Cuando una hora antes del partido de ida de las semifinales de Copa ante Osasuna se conoció el once inicial del Athletic, todas las miradas apuntaron de nuevo a la pareja de centrocampistas. A Dani García y Mikel Vesga; la dupla a la que el vestuario apoda con cariño los terroristas, conocedores del runrún que genera en la grada cuando se conoce que ambos van a actuar juntos de inicio. Ernesto Valverde tuvo a bien alinear a ambos para tener más consistencia y darle solidez a la zona ancha. Así lo reconoció después en sala de prensa. No lo ocultó. El objetivo, tras el desastre generalizado ante el Girona, parecía claro: minimizar riesgos, recobrar el orden perdido y sobrevivir a los arreones del equipo navarro. Y la idea funcionó, aunque el resultado final no fue para nada el deseado. Lo que falló fue el ataque, del que no hubo noticias, salvo en un ejercicio de amor propio en el tramo final del partido. El Athletic suspendió en esa parcela, la que acostumbra a ser decisiva y en la que deberá estar mucho más atinado si dentro de 33 días quiere remontar la eliminatoria y plantarse en su tercera final en cuatro temporadas.
Todas las buenas intenciones exhibidas en la primera mitad por el conjunto rojiblanco, que mantuvo el orden pese a algunas imprecisiones, lógicas en un encuentro con tanto en juego como el de anoche, se fueron al traste en un instante tras la reanudación. Dos errores en cadena, de Óscar de Marcos primero y de Dani Vivian acto seguido, permitieron que Abde abriera el marcador y que Osasuna llegue a San Mamés con ventaja en la eliminatoria.
Fue cuando al Athletic le tocó atacar en el momento en el que se vieron sus carencias, que las tiene bastante bien ubicadas, especialmente en estos últimos partidos. A los leones les costó un mundo llegar con peligro a las proximidades del área defendida por Sergio Herrera. Las imprecisiones en ataque del primer acto, en el que únicamente Alex Berenguer pareció tener una chispa y una capacidad de desborde distinta a la del resto de sus compañeros para generar peligro, se convirtieron en un quiero y no puedo, sobre todo cuando en los minutos finales el Athletic se lanzó en busca del empate. Ese que nunca llegó.
Tampoco es que el conjunto rojillo anduviera muy fino en la búsqueda del gol, pero acertó en la que tuvo, que fue suficiente para afrontar con ventaja el choque de vuelta, lo que a día de hoy les sitúa más cerca de la final. Pero como el análisis que toca es el del Athletic, su suspenso en ataque viene dado porque únicamente realizó dos disparos a puerta en los 90 minutos del choque. Y lo peor es que para que alguno de ellos hubiera acabado en gol al conjunto rojiblanco se le tendría que haber aparecido el Altísimo.