El Partido Nacionalista Escocés, y nosotros, que lo quisimos tanto. Fue nuestro espejo cuando, hace algo más de un decenio, consiguió que el culebreante primer ministro británico, David Cameron, se mostrase como demócrata del copón de la baraja y se jugara a cara o cruz un referéndum sobre la continuidad del histórico reino bajo la égira de Londres.
Es verdad que, por los pelos y gracias a un voto que podríamos llamar “del miedo”, el unionismo ganó la consulta, pero ahí quedó el toque de atención. Solo era cuestión de tiempo, parecía que no de mucho, para que se consumase la secesión. El Brexit, nada compartido en la nación de Braveheart, parecía la oportunidad propicia para jugar el definitivo partido de vuelta. Pero no fue así.
Deriva irreversible
En los diez años que han pasado desde el momento de máxima efervescencia independentista, el SNP ha ido deslizándose por una pendiente que en los últimos años ha sido un caída en vertical.
Y eso que, durante un tiempo, se consiguió tapar que la abrupta dimisión de su líder indiscutido e indiscutible, Alex Salmond, tuvo como origen catorce acusaciones de acoso sexual, dos de ellas, de violación. Aunque en 2020 fue absuelto de todos los cargos, en el correspondiente juicio se escucharon los testimonios descarnados de mujeres que lo acusaban de actuar como un depredador. Y él mismo reconoció que no supo gestionar sus “relaciones personales”.
Su sucesora, Nicola Sturgeon, se mantuvo al margen del proceso, mientras, contra cualquier pronóstico, consiguió que fuera creciendo su proyección hasta ser reconocida como la figura que llevaría a Escocia a recobrar su soberanía.
Sin embargo, hace apenas un año, Sturgeon se hizo a un lado por unas supuestas “razones personales” que enseguida se revelaron como un escándalo financiero junto a su marido, amén del error de apoyar una ley sobre identidad de género que no midió sus consecuencias.
Deprisa y corriendo, tomó su relevo Humza Yousaf, que ha pasado estos meses sorteando mil y un huracanes hasta que el lunes anunciara su dimisión al saberse falto de apoyos. Es verdad que ayer los miembros de su gobierno superaron una moción de censura por los pelos. Pero la deriva se antoja irreversible.