Romper el silencio en torno a la violencia sexual en el este de la República Democrática del Congo. Con este objetivo nació en 2003 la Asociación de Mujeres de los Medios (AFEM), que actualmente coordina Julienne Baseke. Con su incansable lucha han conseguido que 70 medios de comunicación se comprometan por escrito a respetar la igualdad de género y "hoy en día otras organizaciones como las MONUSCO –misión de la ONU– utilizan nuestro manifiesto como referencia", presume. Desde AFEM impulsaron también la campaña Nothing without Women, con dos objetivos: conseguir la aprobación de la Ley de Paridad y revisar la norma electoral para garantizar candidaturas femeninas en todas las listas.
Consiguieron más de 200.000 firmas, organizaron marchas en Bukavu y Goma, las capitales de Kivu Sur y Kivu Norte, y, como resultado, la Ley de Paridad se aprobó en 2015. "Las mujeres ahora somos mucho más fuertes", asegura tajante Baseke, también directora de Mama Radio, la primera emisora con perspectiva de género en todo el país. Sin embargo, las resistencias a su lucha son todavía enormes, como ilustra un episodio ocurrido durante esta entrevista, que se realizó a comienzos de marzo a bordo del barco que cubre el trayecto de Bukavu a Goma.
En un momento, un grupo de hombres llamó la atención de Baseke y le pidió que moderara su discurso, que no podía hablar de cosas "tan fuertes" con un grupo de periodistas extranjeras –la entrevista se realizó conjuntamente con Teresa Villaverde, de Pikara Magazine, y Maddi Ane Txoperena, de Berria–.
Baseke les ofreció un "merci beaucoup" y volvió a sentarse. "¿Quiere parar?", le preguntamos. "No. Para nada. Esto es solo un ejemplo de que los hombres no quieren que se sepa la verdad, pero nosotras vamos a seguir contándola", respondió convencida.
¿En qué contexto se creó AFEM?
–Se creó en 2003 en el contexto de las guerras de repetición, en el este de la República Democrática del Congo, donde la violencia sexual se utilizaba como arma de guerra y las mujeres eran el objetivo de los grupos armados. Pero esta violencia se silenciaba. Nosotras quisimos escuchar ese silencio y empezamos a hablar con las víctimas. Al principio no fue nada fácil, la primera vez que fuimos a una comunidad, las mujeres no podían hablar, solo llorábamos y llorábamos. Poco a poco empezaron a abrirse, eran unas atrocidades horribles, pero para nosotras era muy importante escucharlas.
¿Cómo actuaban estos grupos armados?
–Cuando iban los grupos armados a los pueblos, los hombres huían; las mujeres no podían hacerlo porque tenían a sus hijos. Así que cuando llegaban a las casas, estaban las mujeres solas con los niños. Les decían: 'Quítate la ropa'. Hacían todo tipo de atrocidades en sus cuerpos y luego les decían a los hijos varones: 'Ahora tienes que hacerle tú lo mismo a tu madre'. A los niños que se negaban los mataban. Era inhumano, no tengo palabras para calificarlo. Las supervivientes nos decían que querían que se reconociera lo que les habían hecho, así que empezamos a escribir artículos, a difundirlo por radio. Empezamos a mejorar las capacidades de las periodistas, hicimos formaciones, repartimos material. En algunas radios nos decían que no iban a emitir nuestras historias, así que creamos Mama Radio, la primera emisora con perspectiva de género en el país.
Muchas mujeres se quedan embarazadas fruto de la violencia sexual. ¿Está permitido el aborto en estos casos? ¿Se practica?
–Las mujeres que sufren una violación son estigmatizadas y los niños que nacen fruto de ella también. El aborto terapéutico está permitido, pero la ley no se aplica. Para las mujeres es muy difícil pedir abortar, porque muchas veces los médicos no lo practican. Además, la religión tiene mucho peso y las creencias también. Las mujeres jóvenes realizan abortos clandestinos, pero la tasa de mortalidad es muy elevada. Muchas mujeres los hacen solas, sin conocimientos. Van al bosque, comen un tipo de hojas y mueren intoxicadas.
En el territorio de Nyangezi (Kivu Sur) vimos que las mujeres llevaban todo el peso de la economía, eran ellas las que se encargaban de elaborar ladrillos y transportarlos. Y es una imagen que se repite en otras zonas: mujeres realizando los trabajos más duros. ¿Dónde están los hombres en esos casos?
–No hacen nada. Hay problema de paro y está relacionado con la gobernanza. Antes, los hombres iban a trabajar a las oficinas y la mujer trabajaba en casa. Desde que estalló el conflicto en 1996, todos los sectores están paralizados, a los políticos solo les interesa la extracción de minerales y no hay un buen modelo de gobernanza. Los hombres dijeron que ellos no estaban hechos para cultivar o llevar peso en la espalda, entonces no hacen nada y lo asumen ellas. Y eso aumenta la violencia también, porque beben y es la mujer la que sustenta todo. Y encima le da el dinero que gana a su marido.
¿Qué ocurre si alguna se niega a dar el dinero a su marido?
–Cada vez hay más mujeres que son conscientes de su situación, que saben que hay desigualdades, pero eso también aumenta la violencia contra ellas. Eso le ocurrió hace unos días a Charline Kitoko, de AFEM, que fue asesinada por su marido.
La violencia que sufren las mujeres es la principal causa de desplazamiento en Kivu Norte y Kivu Sur. ¿A qué se enfrentan en estos trayectos?
–El desplazamiento es horrible. Solo sufren. Van con los niños, muchas veces la mujer sale con cuatro niños de casa y milagrosamente llega con uno; los otros han muerto en el camino. Al final, la mujer está huyendo de la violencia, pero en el camino se encuentra más violencia.
¿Cuáles son los objetivos de AFEM a corto plazo?
–Hoy en día celebramos la resiliencia de las mujeres que han sufrido violencia, que ahora reivindican sus derechos. El silencio se ha roto, el dolor las ha hecho más fuertes. Hay mujeres que trabajaban en las minas y ahora son periodistas que van allí a preguntar a otras por sus condiciones. Y muchas mujeres le están diciendo a sus maridos que se quieren divorciar. Ahora hay mujeres libres en el periodismo y en la política. Está la ley de paridad, el Protocolo de Maputo, la ley electoral, el problema es la implementación de estas leyes. El mejor remedio sería un cambio de paradigma y un cambio de liderazgo, y para mí tiene que ser un liderazgo femenino, porque las mujeres sienten más ese dolor. Si hay líderes mujeres, hay esperanza.