A Jonas Vingegaard las brasas todavía le estimulaban y le chisporroteaban el deseo, el motor del mundo, su gasolina. Escupe fuego el flamígero danés. Un dragón. Se desató recién comenzado el día, como los despertares urgentes que provocan las noches agobiantes, donde la fase REM es un mal sueño.
El danés se quitó el frío de encima en el alto de Estivadas y después completó su obra maestra en el alto Do Couso. Vingegaard es el principio y el final de Galicia. Su prólogo y su epílogo.
Entre medias, hubo una fuga con un magnífico Asier Etxeberria, del Euskaltel-Euskadi, y un sobresaliente Pablo Castrillo, de verde Kern Pharma. Después, el danés giró el foco sobre sí mismo y bailó claqué a un ritmo endiablado. Inalcanzable Vingegaard, que corre en zapatillas de casa, festejó otra victoria. Segundo trago de gloria. El paladar del mejor Ribeiro.
Burbujeante, se mide a sí mismo Vingegaard, que se entretiene jugando con el resto, como los dioses que gobiernan a los humanos con cierta condescendencia. Mueve los hilos para tejer otro maillot amarillo en el Tour. Venció por aplastamiento el campeón que vino del frío.
Recolectó otra postal para el recuerdo en tierras gallegas, el hogar de Vingegaard. Su refugio invernal. De nuevo besando el anillo de su amada para la pose de vencedor, que respiraba sereno mientras el grupo de favoritos se desgañitaba para dejarse medio minuto. Todo lo coloniza Vingegaard, danés con acento gallego. Egan Bernal está a 1:13 del líder y Cepeda, a 1:15. Vingegaard es infinito en O Gran Camiño.
Vingegaard avisa
Apenas levantada la persiana del recorrido, el respingo de Vingegaard en un puerto anónimo, provocó una reacción en cadena. Fichas de dominó. Asomaron Bernal, Cepeda, Carapaz o Gaudu a su espalda. La travesura del danés continuó hasta recoger tres segundos de bonificación. El hambre no descansa en Vingegaard, aunque la víspera lo devorara todo. Quiere más.
La maldición de los campeones es que nunca se llenan. En realidad solo pueden igualarse a sus logros. La solitaria de la gloria es insaciable. Uno no es bicampeón del Tour tras derrotar a un ciclista majestuoso como Pogacar si no tiene el colmillo afilado y el estómago demandante de alimento. Serenado el rugido, surgió la fuga con Etxeberria, Jokin Murguialday, Castrillo y De la Cruz, entre otros.
La ventaja de los aventureros se hinchó como un suflé ante la desidia de la aristocracia, que prefirió contemplar las diapositivas de la onírica Galicia en el camino de la ruta de la plata. La desgana se cosió al pelotón, calmado tras una salida al galope, que fijó 50 kilómetros por hora.
El relinche era la banda sonora de la muchachada que agarró el petate con orgullo, dispuestos los caminantes a huir. Convencidos y solidarios, hablando por los codos, el lenguaje de los relevos, escalaron hasta un renta de 6 minutos. Pura levadura. Con esa caudalosa ventaja en las alforjas, Castrillo, impresionante su actuación, era el líder provisional de la carrera.
Extraordinario Pablo Castrillo
El jefe, empero, es Vingegaard. El oro en vías de la ruta de la plata. Nadie lo discute. Es un axioma. Un dogma. Se activó la caza a toque de corneta. El aroma de los viñedos de los que emana el vino de Ribeiro impregnaba el ambiente húmedo, el abrigo de Galicia. Vingegaard se desató la camisa. La rompió. Fuera bridas. A lo loco se vive mejor.
El danés, ávido, se lanzó hacia la victoria. Le honra el afán competitivo. Despegó en el alto Do Couso con esa fuerza arrebatadora de los adolescentes que descubren la vida a bocados. Restaban 21 kilómetros.
En la ascensión, su grito de guerra, enmudeció a Bernal, Cepeda, Gaudu o Carapaz, que tuvieron que estirar el cuello antes de elevar los hombros y bajar la cabeza.
Veloz y enérgico, el líder descontó la fuga. Se comió a todos, también a un fenomenal Asier Etxeberria. Solo soportó el trallazo Castrillo que, formidable, se tachonó al danés. Le acompañó un puñado de kilómetros.
Vingegaard le invitó a que le diera un relevo, pero Castrillo, derrengado, negó con la cabeza. El danés no se inmutó, pero no estaba dispuesto a hacer prisioneros. Sin perdón.
A Castrillo lo abandonó en el arcén de la desesperanza por pura insistencia bajando. Vingegaard, excelente mirando hacia arriba, era un misil descendiendo. Carretera y trueno, el danés aterrizó en Castelo de Ribadavia con medio minuto de renta sobre el resto de adversarios. O Gran Camiño es suyo. Territorio Vingegaard.
O GRAN CAMIÑO
Clasificación de la tercera etapa
1º Jonas Vingegaard (Visma) 3h 50:03
2º Carlos Canal (Movistar) a 29''
3º Quentin Pacher (Grouapama) m.t.
4º Gotzon Martín (Euskaltel) m.t.
5º Thomas Silva (Caja Rural) m.t.
General
1º Jonas Vingegaard (Visma) 7h 52:51
2º Egan Bernal (Ineos) a 1:13
3º Jefferson Cepeda (Caja Rural) 1:15
4º Cian Uijtdebroeks (BÉL/Visma) 1:35
5º Lenny Martínez (Groupama) m.t.