Vuelven a saltar las alarmas entre los propietarios de perros. Ya empiezan a verse las columnas de orugas procesionarias del pino (Thaumetopea pityocampa) bajando de sus bolsones en las ramas donde han pasado el invierno para enterrarse y completar su metamorfosis hasta el ejemplar adulto, la mariposa. Este año se ha adelantado este fenómeno, incluso algo más de lo que lo ha hecho en años anteriores. Lo normal hasta ahora este que las orugas se activaran con la subida de las temperaturas de marzo, pero unos inviernos cada vez más templados, especialmente este en el que nos encontramos, hacen que el ciclo vital de estos insectos se adelante.
La aparición en los caminos y jardines de estas orugas supone un grave riesgo para la salud de nuestros perros. Las vistosas orugas de cuerpo naranja y negro caminan en hileras por el suelo y llaman poderosamente la atención. El peligro reside en que están cubiertas por una capa de pelos urticantes, tricomas, que sueltan a la menor señal de peligro y resultan tóxicos por contacto.
Los efectos de esta toxina, la taumatopenia, van desde urticaria y reacciones alérgicas (no solo en perros, también en los humanos, así que ojo también con los niños, tan curiosos como los perros) en el caso de contacto. Pero los perros se acercan mucho para olfatear, llegando a lamerlas o ingerirlas, lo cual multiplica el envenenamiento, causando intensas y virulentas inflamaciones en las vías respiratorias que le lleven a la asfixia o necrosis en las mucosas de la boca, en la lengua o en el esófago. El incidente puede acabar con la muerte del perro en los casos más graves o con amputaciones en la lengua o la trufa.
¿Qué se puede hacer?
En caso de que haya contacto, la reacción del perro será rápida. Se mostrará agitado, inquieto, se le inflamara la zona afectada, ojos, cara y trufa. La gravedad dependerá de la intensidad del contacto. Lo indicado es llevarlo inmediatamente al veterinario, pero de camino se le puede lavar la zona afectada con agua templada para diluir el tóxico y hacerlo sin frotar para no extender ni romper los pelos que pudiera tener. El agua debe ser templada, ya que la fría aumenta la virulencia del tóxico. Como medida de autoprotección , usar guantes. Hay que emplear un
Para evitar todo esto, lo mejor es evitar los paseos por zonas próximas a pinares, especialmente si se ven entre sus ramas los inconfundibles nidos de estas orugas, bolas de hilo blanco rodeando las ramas de los pinos. En caso de tener que pasar necesariamente por un pinar infectado, llevarlos sujetos con la correa impedirá que se acerquen peligrosamente a estos insectos. No es recomendable ni pisarlos ni tratar de apartarlos con el pie ni con un palo. Las orugas soltarán pelos, y se calcula que cada una puede tener hasta medio millón, que pueden quedar flotando y acabar adheridos a la piel del perro o a la nuestra. También puede ocurrir que si se pisan los pelos lleguen a nuestra casa pegados al calzado.
El ciclo vital de la procesionaria del pino
Entre los meses de mayo y junio, al final de la primavera, esta mariposa sale del suelo donde ha permanecido como crisálida para completar su metamorfosis y comienza con su época de apareamiento, que dura hasta julio. A lo largo del verano irán poniendo los huevos entre la agujas de los pinos para que eclosionen entre agosto y septiembre. A lo largo del otoño las orugas se alimentaran del pino, causando grades daños al árbol. Cuando el invierno empiece a intuirse, en las ramas de los pinos comenzarán a aparecer los característicos nidos blancos donde pasarán el invierno. A partir de febrero y hasta marzo-abril, depende del clima, las orugas descenderán de los pinos para terminar su metamorfosis bajo tierra y recomenzar el ciclo en mayo.