La igualada que ha registrado el encuentro refleja bastante fielmente el devenir de una batalla más intensa que vistosa. Athletic y Betis se han dedicado a correr mucho sin que el sudor les alcanzase para imponer su ley. Ha faltado inspiración, precisión y acaso decisión para opositar a la victoria, en uno y otro bando. No han faltado alternativas y por momentos ha habido indicios de que alguno acabaría por inclinar de su lado la contienda, que en líneas generales ha discurrido por los derroteros que le interesaban al conjunto de Ernesto Valverde. Al menos, su imagen, en una versión básicamente industrial, ha resultado más reconocible que la del Betis, acostumbrado a generar fútbol, algo que este jueves le ha costado más de la cuenta. En ello ha tenido que ver, por supuesto, el tesón, el orden y el derroche de un Athletic que así todo alberga motivos para sentirse más contento con el resultado.
Un equipo que en casi cien minutos no consigue poner un balón entre los tres palos ni obliga al portero rival a realizar una parada decente, no puede quejarse del 0-0. Por ahí sí que el Betis ha acumulado razones para el lamento, puesto que Simón tuvo que responder a media docena de tiros. Para decirlo todo, ninguno demasiado complicado, más por ineficacia del delantero que por la situación, alguna muy nítida para mover el marcador. El partido ha ido adquiriendo olor a empate, que con el paso de los minutos ha derivado en tufo. El equilibrio ha persistido hasta el último pitido del árbitro, nada de lo presenciado ha merecido que hubiese un ganador, aunque el fútbol a veces sale caprichoso y arruina todo el trabajo hecho.
Lo que se ha visto, ha podido anticiparse en alguna medida. La alineación inicial transmite el tipo de partido que el entrenador tiene en mente y qué opciones concede a su equipo y al adversario. Aunque luego, con cinco cambios permitidos, sea posible variar o transformar el plan original en función del juego o el marcador. En el Villamarín han coincidido por primera vez Dani García y Vesga, se supone que para dificultar la creatividad y la tendencia del Betis a reunir mucha gente en la franja central. Tan llamativa como la presencia de este dúo resultó la suplencia de Iñigo Martínez, pese a no ser la primera. Esta decisión podría tener su trama particular, pero volviendo a lo del medio del campo, cómo interpretar que Valverde apostase por dotarle del perfil más conservador justo el día en que Pellegrini diseñaba una zaga de urgencia recurriendo a Félix, del filial, por las bajas de Pezzella, Edgar y el medio de cierre Guido Rodríguez, así como por la poca fiabilidad de Víctor Ruiz, recién salido de lesión.
Pronto ha quedado claro lo que buscaba Valverde: presión altísima para obligar al rival a salir con un balón largo dirigido a Borja Iglesias y entonces recuperar rápido con Dani García y los centrales asentados en la divisoria. Desactivados Fekir y Canales, el Athletic ha estado cómodo, dominaba en lo posicional, aunque no ha terminado nada en ataque. Menos aún ha propuesto el Betis, sin embargo los dos únicos balones que han llegado a portería han sido suyos, el más comprometido ha nacido de un error grueso de Yuri, Luiz Henrique ha chutado muy centrado desde la frontal. En ambos ha reaccionado bien Simón. Los tiros rojiblancos, de Yuri y Sancet, han sido neutralizados por defensas, al igual que un pase de la muerte a cargo de Iñaki Williams despejado al límite por Luiz Felipe. Esto último ha ocurrido cerca del descanso, quizá en la fase más entonada del Athletic.
La perseverancia colectiva sin balón y las vías abiertas gracias al poder de intimidación de los Williams, con apoyos constantes de los laterales, han desfigurado por completo al anfitrión. La verdad, el Betis ha ofrecido una versión de sí mismo muy rebajada. Impotente para amasar posesión, su gran arma, ha tenido que centrarse en currelar, en evitar problemas serios en el área. Cabría afirmar pues que el Athletic ha acumulado más méritos, no en vano la cosa ha discurrido más o menos como había previsto, a falta de brillantez ha tenido mayor soltura y el mando de las operaciones. Eso sí, el partido, su desenlace, seguía en el aire a la conclusión del primer acto.
La película ha experimentado un giro desfavorable a la vuelta de vestuarios. Ha dado el Betis un paso adelante, han empezado a aparecer Carvalho, Fekir, Álex Moreno, a elaborar y aproximarse. Luiz Henrique ha puesto a prueba a Simón en dos acciones inquietantes. El asunto cogía mala pinta, pero la tendencia se ha interrumpido con los cambios. Ha cogido aire el Athletic, la pelea se ha trasladado a una zona intermedia y ha dado la impresión de que el desgaste se cobraba mayor factura en las filas del Betis. Eso sí, las oportunidades de gol han continuado cotizándose muy caro.
Enfilado el tramo final, también se ha observado un incremento de la tensión, el empate se antojaba irremediable, ninguno quería perder el punto de mala manera, el fruto de una entrega sin reservas. Ha habido un par de centros venenosos sin rematador, de Yuri y Joaquín, un golpe franco de Willian José, que ha despejado Simón, el mejor entre los rojiblancos, si bien ninguna de la media docena de intervenciones ha sido excesivamente comprometida y en el añadido a Luis Felipe, el hombre del partido, impecable en el cruce toda la tarde, se le ha ido la olla y fue expulsado con roja directa por una fea entrada sobre Muniain. Todavía ha dispuesto de un balón Nico Williams a centro pasado de Berenguer, pero ha llegado muy forzado, ha golpeado con el cuerpo y la pelota se ha marchado alta.