Solo el misterioso embrujo que rodea al Bernabéu puede con una gran Real Sociedad

Las cosas que se repiten de forma cíclica no son casualidad. O quizá sí. Ayer, ese misterioso embrujo que rodea al Santiago Bernabéu y a su inquilino el Real Madrid, volvió a aparecer cuando el equipo de Carlo Ancelotti estaba contra las cuerdas. Se jugaba el minuto 80 y el gol de Oyarzabal, con la colaboración de Alaba, tercero de la Real, metía al equipo txuri urdin en la final de la Copa del Rey.

No fue así porque primero Bellingham y después un cabezazo de Tchouaméni a la salida de un córner, en la jugada previa no se señaló un fuera de juego de Mbappé que hubiera evitado esa jugada posterior, volvieron a poner por delante a los blancos. Mikel Oyarzabal llevó el encuentro a la prórroga y, a falta de cinco minutos para el final fue Rudiger, con otro remate de cabeza a la salida de otro córner, el que dejó sin opciones a una ya muy cansada Real.

Pero hay algo que se escapa al entendimiento terrenal y que solo ocurre en ese escenario. Han sido numerosas las remontadas del Real Madrid en los minutos finales de los partidos. Y ante equipos muchos de ellos de gran nivel. Le ocurrió al Manchester City de Guardiola, al Chelsea, al Bayern de Munich, al París Saint Germain, todos ellos en la Champions. Ahora la Real ha probado lo que se siente cuando se acaricia el éxito y, de repente, te lo arrebatan.

Fue una Real Sociedad brava, competitiva, intensa y que se aprovechó en grado sumo de un Madrid muy blando en defensa que, además, concedió dos goles, ambos de Alaba, en propia puerta. La Cartuja no vera a la Real en la final del torneo. Una lástima porque ayer mereció eliminar a un equipo tocado por unos dioses que tienen la costumbre de pasearse por el Bernabéu cuando el Madrid más lo necesita.