"Soy la presidenta de la pandemia", bromea antes de entrar en materia esta neumóloga intervencionista, que accedió al cargo en noviembre de 2019, poco antes de que el coronavirus irrumpiese en Gasteiz. El HUA-Txagorritxu, epicentro de aquel terremoto que derivó en tsunami, es precisamente el hogar laboral de Tomás, también jefa de Neumología de la OSI Araba.
Acaban de cumplirse dos años del primer estado de alarma y el confinamiento. ¿Se esperaba entonces que esto duraría tanto?
–Nadie se esperaba ni siquiera la magnitud de la primera ola. Yo recuerdo que, cuando en enero –de 2020– empezábamos a hablar de lo que estaba pasando en China, pensábamos que era difícil que llegara aquí. Porque había pocos vuelos directos, por el control en los aeropuertos... y al final Vitoria fue la puerta de entrada del virus en la península.
Llegó, y vaya si llegó...
–Vaya si llego... Y además, no sabemos ni cuándo. Nosotros tenemos conciencia de los casos que empiezan a ingresar en el hospital y relacionamos directamente con el coronavirus. Pero en febrero el virus ya se nos estaba colando, porque nadie estaba pensando en él. De hecho, se esperaba que iba a ser la peor temporada de gripe de los últimos años. A posteriori, supimos que gente con anticuerpos había tenido el cuadro real de coronavirus en febrero. Se nos fue colando poco a poco hasta que todo estalló en marzo.
El personal sanitario lleva ya tiempo mostrando síntomas de agotamiento y hartazgo. ¿Es su caso?
–(Suspira) La primera ola, aunque suene raro, la vivimos con mucha ilusión. Era una situación nueva, un caos todo... pero desde el punto de vista profesional, a los neumólogos nos suponía un reto que nos mantenía activos las 24 horas intentando mejorar la asistencia. Todos estábamos en un perpetuo aprendizaje y con muchas ganas. Al verano de 2020 ya llegamos muy cansados. Y las siguientes olas han sido ya mazazos absolutos. Porque esa energía, esa adrenalina del principio, no la hemos vuelto a tener. Y cada ola ha ido pesando mucho más que la anterior. Omicron ha sido terrible.
¿El momento más duro?
–El momento más duro fue el primero, la primera ola. Pero porque no estábamos preparados. Ni los profesionales, ni la sanidad ni la infraestructura que teníamos. Los ingenieros del hospital nos decían que no iba a haber oxígeno para todos los pacientes, porque se nos congelaban las tuberías. Hubo que improvisar tanques. Ocupamos todo el hospital con una sola enfermedad que provoca insuficiencia respiratoria. Fueron momentos realmente difíciles. En una semana, llegábamos a mandar a la UCI a más del 50% de los pacientes que ingresaban en Txagorritxu. Y además, no sabíamos con qué tratarlos. Era todo ensayo-error. Había una gran incertidumbre porque no había conocimiento ni evidencia.
Estamos recuperando ya una normalidad que se parece mucho a los tiempos previos a la pandemia, pero sigue habiendo contagios, ingresos y fallecimientos. ¿Cómo describiría la situación epidemiológica actual?
–Si entonces era la incertidumbre por todo lo que teníamos, ahora es la incertidumbre por lo que pueda pasar. No creo que ningún médico sea capaz de aventurar nada ahora. Levantamos la cabeza demasiado pronto el pasado octubre, por ejemplo. Y nos vino el sopapazo de ómicrom, que nos dejó hundidos. Así que somos todos muy cautelosos a la hora de hablar. ¿Qué creo que va a pasar? Que vamos a ir pasando poco a poco y de verdad a la situación de endemia, si no llegan más variantes, la pandemia sigue en un descenso y como ahora, con una porcentaje muy alto de la población inmunizada.
¿Cree que nos espera una primavera tranquila?
–Ojalá, pero no sé si es más la esperanza que la creencia.
¿Cuándo debería llegar el momento de 'gripalizar' el covid?
–Después de este verano, si las cosas van como tienen que ir, se debería gripalizar ya. Debería ser un virus estacional y debería convivir ya como una enfermedad más dentro de los servicios de Neumología. Con ingresos como los que tenemos por gripe u otras patologías.
Dependerá, entonces, de que haya unas ocupaciones hospitalarias por covid manejables.
–Eso es. Habrá picos cuando el virus circule más, pero si se comporta como la gripe debería ser estacional. Veremos a ver... es un poco pronto todavía. Porque nos puede venir otra ómicron que nos dé la vuelta a todo.
¿Cuál es el perfil de paciente que últimamente está presentando cuadros más graves?
–Con ómicron hemos visto cuál es el perfil más susceptible. Hay un porcentaje de gente joven sin vacunar cuyo factor de riesgo principal es la obesidad. Sobre todo gente de 30 y tantos o 40 y pocos. Por otra parte, ómicron nos pilló sin tercera dosis en un grupo muy grande de pacientes sin factores de riesgo, de todas las edades, y que enfermaron de forma grave. Y en tercer lugar está el perfil de paciente frágil, que aunque se ponga todas las vacunas tiene ya un estado inmune de base que le hace ser poco respondedor. Son pacientes con enfermedades oncológicas, por ejemplo, y sobre todo hematológicas, como la leucemia o los linfomas. Y trasplantados también.
Usted saltó a las portadas cuando tuiteó que estaba "alucinada" con las teorías sobre las vacunas de algunos pacientes UCRI que luego no le preguntaban por los efectos secundarios de cierto fármaco. ¿Sigue viendo estos comportamientos?
–Por suerte, nosotros ya casi no tenemos pacientes con covid en la unidad de cuidados respiratorios intermedios (UCRI), que digamos que es el paso previo a la UCI. Hay algún paciente en el hospital, no tan grave, pero lo que es en la UCRI llevaremos diez días sin pacientes –esta entrevista se realizó el jueves–. Y los ingresos en UCI por covid son ya anecdóticos. Por ejemplo, los compañeros del Hospital Donostia no han visto más ingresos después de los brotes del Carnaval de Tolosa, con lo que parece que el virus se está comportando de forma más leve. Y las cosas han ido como deberían de ir. Todo esto ha hecho que se hable menos de este tema. Los antivacunas realmente han sido pocos, pero han dado mucha guerra.
Justo hace una semana hubo en Vitoria una manifestación muy numerosa contra estos "dos años de tiranía". ¿Qué le viene a la cabeza?
–Pues que no lo entiendo. No entiendo que alguien crea que el sistema de salud público quiera hacer algo en su contra. No me explico por qué. Creo que Osakidetza y el Departamento de Salud han tenido dos años de quebraderos de cabeza, intentando hacer las cosas lo mejor posible. Y por el bien de todos. Cuestionarse que lo que han hecho no es por nuestro bien sino por otra cosa... es mucho más entretenido que la realidad. Las teorías de la conspiración son más divertidas que la realidad.
Volviendo a la realidad, ¿sería partidaria de eliminar ya la obligatoriedad de la mascarilla en interiores?
–Yo creo que la mascarilla tiende a la extinción natural. Hace poco salí a cenar con unas amigas, después vas a un bar a tomar una copa y el 100% de las personas están ya sin mascarilla. Y no vemos que los contagios vayan aumentando. Yo creo que la mascarilla se irá eliminando de forma natural si esto sigue así. Pero van a ser muy cautos y será la última medida que se quite.
¿Qué deberíamos haber aprendido de esta pandemia?
–Tantas cosas... Porque por mucho que se dijera hace tiempo, de esta no hemos salido más reforzados. Ni tampoco hemos aprendido a valorar el trabajo de la gente. Y creo encima que hemos ido a peor. La población vasca tiene fama de exigente con la sanidad, y aunque creo que los neumólogos estamos bastante respetados, se ha sido muy injusto con los compañeros de atención primaria.