UN 62% de posesión, 21 remates, seis de ellos entre los tres palos, 13 córners a favor... Ateniéndose a los números, es complicado entender que el Athletic no anotara un gol, e incluso más complejo de comprender es aún que perdiera y hacerlo sin conseguir anotar. Pero el gol, como escribía Eduardo Galeano, “es el orgasmo del fútbol”. Decía el uruguayo que, “como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna. Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos”. El Athletic-Betis no fue un cero a cero, sino un 0-1. Porque al Athletic le cuesta horrores alcanzar la red. “El milagro se da poco”, que sostenía Galeano. “El gol, aunque sea un golecito, resulta siempre goooooooooooool en la garganta...”. Pero el Athletic está dejando mudos a sus aficionados.
Esta temporada, el equipo bilbaino ha disputado 17 partidos de liga en San Mamés. Los números son de asustar, si se recurre a ese discurso que casi nació con la primera piedra asentada para levantar el estadio del Athletic y que trata sobre la importancia de ejercer como local, sobre la trascendencia de convertir el feudo propio en un lugar temible para los visitantes. Es a lo que se aferran jugadores y entrenadores en cada nacimiento de una nueva temporada para aproximar los objetivos. Pues bien, los leones no han sido capaces de marcar un gol en más de la mitad de los partidos que han jugado este curso en La Catedral: 9 ceros en San Mamés de los 17 posibles. Con esa pobre cifra es impensable poder hablar de acceder a competición europea.
Cierto es que la tropa de Ernesto Valverde hizo méritos frente al Betis como para marcar, empatar e incluso podría ser debatible si para ganar, porque dispuso de ocasiones y el equipo de Manuel Pellegrini no fue ninguna oda al fútbol, sino más bien un Betis discreto, poco habitual, rezagado, que rentabilizó al máximo una tempranera confusión de la zaga bilbaina, con Dani Vivian y Mikel Vesga de protagonistas, sin grandes niveles de culpabilidad en ambos, pero culpables de algún modo. Y hay errores que se pagan caro, muy caro, sobre todo cuando el equipo no es capaz de resarcirse con goles.