Donostia – "Cuando llegamos a urgencias, me atendió un doctor, muy nervioso, que empezó a gritar ¡Otra! ¿Pero qué ha pasado hoy? ¿Se han vuelto locos o qué? Lo comentó con dos ertzainas delante, a los que estaban atendiendo por unos golpes leves". Es el testimonio de María Martín, una donostiarra que también fue herida de gravedad en las cargas policiales que se produjeron en los prolegómenos del partido de Champions ante el PSG, en marzo del pasado año. La "otra" a la que se refería el médico era Amaya Zabarte, de sobra conocida por todos, que en ese momento se debatía entre la vida y la muerte en la UCI al sufrir varias fracturas en el cráneo, además de un edema subdural en la cabeza tras recibir el impacto de una bala de foam.
El caso de esta joven, que ha querido dar el paso de contarlo una vez que, al igual que en el caso de Amaya, la Audiencia de Gipuzkoa ha instado al juzgado de guardia número 4 a investigar de nuevo, también está marcado por haber recibido un fuerte impacto de otro proyectil en el ojo en los momentos previos a la vuelta de la eliminatoria ante Mbappé y compañía que le causaron importantes lesiones, tanto superficiales con una gran brecha en la ceja, como interiores, que incluso le van a condicionar la vista para siempre: "Tengo como una línea en mi ojo derecho que no se me va a quitar ya en toda la vida al no tener solución". Al igual que a Amaya, su incidente le pudo pasar a cualquiera, porque ella pasaba por ahí, no estaba acompañada de ningún ultra y solo quiso acercarse a recibir al equipo en el paseo de Errondo.
Socia de la Real
Es ahí donde comienza el relato de María: "Tenía 20 años recién cumplidos cuando pasaron los hechos. Soy socia de la Real desde la temporada 2018-19. Me considero muy forofa. Ese día nos acercamos pronto al estadio. Ya nos habían comentado que podía haber jaleo con los ultras del PSG. Fui con mis amigos y me dijeron que podía haber incidentes. Quedamos a las 19.15 horas en la plaza de Armerías. Nosotros nos acercamos a ver la llegada del bus y llegamos los primeros, no había nadie. Primero pasó el del PSG, lo típico, cuatro silbidos y poco más".
La situación cambió mucho cuando llegó la Real: "Yo tenía a todo el mundo detrás, de repente tiraron las vallas, empezó toda la gente a avanzar hacia adelante y yo me fui quedando más atrás. Desde luego ya no estaba en primera fila".
Todo sucedió muy deprisa: "Estábamos animando al autobús y empecé a escuchar pelotazos, por lo que decidimos irnos. Pero cuando me giré noté un golpe seco y empecé a gritarle a una amiga: Que me han dado, que me han dado, y me sacó de ahí. La gente me miraba y de repente mi amiga se puso a llorar porque estaba sangrando de forma abundante de la ceja. Me fui a la sociedad Ilunki que estaba al lado, pero de camino de repente vi todo negro por el ojo y al llegar me mareé. Tuve la suerte de que allí justo había enfermeros y me curaron y llamaron a la ambulancia. En la ambulancia me preguntaron si me subían al hospital".
A pesar de todo, poco a poco se fue recuperando y decidió incluso entrar malherida a Anoeta: "Fui al partido, pero estaba fastidiada y muy nerviosa. Cuando fui a casa, decidimos acudir al cuarto de socorro de la calle Bengoetxea, de donde me derivaron al Hospital Donostia. Allí debatieron entre si coserme o no, al final decidieron que no, que me ponían puntos de papel. Al día siguiente me lo volvieron a mirar por si era mejor coser, pero dijeron que ya era tarde".
Secuela para toda la vida
A sus 20 años, le queda una cicatriz importante en el párpado y, lo que es peor, una secuela en la visión para toda la vida: "Tengo una raya para toda la vida, porque es un líquido que se me ha desprendido por el golpe, y la cicatriz. No tiene posibilidad de solución. Se va a quedar así". Pero ella quiere destacar que también la ha generado traumas derivados de lo sucedido: "Me afecta a la visión pero psicológicamente también. Porque ahora me pongo muy nerviosa cuando veo a los antidisturbios en los aledaños del estadio. Yo suelo ir andando a Anoeta e igual estoy yendo y les veo que van tapados y me altero mucho. Hasta no he podido evitar ponerme a llorar alguna vez".
María reconoce que sí hubo algunos aficionados con distintivos txuri-urdin que arrojaron algunos objetos o vasos a la Ertzaintza, aunque sin excesiva importancia: "Yo sí que veía que la gente estaba tirando cosas, pero creo que iban al bus, no a por la Ertzaintza. De hecho tengo un vídeo en el que se puede comprobar". De lo que tiene pocas dudas es de que lo que le golpeó fue un proyectil lanzado por la policía: "Yo no vi la pelota, pero justo empezaron a disparar y yo noté un golpe seco, o sea que creo que no puede ser otra cosa, y menos con semejante golpe que me llevé. Es más, la Ertzaintza estaba al otro lado de la carretera y es de donde estaban disparando en dirección hacia donde nos encontrábamos nosotros".
A lo largo de este año ha acudido a varios especialistas, pero ninguno le ha encontrado solución hasta el punto de que le han confirmado que no la tiene: "He ido varias veces al médico. Me decían que se me iba a ir y después de verme varias veces me dijeron que iba a ser para toda la vida y lo achacaban al golpe, que se me había desprendido un líquido". María no lo ha pasado bien en las pruebas durante su convalecencia: "Fue el oftalmólogo de Gros el que dijo que iba a ser una secuela de por vida. Antes de eso me decían, si va a peor nos avisas, y yo estaba todos los días fijándome, porque hay días que veo más y otros que veo menos y me decían como que era peligroso si la raya iba a más. Estuve esos días con tensión. Afortunadamente no me ha ido a más".
Juzgados
Cuando acudieron a Urgencias, unos agentes les explicaron que en el momento que alguien sufría lesiones de consideración el asunto se derivaba directamente al juzgado: "Cuando llegamos allí nos dijeron que por protocolo ellos mandaban directamente los papeles al juzgado. Aun y todo cada vez que hemos ido hemos llevado el parte y todo el rollo".
Como ha sucedido con la familia Novoa Zabarte, fue el abogado Iker Sarriegi quien presentó el recurso ante la Audiencia de Gipuzkoa después de que el juzgado desestimara en primera instancia su denuncia: "Le conocí a Iker porque los de la sociedad Ilunki me ayudaron un montón y me pasaron el contacto de Iker. A nosotros de buenas a primeras nos llegó una carta del juzgado diciendo que desestimaban el caso y es cuando contactamos con Iker para ver qué pasa y qué podíamos hacer, porque es que nadie se había preocupado por nosotros".
Su aita Javier estuvo presente en la conversación y se mostró tan preocupado como molesto por el abandono que habían sentido: "La denuncia formal la hicimos uno o dos días después del partido. Fuimos a la comisaría de la Ertzaintza de El Antiguo a poner la denuncia por haber recibido un pelotazo por parte de un ertzaina".
Su objetivo es que se haga justicia, pero sobre todo, que no vuelva a suceder y que nadie se pueda quedar tan abandonado a su suerte como se han sentido ellos: "Nuestro abogado no nos lo ha pintado bien. Esto ya no es por sacar nada, es porque no vuelva a pasar. Porque lo mismo que a una persona de 20 años le puede pasar a un crío. De hecho a mi lado solo había críos", explica la herida. "Yo no quiero que vaya a la cárcel ni nada. No queremos un culpable, lo que queremos es que no vuelva a ocurrir, ni a una de 20 ni de 30 ni de 10", sentencia su padre.
Lo más curioso del caso es que María tenía en mente formarse para ser ertzaina, pero ya ha abandonado su idea y ahora está estudiando para ser animadora. Javier está decepcionado: "Ella ha dicho que está acojonada. El caso es que quería ser ertzaina y desde ese día no quiere ni verlos. Hasta ahí".
Un año de los incidentes
El día 5 de marzo se cumplirá un año de lo sucedido y le han obligado a la jueza a reabrir el caso. "No se me va a olvidar jamás esa fecha". Lo más grave es que nadie les ha llamado para conocer cómo iba su evolución: "Nadie me ha llamado ni se ha preocupado por mí en la Ertzaintza. Ante nuestro enorme asombro, cuando denuncié lo único que me preguntaron era a ver cómo era la pelota. Ya le dije: pues no sé, no la vi y me fui".
Más incomprensible es que, siendo una socia de la Real y habiendo caído herida de gravedad a sus solo 20 años, nadie se haya puesto en contacto con ellos. Javier reconoce estar muy enfadado: "En la Real quiero pensar que lo saben porque con la noticia saltó que había varias heridas más. Tienen que tener constancia, porque al igual que te has enterado tú se han tenido que enterar ellos. Pero nada de nada. Si no haces ruido, aquí paz y después gloria", afirma muy molesto Javier.
Por poner un ejemplo de las consecuencias por el impacto, María reconoce que cuando más nota la raya de su visión es en los partidos nocturnos en Anoeta: "Los focos me hacen estar todo el rato con la raya. El día 11 de este mes tenemos forense y tenemos que aportar todas las pruebas y todo".
Javier quiere dejar clara su postura y que hay cosas que no se están haciendo bien: "A mí me parece un poco contradictorio que una persona se encuentre entre la vida y la muerte y digan que no ha pasado nada. Esto es una cicatriz, una raya en el ojo y un trauma y no ha pasado nada más, pero podía haber sido un disgusto de verdad y veo que se queda así… No sé. Si fuera el hijo o hija del juez, ¿pasaría lo mismo?".
Los días de los encuentros hay mucho trabajo por hacer y por mejorar, porque no se pueden repetir sucesos de semejante magnitud: "No se hacen bien las cosas los días de partido. Que algún energúmeno tire algo, vale, hay tontos en todos lados, pero de ahí a que tengas que estar escoltando un autobús y dejes mano abierta a lo que pase, no lo entiendo. Igual las leyes son así, pero lo veo excesivo".
Lo que no puede ser es que haya heridos cuando la afición solo quiere arropar al equipo en el recibimiento: "Y más cuando íbamos a ver el bus de la Real. Que si no había pasado nada con el bus del PSG, menos con el de la Real". "Y más cuando habían salido Imanol y Labaka, que necesitaban gente recibiendo el autobús. ¿Para qué, para que se lleven cuatro palos?", se queja Javier que no entiende la diferencia de criterios que demuestra la Ertzaintza con los ultras de fuera y las policías extranjeras con los seguidores normales realistas: "A nosotros hace muchos en Lyon nos dejaron en una plaza sueltos y a las 17.00 horas de la tarde todos al bus y derechitos al campo. Y te sacaban a las doce y pico de la noche, cuando ya no quedaba nadie".
Algo tiene que cambiar, porque no se puede volver a repetir una noche como la de aquel maldito 5 de marzo en la que salió todo mal…