Sara Zozaya (Donostia, 1995) se mueve a su ritmo. Y le va bien así. Encuadrada en un grupo de solistas y músicos vascos -en muchos casos mujeres, desde Verde Prato a Izaro- que transitan en diferentes géneros y terminan por definirse por sí mismos, tardó varios años en darle forma a su LP de debut, Nara (2023, Ainara). El disco se grabó en El Tigre Studios de Bilbao, bajo la supervisión y colaboración estrecha del músico y productor Jon Agirrezabalaga, y muestra la obra de una artista libérrima. Zozaya canta en euskera, inglés y castellano, además de navegar por estilos tan dispares como el post rock, la electronica minimalista o el ambient. Y para nada el resultado es un batiburrillo. Zozaya emociona desde la hondura y una escucha reposada, atenta, tal como ha sido concebida su música. La cantautora donostiarra estará este jueves 31 de octubre presentando su nuevo álbum en Altsasu, durante la inauguración de las jornadas que celebrará la organización Gazte Koordinadora Sozialista en la localidad navarra.
Sus actuaciones en directo varían mucho y mutan de una puesta en escena sobria a un concepto más coral y poliédrico. ¿Cómo son los conciertos de Sara Zozaya en este final de 2024?
-Es cierto que cada concierto es diferente al anterior. Siempre lo es por esa parte que no controlamos, que es el público, el entorno… La energía impredecible que nos envuelve. La parte que controlo intento adecuarlo a lo que intuyo que va a ser. El setlist también cambia cada vez.
Ha invertido varios años en darle forma a su primer LP, Nara (2023). ¿Se toma su carrera en solitario como un antídoto contra las prisas que rigen nuestras vidas o simplemente surgió así?
-Todo lo que hago lo hago con calma. Mis tiempos son lentos en general (hace poco una oyente me hizo muy feliz cuando justo describió de esa manera lo que percibía al escuchar mi música). Y sí, siento que todo va tan rápido que necesito que la vida pase delante mía y luego, cuando lo veo todo lejos, decidir qué y cómo hacerlo.
Novedades en Spotify los viernes, videoclips de todos los singles, remixes, stories en Instagram… ¿La industria musical vive atrapada en una vorágine de contenidos?
-Creo que aquí, en Euskal Herria, vivimos en un pequeño oasis. Digo pequeño porque obviamente las exigencias del sistema nos atraviesan, pero he visto cómo funcionan en otros lados y da muchísimo más vértigo.
Una carrera fértil y variada
A sus 28 años, Sara Zozaya es una artista joven pero con una trayectoria firme. Empezó en la música cuando apenas era una adolescente y a partir de 2016 se dio a conocer al frente del grupo de pop Nerabe. Con aquel proyecto de reminiscencias ochenteras grabó un LP titulado Toki-on (2018), que logró cierta repercusión. Zozaya también es cofundadora de la promotora y productora musical Gure Bazterrak, que tiene como objetivo “dar a conocer a nuevos talentos y apoyar a artistas ya consolidados en el panorama musical vasco”.
Su carrera en solitario se ha fraguado sin prisas, a fuego lento. Y sin importar demasiado el qué dirán o cuáles serían las repercusiones comerciales. En sus primeros singles y epés asomaba una voz tenue en inglés, que flotaba en ambientes nórdicos y minimalistas. Poco a poco, fue conquistando a un público sensible cada vez más numeroso. A medida que publica nueva música amplía sus horizontes musicales, apoyándose muchas veces en colaboraciones con otros artistas. Con la banda cordobesa Viva Belgrado, por ejemplo, uno de los grandes adalides de la música poshardcore en el Estado, colaboró en la canción Nana de la luna pena. Asimismo, Bengo, señalado desde el sello Oso Polita como el “futuro del pop euskaldun” participa en Maitia, uno de los cortes más destacados del último álbum de Sara Zozaya.
Su apertura musical y mental es común a otras muchas artistas y bandas vascas. ¿La escena actual en Euskal Herria es un modelo de vanguardia?
-Aquí creo que hay un circuito superbonito, y además siento que tenemos la suerte de que cada vez contamos con una mayor apertura musical. Lo de vanguardia tengo mis dudas. Más que de vanguardia hablaría de libertad artística, que no es poco.
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¿De verdad que antes de lanzar el álbum varias personas le dijeron que su hija se llamaba Nara? Carl Gustav Jung lo llamaría a eso sincronicidad…
-Son esas señales que aparecen en el camino y dices: “Vale, es por aquí”. Superbonito también.
Canta en Maitia, uno de los temas más destacados de su nuevo trabajo: “Sufritu gabe bizi nahi dugu / ta sufritzen dut”. La letra no deja mucho resquicio para la esperanza: ¿estamos condenados a sufrir en la búsqueda de la felicidad y del amor?
-Creo que es inevitable. En esta era de la autoexplotación nunca es suficiente. Alguien decía que perder el tiempo es revolucionario y siento que es totalmente así.
En una entrevista en ETB contaba que pasó vergüenza en la grabación de la canción Misty. ¿Con las letras demasiado personales se sufre porque uno se siente expuesto y revela una parte íntima suya?
-Sí, luego libera saber que las personas siempre lo miran todo desde su punto de vista. Esto ayuda muchísimo a que el relato sea diferente en cada escucha. Pero sí, cuesta sacarlo más que crearlo.
¿Cómo se fue fraguando la sintonía musical y personal con el productor y músico vizcaino Jon Aguirrezabalaga en El Tigre Studios de Bilbao?
-Fue un soporte clave desde los inicios y sigue siéndolo. Me permite ir al estudio con los deberes sin hacer. Solo con la idea. Y para mí eso es primordial para poder avanzar en una dirección interesante. Los mejores arreglos han salido de un fallo o un sin querer. Es como ir a jugar.
El fallecido músico donostiarra Rafael Berrio era poco dado a las alabanzas, pero dijo de usted: “Quien no conozca todavía a Sara Zozaya en escena va a experimentar el gran descubrimiento. Palabrita de honor”. ¿Cómo lo recuerda?
-No puedo evitar sonreír si pienso en él. Acabo de darme cuenta.
Su ‘alter ego’ enmascarado: Merina Gris
Los conciertos están envueltos en un halo de misterio. Han puesto a bailar a miles de personas en diferentes citas multitudinarias dentro y fuera de Euskal Herria, el Jazzaldia o el festival madrileño Mad Cool entre ellas. En 2025 Fermin Muguruza se los llevará nada menos que a París, en la gira internacional que celebrará sus 40 años de carrera musical. Los miembros del futurista combo donostiarra Merina Gris (Paskal, Julen, Mikel y la propia Sara Zozaya a la voz y los teclados) suelen tapar sus rostros cuando se suben a un escenario. Prefieren no desvelar demasiado los rasgos de su identidad. Cuanto menos se sepa sobre ellos, mucho mejor.
Merina Gris ejecutan lo que denominan “pop violento”, que se podría resumir en una vibrante música de baile dominada por los sintetizadores, con mucho autotune y que invita a mover los pies y agitar el cuerpo. Es la música de un mundo en descomposición que cantan con rabia pero también cierta esperanza en su primer LP, Zerua Orain (2022, Airaka). Una banda sonora que retrata el tiempo incierto que nos ha tocado vivir.