En su más reciente obra, Quedará el amor, Alice Kellen aborda temas universales: cómo el pasado nos define, la complejidad de las relaciones humanas y la capacidad del amor para prevalecer incluso en los momentos más oscuros. A través de sus palabras, descubrimos su profunda conexión con la literatura y su visión optimista de los libros en la vida moderna.
En su nueva novela, el pasado de Cedric y su amor de juventud son fundamentales para su conexión amistosa con Margot. ¿Cree que el pasado siempre encuentra la forma de volver a nuestras vidas y redefinir el presente?
El pasado tiene que ver con los recuerdos y nosotros somos el resultado de lo que hemos vivido. A lo largo de nuestra vida vamos dejando ventanas medio abiertas que cuando viene el viento más fuerte terminan por abrirse. Esa tendencia a regresar y echarle un vistazo a todo lo que nos ha quedado pendiente es inevitable.
Margot vive una vida llena de responsabilidades, renunciando muchas veces a sus propios deseos. ¿Todos merecemos una segunda oportunidad para reencontrarnos con nuestra esencia?
Sí, aunque creo que nunca llegas a concluir la búsqueda de la esencia. Conocerte a ti mismo, saber quién eres, hacia dónde quieres ir... es complicado, porque es una búsqueda constante. A medida que van pasando los años te siguen sucediendo cosas, en la vida hay duelos, hay enfermedades, hay desengaños, sueños truncados e ilusiones perdidas. Cuando te enfrentas a todas estas cosas y haces un poco de introspección, consigues redescubrirte en el espejo.
La relación entre Cedric y Jane está marcada por el contexto de la Segunda Guerra Mundial, por lo que se trata de un amor que florece en medio del conflicto. ¿Diría que, a veces, las situaciones más difíciles sacan a la luz el lado más puro del amor?
De las sombras, las grietas y lo roto salen grandes cosas. En momentos trágicos el amor es muy poderoso, brilla más en todas sus variables. Soy valenciana y lo que ha pasado allí ahora es un ejemplo perfecto, de algo tan catastrófico y triste ha surgido tanto amor por parte de los vecinos y de la gente de fuera... Muchas veces lo malo también despierta al amor.
Hablando de relaciones, las que se dan entre padres e hijos no son tan idílicas como nos suelen hacer ver. ¿Cuál era su intención a la hora de mostrar los malentendidos que en ocasiones se interponen entre generaciones?
Es algo muy complicado. Hay un momento de la novela en el que el hijo dice que “un padre es una luz y un padre es una herida”. Creo que es así y que es difícil porque como padres somos el resultado de cómo fueron con nosotros cuando fuimos hijos. Conforme vas creciendo te vas dando cuenta de que tus padres no eran solo tus padres, sino que eran dos personas humanas con sus miedos, anhelos, dudas, tristezas y decepciones, y comprendes mejor por qué a veces se comportan de cierta manera. Somos el resultado de lo que hemos vivido y luego lo proyectamos en nuestros hijos. Te puede pasar incluso lo contrario, que tengas una mala experiencia con tus padres y luego quieras hacerlo todo tan bien que los sobreprotejas y mimes demasiado, y que eso tenga algún efecto negativo de vuelta. Todo lo que tiene que ver con el ser humano es complejo y creo que la clave es conseguir un equilibro entre luces y sombras.
Dos millones y medio de lectores es una cifra sorprendente. ¿Qué importancia cree que tienen los libros en la vida de las personas?
Para mí los libros lo son todo, son mi refugio y los espejos en los que verse y en los que ver, a veces, a otros. Creo que todos los que leemos sabemos que somos muy afortunados por tener esta afición en nuestras vidas, aunque está un poco infravalorada.
No obstante, la lectura ahora está tomando más repercusión, sobre todo en redes sociales...
Sí que es verdad que en mi adolescencia nunca tuve una amiga a la que le gustase leer y siempre pensé que sería maravilloso poder leer una novela y recomendársela a alguien. Pienso que ahora mismo sí que se han creado comunidades de gente joven y me parece algo muy positivo. Al final los libros no pueden ser solo para un público selecto, tienen que ser para todo el mundo y a cuanta más gente lleguen mejor.
Tal y como le sucede a Cedric, ¿por qué cree que solo al final de nuestras vidas somos capaces de ver nuestros errores?
A sus casi 80 años de edad tiene el mapa completo de su vida y puede ver todas las carreteras. Sabe las que dejó atrás, las que no pisó y todas las que sí. Hay algo que tiene que ver con la conciencia de uno mismo y con ser capaz de ser sincero con lo que eres. Para mí eso es la fortaleza, en las personas que son débiles, en sentido negativo, hay un abismo visible entre quienes dicen ser y quienes son. Creo que es muy difícil salvar eso, pero cuando reconoces una fragilidad y la haces tuya, ya estás al menos intentándolo.