Bilbao tenía ganas de volver a celebrar Santo Tomás. Hoy la gula no es pecado en la zona de El Arenal, ni detrás del Arriaga. De hecho, ¡se la echaba de menos! En el ambiente se percibía desde la mañana, que parece acompañar a llenar vasos, manos y bolsas. Y, es que, no era para menos, los estímulos atacan a los sentidos. Imposible esquivar el olor del chorizo asado o que la vista no despertara al gusto viendo una botella de txakoli o sidra.
A las costumbres, muchas veces, hay que respetarlas. Y más, después de dos años sin probarlas. Los indispensables de Santo Tomás vuelven con fuerza en su edición número 73. Si llegan al final de la fiesta o no han tenido tiempo de darse un paseo las más de 230 casetas y los más de 135 productores, aquí va un repaso.
A las once de la mañana, todavía era un poco pronto para sacar el vaso y la botella a pasear. Mikel de la Bodega Talleri Berria, ubicada en Morga, ofertaba txakoli vizcaino y dadas las horas se quejaba de que “la cosa iba un poco floja”. Sin embargo, los pintxos que había en este puesto para hacerle compañía al trago parecían volar por minutos.
Los y las más sanas o quienes llevaban intenciones de aguantar hasta tarde quizá preferían a esas horas algo ligerito. Al lado de este puesto, estaban Zuriñe y Alberto de Lurreder, baserri de Amurrio. “Somos productores de verduras pero con el excedente elaboramos procesados como conservas, mermeladas…”, explicaban. Pero en su puesto, lo que arrasaba por todo lo alto era el zumo: de manzana, de zanahoria etc. “Lo mezclamos con lo que se pueda: hierbaluisa, menta o con lo que haya ese año”.
PARA CASA Y PARA EL MOMENTO
Algo antes de las doce del mediodía fueron horas para hacer acopio de abastos para casa. Con mayor o menor fortuna. Como Mariela y Luis. En sus bolsa había espacio para pan, queso y huevos; y en la mano, hueco para una sidra. Abastecidos, sí, pero “veníamos a por gallinas y nos vamos con las manos vacías. Extraño lo de antes”, decía ella.
Mucho más contento estaba Odei, del baserri Bildotxi, de Muskiz: “Los huevosestán teniendo muchísimo éxito”, afirmaba este joven productor. “Para que os hagáis una idea hemos llegado cargados con seis cajas que tenían treinta docenas cada una. Ahora, a las doce, solo me quedan dos”, explicaba sonriente.
Igual de feliz, pero con la carne, más concretamente con el cerdo, estaba Piedad Orue, de Morga Harategia: “Este año ha sido un auténtico boom. La gente está con muchísimas ganas y eso, a nosotros, nos hace estar muy contentos”, reconocía mientras no paraba de cortar y poner costilla, chorizo, morcilla de verdura o arroz o lomo “todo adobado con chorizo pimentero, a la vieja usanza”.
Y si se habla del contenido, habrá que hacerlo del conjunto completo. El área de talos se encuentra detrás del Arriaga y en los tinglados de El Arenal. “Creo que este año está siendo algo flojo. Pienso que mucha gente no se ha dado cuenta de que estrenamos zona”, se quejaba Sonia en el puesto de Peñascal Kooperativa. “Me pedían ocho euros por un talo y he dicho que no, que me iba a por un txoripan”, sentenciaba indignado Oskar.
Roberto y Pedro empezaron antes de las diez de la mañana. A la una, llevaban dos trozos de pastel vasco en la mano (2 euros cada uno) y “un talito, cuatro txakolis, varias gildas, queso y ahora, el postre”, decía uno de ellos. ¿Más dinero en la cartera para venir? “Después de dos años, ni nos acordamos, ni nos importa”, respondía tranquilo el otro.