquiera el día que me casé, es más, llegué tarde a mi propia boda".

Angelita Arana, de 100 años, "trabajó hasta los 80 en la granja" y no pudo independizarse del todo porque su padre y hermanos reclamaban su ayuda. Laura Talledo sufrió las injusticias del tiempo que le tocó vivir, en su caso por ser madre soltera, pero encontró el amor y la comprensión de su marido. Rosi González regentó su propio taller de moda en su caserío y Mila Ruiz se erigió en "pionera del teletrabajo" cosiendo pantalones en casa que después pasaban a recoger sus jefes. Manuela Trabado dio a luz a nueve hijos y ayudó a nacer a muchos niños más en la comarca hasta la llegada del hospital de Cruces. La extenuante jornada de Mari Galdames se prolongaba desde las seis de la mañana hasta las 22.00 vendiendo productos del caserío.

Y Elvira Nieto cursó Bachillerato en Orduña y sacó el carné de conducir. Ironías del destino, "le encantaba hacerlo", pero debido a la mentalidad machista imperante "su padre cerró la empresa por falta de relevo cuando en su hija hubiera encontrado a la heredera perfecta".

"Cuando empezamos con los libros de memoria histórica en 2017 no esperábamos llegar hasta aquí"

"En aquella época las mujeres solo podían aspirar a colaborar en el caserío o en el campo"

Marta Zaldibar

Empresa Novélame

10/01/2022