Tiene 22 años, una personalidad arrolladora, un piercing de lo más identificativo en la nariz y un talento descomunal. Asier Martínez ha coronado un año de ensueño con la medalla de oro en el Campeonato de Europa celebrado en Munich, después de completar los 110 metros vallas con una marca de 13:14 segundos, sólo una milésima por delante del francés Pascal Martinot. El navarro, estudiante de Ciencias Políticas, pone así la guinda a un verano que seguro jamás olvidará, en el que además se ha alzado con el bronce en el Mundial celebrado en Oregon (EEUU), dejando patente que es una auténtica estrella del atletismo. Incipiente. Prometedora. Real. Pero con los pies en el suelo.
¿Durmió algo por la noche?
–Nada, muy poco. Llegué tarde del control antidopaje y apenas tuve tiempo para descansar.
Es campeón de Europa, ¿se lo cree ya o todavía no?
–No, todavía no. Apenas he tenido tiempo para asimilarlo. Esa tensión sigue aún presente y creo que me va a costar hacerme a la idea.
¿Cuántas vueltas le ha dado en la cabeza a la prueba del miércoles, que resultó además de lo más emocionante?
–Todavía nada. Apenas he tenido tiempo para nada. Entre prensa, pruebas antidopaje y demás después de la competición, casi no he podido disfrutar.
¿Cómo vivió esos instantes desde el final de la carrera hasta que vio que era el ganador?
–Con mucha emoción, porque tuve la suerte de tener a mi entorno allí. Conmigo. Disfruté con mi gente, con mi familia y supuso mucho para mí a nivel personal. También para ellos, que imagino que acumulaban una tensión a otra escala. Sentí liberación, sobre todo.
¿Qué se le pasó por la cabeza hasta que vio que era campeón de Europa?
–Es difícil explicarlo con palabras. Son momentos de mucha tensión, donde te liberas de todos los pensamientos que has podido tener de antes. De toda la tensión, de los nervios y de la presión. Una vez sabes el resultado, es un alivio.
Vimos que abrazaba a mucha gente. ¿Quiénes estaban con usted en ese momento, uno de los más importantes de su carrera?
–Todo mi entorno estaba conmigo. Mis amigos, mis compañeros de entrenamiento, mi entrenador, mi padre... Hay gente que no pudo estar presente en esas gradas, pero que me ha estado apoyando en todo este año. Que hayan podido tener este premio supone mucho para mí.
Ganar un oro europeo debe de ser impresionante, pero poder compartirlo con quienes han estado acompañándote día a día debe de ser lo máximo.
–Sí, sí. Totalmente. Al final, este oro para ellos también supone mucho. Ellos saben qué significa para mí y lo que puede suponer a nivel personal.
Cuántas horas de entrenamiento y de sufrimiento hay detrás de esta medalla de oro...
–Muchas, por supuesto. El deporte de alto nivel es muy duro. Las lesiones, la presión... Todos los inconvenientes durante la temporada se ven compensados por estos éxitos.
Antes de la carrera le oíamos hablar de la presión, de cómo ha tenido que lidiar con ella. ¿Cómo la ha gestionado?
–Pues mal, la verdad. Ha sido una situación nueva para mí. Ha sido duro, pero he tenido la suerte de que mucha gente ha estado a mi lado en esos momentos previos. Los dos días antes de la carrera fueron duros para mí.
Cuando uno gana una medalla de oro en un Europeo, ¿de quién se acuerda?
–De la gente que tenía en la grada y de la que no pudo venir. Mis hermanos, mi familia, parte de mis amigos que no pudieron venir por trabajo... He tenido la suerte de tenerlos a mi lado en todo momento y estoy muy feliz por ello.
En Navarra se ha vivido con auténtica euforia su triunfo en el Europeo e incluso ha recibido las felicitaciones del presidente del Gobierno. ¿Cómo lo ha vivido todo?
–La verdad es que en estos momentos no eres consciente de quién te ha felicitado y de quién no. Le doy más importancia a la gente que diariamente me ha animado a seguir, a la que en momentos más complicados me ha empujado fuerte. Estoy muy contento en ese sentido, porque creo que es un premio al esfuerzo que hacen ellos.
Cuando vuelva a su tierra, ¿cómo va a celebrar esta medalla de oro continental?
–No lo sé. En estos momentos no tengo mucho plan, pero seguro que algo podremos hacer. Es algo que hay que celebrar, sin duda. l