La noticia de que Antonio Sivera sería la apuesta del Deportivo Alavés para ocupar su portería esta temporada generó muchas dudas. Tanto por la propia trayectoria del alicantino, quien, en sus cinco campañas como babazorro, había dejado sensaciones más negativas que positivas, como por el hecho de ser el sustituto de Fernando Pacheco, cuyo desempeño en Mendizorroza, aparte de convertirle en el mejor guardameta de la historia albiazul, había supuesto que nadie se preocupara por lo que pudiera pasar entre los tres palos.
Una inquietud que reapareció con los rumores, posteriormente confirmados, de la salida del pacense a la máxima categoría y que, además, se intensificó sobremanera durante la pretemporada, cuando Sivera, al que jugar más de un partido de manera consecutiva debió parecerle algo así como descubrir un nuevo mundo, se mostró inseguro en muchas de las acciones que necesitaron de su intervención. Y eso sin dejar de lado, por otra parte, que Jesús Owono, la alternativa, no dudó en llamar a la puerta de la titularidad.
Desde entonces, por si la mencionada sombra de Pacheco no fuera una losa lo suficientemente pesada, todos y cada uno de los movimientos de Sivera han sido observados con lupa. Algo que, si hubiera cometido algún error grave, hubiera generado un mar de críticas, pero que, sin embargo, no parece haber lastrado demasiado al alicantino, quien, a lo largo de estas seis primeras jornadas, ha ido mostrando cada vez más todas esas facultades que se le presuponían cuando fichó por el Glorioso en 2017.
Una de ellas, la que más está ayudando a este Alavés de Luis García, es su labor bajo los palos. Al igual que su legendario predecesor, Sivera cuenta con grandes reflejos y estos le han permitido evitar ya varios goles que, a la vista de que el conjunto babazorro gana todos sus partidos por solo un tanto de diferencia, seguramente hubiera significado perder algún punto más por el camino. Y tampoco se debe olvidar, por otro lado, su valía con el balón en los pies, que es una aptitud muy interesante para un equipo que quiere dominar.
Buena muestra de lo anterior es, por ejemplo, el partido del pasado domingo. Ante el Huesca, y en el Paseo de Cervantes, el de Jávea impidió, entre otras cosas, que Soko abriera la lata y diera ventaja a los visitantes en el marcador. Algo que, si hubiera ocurrido, habría cambiado por completo la narrativa del encuentro, obligando al Glorioso a dar un paso al frente que la escuadra aragonesa podría haber aprovechado para salir al contraataque. En definitiva, una gran estirada, como las que ya había hecho antes, que cambió el rumbo.
No obstante, las diferentes y decisivas intervenciones de Sivera difícilmente van a ser suficientes en el corto plazo. Para disipar por completo las dudas que aún muchos tienen sobre él, el alicantino va a tener que seguir progresando cada día, al igual que sus compañeros y tal y como ha pedido Luis García en varias de sus comparecencias. Va por el buen camino, no cabe duda, pero la exigencia siempre va a ir in crescendo, pues no hay nada más complicado que tener que ocupar el lugar de una leyenda viva.
Camino por delante
Su principal tarea pendiente, en ese sentido, no es otra que mostrarse más decidido, porque el fútbol, muchas veces, es cuestión de sensaciones. Una lucha consigo mismo que se gana con la acumulación de minutos, lo que le ha sido imposible durante la mayor parte de su etapa en Vitoria-Gasteiz, pero de la que ahora tiene todo a su favor para salir adelante. Tanto por la dinámica del Alavés, la cual no puede ser más positiva, como por la confianza que el técnico madrileño ha depositado en él desde el principio.
Decisión, por cierto, que debe verse a la hora de dirigir a sus compañeros, quienes necesitan sentir que tienen un líder detrás; y, sobre todo, en las salidas, que continúan siendo el principal motivo de preocupación a la hora de analizar el rendimiento de Sivera. Ahora bien, cabe mencionar que, aunque el de Jávea alcance ese punto óptimo, seguirá sin ser del agrado de algunos alavesistas, porque en este deporte, incluso más aún que en la vida cotidiana, es misión imposible agradar a todo el mundo.