Sin pívots, también privado de una rotación acorde a lo que exige una competición de tronío como la Euroliga pero, sobre todo, sin alma competitiva. Definitivamente nadie acude al auxilio del Baskonia más triste y sonrojante de la historia moderna.
Ni desde las altas esferas del club, con una inacción sorprendente a la hora de reforzar un plantel que pide a gritos la llegada de algún hombre alto, ni desde el banquillo con un Neven Spahija incapaz de brindar soluciones a tanto desaguisado, ni tampoco desde dentro del propio plantel, repleto de jugadores sin confianza y huérfano del imprescindible orgullo para evitar el escarnio de verse atropellado por cualquier adversario un día sí y al siguiente también.