En un palacio del siglo XVII ambientado con luces tenues, velas en las escaleras, mucho colorido y diferentes y sorprendentes espacios se celebra este domingo el Wedding & Event Show, una feria de bodas que se sale de lo ordinario. “Hemos organizado todo con mucha ilusión, creatividad y colaboración, todo el mundo se ha implicado. No es una feria al uso, queremos que sea una experiencia, no hay stands ni flyers, la gente va descubriendo espacios y viendo diferentes opciones”, señala Susana, wedding planner de la empresa De Fábula y una de las profesionales presentes en esta lluviosa jornada en Mi Castillo de Arena, el espacio de eventos que ocupa el palacio Otalora-Guevara de Zurbano.
Empezando por el final, por el viaje que pone el colofón a la fantástica locura que supone una boda, Isabel, de B Travel, explica que “la pandemia ha hecho mucho daño”, pues “hay países como China a los que es muy difícil entrar porque no puedes dedicar cinco o siete días a estar confinado en un hotel”. Eso sí, las cosas se van suavizando y, como señala su compañera Verónica, destinos como Japón van tomando fuerza entre los recién casados.
Rocío y Estela llevan ya 27 años al frente de Borgia, un negocio que ofrece un amplio catálogo de primeras firmas en vestidos de novia, pero que además crea sus propios diseños. “Yo estudié Diseño y me especialicé en Moda, y ahora para mí es un buen momento porque puedo plasmar un montón de ideas”, afirma Rocío, pues “las chicas quieren personalizar los vestidos, un tipo de manga concreta, o cola postiza, o capa, y hoy lo que vamos a hacer es que se pueda ver cómo desde un vestido base se transforma totalmente la prenda”.
Un buen vestido debe ir complementado por unos buenos zapatos, como los que fabrican a medida, tanto desde el punto de vista de las tallas como del diseño, en Customeus, “el primer atelier de calzado de Euskadi”, como señala Iker. “Se pueden hacer auténticas preciosidades, eligiendo altura o grosor de tacón, o el tipo de piel de cada pieza. Cada zapato puede ser único”, asegura. Además, habida cuenta del trabajo y la calidad que hay detrás de estas piezas, fabricadas en Alicante, los 300 o 350 euros que cuestan suponen un precio más que competitivo.
En todo caso, las bodas acaban costando bastante dinero, y según el fotógrafo Jon Usual se suele recortar mucho en el álbum de recuerdo, “pero no se dan cuenta de que las fotos son al final con lo que te va a quedar de la boda”. Jon atesora veinte años de experiencia detrás de la cámara y asegura que la primera premisa para hacer una buena foto no es el atrezzo, ni siquiera la creatividad. “Es la luz, cuando la encuentras viene la imaginación”.