Como venía a decir el miércoles el editorial de los diarios del Grupo Noticias, entre la prevención y el alarmismo hay una fina línea que no se debería traspasar. Se refería a lo que entonces era una filtración -ahora confirmada- sobre los planes de la UE para aumentar la seguridad y la protección de sus ciudadanos. O, con mayor concreción, a la medida que más ríos de tinta, bits y saliva está haciendo correr: la petición de que los residentes en cualquiera de los 27 estados de la Unión dispongamos en nuestros hogares de un kit de supervivencia con autonomía para 72 horas.
Como ya escribí por aquí, desde que tuve conocimiento de la noticia se instaló en mi cerebro aquella canción-chicle de los ochenteros Polanski y el Ardor que, en su pegadizo estribillo, preguntaba: "¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?". Resulta imposible no retrotraerse a la Guerra Fría y a aquellos búnkeres antinucleares que, por fortuna, nunca tuvieron que probar su eficacia. A la vista de los propósitos de las autoridades europeas, cabría versionar el tema interpelando al personal sobre lo que haría ante un ataque preventivo de la Rusia de Putin o, en su defecto, frente a una emergencia climática o una amenaza de cualquier tipo. La respuesta nos la dan hecha: aprovisionarnos de víveres no perecederos, agua, medicinas y recetas, pilas, baterías, copias de documentos, una linterna, una radio de onda corta y otro puñado de enseres básicos para aguantar durante 72 horas. ¿Por qué tres días y no dos, cinco, diez o treinta? La versión optimista es que se descarta que la crisis pueda durar más. La pesimista, que si dura más, se da por hecho que no conservaremos el pellejo y, en tal caso, qué más da. Como acaban de ver, y aunque era todo lo contrario de mi intención, he acabado tomándomelo a chacota cuando se supone que este asunto es muy serio. Otra cosa es que los mandarines de la UE lo hayan anunciado de un modo que es de todo menos serio.