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Teresa Soler: “Los derechos de las mujeres son Derechos Humanos con mayúsculas”

Teresa Soler, codirectora, guionista, productora de la película ‘Patriarcado, el organismo nocivo’, presentó la película el pasado día 1 de marzo en el Salón de Actos del Instituto de la Plaza de la Cruz y dirigió el coloquio posterior organizado por el
Teresa Soler.

Preocupada por la desigualdad y la carencia de referentes éticos y cívicos, Teresa Soler se plantea preguntas sobre la desigualdad que sigue presidiendo las relaciones hombre-mujer y si un escenario y estructura injustos pueden arrojar resultados justos. Pone el foco sobre los modelos y trampas que penden del sistema patriarcal, sobre si el hombre es también víctima y si es suficiente la denuncia que se hace de la violencia de género.

Teresa, ¿cuáles fueron las motivaciones que les llevaron a emprender el reto de hacer esta película?

–A veces me gusta pensar que hago documentales para responder a la infinidad de preguntas que tengo y así ha sido también en esta ocasión. Tanto el codirector, Albert Sanfeliu, como yo, nos planteamos hacer esta película para dar respuesta a muchas preguntas que hasta ese momento no habían sido respondidas.

¿Cómo valora la reacción del público que asistió a la proyección de la película el pasado día 1?

–Ya hemos visto lo que ha pasado en el coloquio que hemos tenido tras la exhibición de la película. Creo que su contenido, más allá de dar respuestas a algunas preguntas, ha invitado a quienes han asistido a hacerse las preguntas correctas. El público se ha despojado de sus prejuicios, y se ha vivido una reflexión colectiva que si el contenido no les hubiera llegado, tampoco se habría dado. Este momento de reflexión colectiva es muy importante y, sobre todo, muy transformador. El documental es muy propositivo.

¿Qué objetivos se plantearon al acometer esta obra?

–Seguramente les ha extrañado ver un documental sobre violencia de género donde ninguna mujer sale dañada. Uno de los objetivos de la película era acceder a estas mujeres y a su experiencia reflexionada y hacerlo, además, no en el momento en que están en el pozo, sino cuando salen de él. Creemos que es más enriquecedor, para quién ve la película, acceder a su experiencia cuando ya la han digerido y pueden compartirnos todo lo que les ha supuesto. Por tanto, uno de los objetivos era mostrar a mujeres fuertes, empoderadas y, sobre todo, no caer en la trampa de la revictimización. No ha hecho falta caer en la pornografía emocional para que sus relatos nos parezcan conmovedores.

Más allá del ejemplo de las mujeres que cuentan sus experiencias, la película habla mucho de actitudes y de educación, ¿no es así?

–Así es, efectivamente, la película habla de identificar las actitudes sexistas, describir y definir los comportamientos violentos y valorar la influencia del lenguaje en su relación con estos comportamientos. También habla de analizar cómo la Educación afectivo-sexual guarda relación con la prevención de la violencia de género, sin olvidar cómo la pornografía está siendo el principal agente educador de la juventud, entre otros.

¿Creo que a todos nos han sorprendido la actitud y las respuestas que dan los jóvenes en el película?

–A menudo, a las personas adultas nos ocurre que caemos en lo que se llama adultismo, que es pensar que la juventud, por el hecho de serlo, está en inferioridad de condiciones. Entonces, nos sorprende cuando vemos a estas chicas y chicos reflexionar con esa naturalidad, con esa profundidad y sin los filtros y las mochilas que a menudo llevamos la gente adulta. Yo he aprendido muchísimo de todas y todos los estudiantes con quienes me he entrevistado previamente, porque nos conducen a terrenos de reflexión que están al mismo nivel que los expertos y las expertas de la película.

De todos modos, da la impresión de que su presencia en la película va más allá del mero testimonio.

–Así es. Aportan su criterio y valoración sobre los temas que abordamos. Están en un aula y eso también es un mensaje importantísimo. Se trata de proyectar la idea de que es necesaria la educación, ya no sólo sexual, sino la educación humanista en las aulas, de forma reglada y no con un esporádico taller; hacerlo además de forma integral, incluyendo al profesorado y a las familias.

En su opinión, ¿por qué es tan difícil conseguirlo?

–La filósofa Ana de Miguel nos dice en la película que no hay voluntad política y que tampoco la hay por parte de los padres y madres, de las familias, y que el profesorado tampoco quiere entrar en ese terreno porque pueden enemistarse con sus clientes, que son las familias.

Entonces, ¿hemos cambiado algo en los últimos años?

–En mi opinión vamos a peor en algunos aspectos, porque yo de joven no tenía acceso a la información sexual y era una ignorante; pero bueno, ser ignorante tiene sus peligros y se pueden remediar. Lo que cuesta reparar es el acceso a la desinformación que tienen nuestras chicas y nuestros chicos hoy en día. Ellos creen que por tener acceso a determinada información están formados y es muy difícil desaprender cuando a edades muy jóvenes se accede a cierto tipo de conocimiento.

¿Podría ponernos un ejemplo de lo que dice?

–La pornografía, por ejemplo. Se está consultando en Internet a partir de los 12 o 13 años. La visión que ofrece la pornografía, en general, es la de una mujer sometida a la voluntad del hombre, su cosificación induce a los jóvenes a un patrón de conducta inadecuado. Hay parte de la educación sexual de los adolescentes que está en manos de la industria pornográfica. La pornografía no resuelve esas cuestiones, sino que les construye la mirada, una mirada que cuesta mucho corregir después.

Entonces, ¿cree que la educación puede corregir esos efectos?

–Es esencial que tengan formación en ese sentido, para que luego, cuando vean pornografía, porque es inevitable que accedan a ella, sepan blindarse desde su formación y distingan que eso no tiene nada que ver con la realidad. Ese era otro de los objetivos importantes en el documental, abordar la necesidad de información en las aulas de manera curricular, hacer una reclamación abierta y clara al respecto de esa necesidad imperiosa que, si lo era ya en mi generación y anteriores, más lo es ahora que tienen ese acceso libre a contenidos que dañan su formación.

Si le parece, dirijamos nuestra mirada hacia la violencia de género y a la forma en que han tratado ese tema en su película.

–Como en otros aspectos, Albert y yo nos planteábamos la necesidad de buscar la mirada cómplice de quien ve la película y dar a conocer cómo se gesta, cuál es el origen de la violencia de género. Es importante que conozcamos que es una violencia específica y que, como tal, requiere formación específica. Es muy difícil protegerse de lo que no se ve y el patriarcado, como concepto, como magma, que está en todas nuestras maneras de relación, se va haciendo invisible a base de verse como normal, y es importante reconocerlo en esos rincones donde se está hospedando, en las nuevas tecnologías, en los móviles también.

¿Dónde queda el hombre en este escenario?

–Hemos incorporado la voz del hombre, por supuesto. Nos parecía muy importante acometer esta temática alejados del enfrentamiento, de lo combativo. Para nuestra manera ver, las herramientas que hay son demasiado combativas, demasiado simplistas. Los buenos, los malos, un puño, lo violeta. Estamos hablando de que los derechos de las mujeres son derechos humanos. Nos parecía esencial llevar la película más allá de esos reductos donde al final no estamos abordando ni interpelando a toda la ciudadanía. Es una cuestión en la que estamos todos y todas. He conocido mujeres que enarbolan los mismos argumentos patriarcales que algunos hombres, porque nosotras hemos sido también educadas en el patriarcado, igual que muchos hombres que, como lo explica muy bien la catedrática d psicología Carmen Delgado en el documental, también son víctimas del patriarcado, aunque en grados muy distintos a las mujeres.

¿Supongo que a todo el mundo nos sobrevuela el pensamiento de la mano dura correctora que puede venir de la legislación?

–Es muy tentador siempre pensar en las leyes y en la prohibición como una solución. Pero realmente toda solución rápida para un problema complejo suele funcionar mal. Prefiero pensar que somos capaces de dotar la estructura del ser humano de esos valores para poderse enfrentar y rechazar la violencia. Por ejemplo, es muy complicado prohibir la pornografía, aunque siempre hay margen para controlarla, pero prohibirla, ¿cómo lo haces? Nunca se bebió más que durante la Ley seca. Lo que prohibes se convierte en un objeto de deseo. Seguramente prohibir no sea una buena vía. El camino será siempre lo más costoso en tiempo y en recursos, que es el de la educación.

¿Somos víctimas de nuestra educación, de las palabras y sus significados?

–Por hablar de las trampas, hay personas adultas que nunca han caído en lo que significa decir “yo no soy machista ni feminista“. Carmen Delgado explica con naturalidad lo tramposa que es esa equidistancia porque es como decir que yo no estoy a favor ni en contra de la tortura, es como si el feminismo fuera lo contrario del machismo. El feminismo promueve la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres, sin más. Cuando estoy con chicas y chicos jóvenes, les digo ¿Cuantos chicos de esta sala son feministas? No levantan la mano. ¿Alguna chica? Las chicas, desde luego todas la levantan. Y cuando pregunto ¿cuántos de los chicos están a favor de la igualdad entre hombres y mujeres? Entonces levantan la mano todos. Entonces les digo, ¡Felicidades, sois todos feministas! A veces es una cuestión de desconocimiento, de conceptos erróneos o confusos.

¿Cuál fue el criterio para seleccionar a las mujeres de la película?

–Queríamos huir de los modelos estigmatizados que tenemos en nuestra mente. Por eso, ninguna de las mujeres que dan su testimonio en la película tenía un problema de autoestima antes de conocer a su agresor. Es muy importante luchar contra los estereotipos, porque muchas mujeres no se ven reconocidas en mujeres que están en una situación realmente de inferioridad, necesidad o supeditación. Nuestras protagonistas no lo estaban. La violencia de género no ataca sólo a las mujeres que tienen un problema de inferioridad, como se cree mayoritariamente.

Lo cierto es que, al ver la película, parece que estamos elevando el nivel humano de todas las personas que pueden verse involucradas en la violencia de género. ¿No es así?

–Eso hemos intentado. Para Albert y para mi, poner esas conductas ejemplares como motor real, con capacidad para promover el cambio que necesitamos, era un objetivo del trabajo. Esas cuatro mujeres son un motor, un ejemplo, son una referencia como también lo son las y los especialistas, lo son los/las estudiantes que representan a la juventud. Ese fue el origen y la voluntad de hacer esta película, conseguir abordar cuestiones que pensábamos que no se estaban abordando desde el principio y, sobre todo, con capacidad para señalar posibles vías más allá de la queja estéril. No solo señalar lo que no está bien, sino proponer una herramienta que tuviera capacidad para promover el cambio y proponer posibles soluciones.

¿Es tan difícil hablar de la educación sexual? ¿Dónde está el problema?

–Voy a poner un ejemplo. Eric Pescador, el sociólogo y sexólogo que aparece en la película, que enseña educación sexual en los colegios, a chicos y chicas muy jóvenes, respondía así a un padre y a una madre preocupados por lo que iba a decirle a su hijo de ocho años en su clase: “Les voy a enseñar el afecto, el respeto al propio cuerpo, el respeto al cuerpo ajeno, la comunicación, las miradas, el afecto, el entender y el escuchar lo que la otra persona dice”. El padre y la madre le respondieron: “Ah, vale, pero entonces eso no son relaciones sexuales”. Es un problema gordo, porque pensamos que las relaciones sexuales son únicamente las coitales, que más allá de lo coital ya no son relaciones sexuales. Por eso evitamos decir educación sexual afectiva, hemos suprimido la palabra afectiva y decimos educación sexual. No hace falta especificar que sea afectiva la relación sexual, vamos a imaginar que conlleva siempre la afectividad.

Teresa, cuando se habla de violencia de género, ¿hablamos solamente de violencia física?

–En absoluto. El maltrato es esencialmente psicológico. Yo creo que lo explica muy bien Carmen Delgado. El culmen es el maltrato psicológico, es el que te destruye, es el que te sesga la hierba bajo los pies, es el que hace perder tu agencia sobre ti misma. En algunos casos, a los agresores les es necesario llegar al físico, pero realmente la herida que cuesta cicatrizar es la psicológica.

Para ir acabando, Teresa, creo que vuestra película abarca un universo más sutil, más poderoso y más amplio.

–Creo que sí. En nuestra película hemos tratado de desarrollar una realidad que alberga las tres pautas que hemos comentado: la violencia de género, la educación sexual y la importancia de que ya esté dentro de las aulas de manera reglada, pero cabrían todos los demás aspectos de la vida social que están impregnados de una u otra forma por el patriarcado: encontrar un buen punto de partida desde el que abordar este problema de manera pedagógica, realizar un análisis riguroso y pausado frente a la gran aceleración de acontecimientos.

¿Una apuesta por la esperanza?

–La educación, el respeto, la igualdad de la mujer con el hombre, los valores humanos y el recuerdo permanente de que cuando hablamos de derechos de las mujeres estamos hablando de derechos humanos.

13/03/2023