Los gatos son independientes, tienen un carácter que si bien les permite en familia también hace que
necesiten su espacio y que se respeten sus condiciones. Pero también suelen vivir en colonias, por lo que se someten a unas reglas básicas de convivencia. Por esta misma razón pueden aprender una serie de normas que permitan la convivencia.
Por ello pueden ser adiestrados, pero no se debe caer en el error de que se puede usar las mismas técnica y recursos que con los perros. Son dos animales distintos.
De entrada, hay que saber distinguir entre un comportamiento que hay que corregir o cambiar de otro que responda a la propia naturaleza del felino. Hay que saber un gato trepa, persigue cosas, juega mucho y necesita afilarse las uñas.
Si el felino de la casa nos desespera con esto porque lo hace donde no nos interesa ni conviene, debemos ser conscientes de que reñirle no va a servirle de nada. Por ello será más útil ofrecerle alternativas donde subirse, donde rascar, juguetes que le estimulen más que los que encuentra por la casa. Así, una vez puestas a su disposición, con un poco de refuerzo positivo puede cambiar sus intereses.
Ante los intentos de adiestrar a un gato, además de tirar de paciencia hay que recordar que intentar disciplinarlo con u grito, con un golpe, encerrándoles en una habitación, quitándoles un juguete, con cualquier una medida que no inmediata al hecho que lo justifique no va a servir para otra cosa que para que se vuelva desconfiado con su compañero de casa, para que lo rehuya o, en el mejor de los casos, para que repita esa acción cuando nadie lo mire.
Las que siguen son algunas pautas que deben seguirse para logra el efecto deseado.
- La inmediatez es clave. Es importante insistir en que los gatos, al igual que los perros, deben recibir la reprimenda en el preciso instante en que acometen la acción no deseada. Hay que reñirle cuando se le pille en el acto. No tienen ni memoria ni capacidad para comprender que es por algo de hace un rato.
- El poder del ‘no’. La palabra adecuada para regañar a un gato es un no firme y contundente. A poder ser siempre con el mismo tono tajante para que interiorice mejor la orden. Nada de suavidades ni razonamientos, solo un no mirándole fijamente a los ojos. Puede repetirse una vez,pero ya. Para ahondar más, se le puede sostener la cabeza e inclinársela hacia abajo, pero con suavidad.
- Constancia y consecuente con las normas. El gato puede ser muy cabezota, por lo que no hay que ceder: si es que no es que no. En el momento en que se ceda se habrá perdido ese asalto.
- La agresividad no es firmeza. Agredir a un gato o gritarle de forma violenta no corregirá su comportamiento, sino que hará que el animal rechace, tema y rehuya a su humano. Además puede limitarse a hacerlas cuando nadie le vea.
- El refuerzo positivo. Premiar los buenos comportamientos es la mejor forma de asegurarse de que los interiorice en lugar de optar por las travesuras. También hay una cara b de esta técnica, que es el refuerzo negativo. Se trata de asociar la acción no deseada con algo que le desagrade, como puede ser un rociador de agua o un sonido fuerte. Eso sí, debe actuarse con inmediatez y sin que pueda asociarlo al humano. También puede aprovecharse de los olores que le desagraden, como la lavanda, el romero o la ruda. Esto es especialmente útil en caso de ventanas y balcones.