“La vida es insulsa la mayor parte del tiempo. Yo le canto al desencanto, pero atravesado por el humor”, nos decía Rafael Berrio (Donostia, 1963) en una entrevista con motivo de la edición de uno de sus últimos y apreciados discos. Formado en el rock y Lou Reed, el músico, fallecido hace dos años, no le hacía ascos a la chanson, el tango o el cabaret, siempre con unos textos de aliento poético y existencialista marcados por su filia barojiana. Tulsa, Diego Vasallo, Jose Ignacio Lapido, Quique González o Mikel Erentxun, entre otros músicos, participan en La vida que amo (Warner), disco en el que reverencian su legado con versiones. “Era sublime, el mejor letrista de canciones”, según Vasallo.
Hasta su fallecimiento el 31 de marzo de 2020, a los 56 años de edad y víctima de un cáncer de pulmón, Berrio siempre fue un verso libre. Pasó por los grupos UHF y Amor a Traición a finales del siglo XX antes de lanzarse en solitario y dejar una discografía excelsa –ocho discos y un EP entre 1992 y 2019– para la crítica especializada y sus compañeros músicos, pero con una respuesta minoritaria entre el público. A partir de 2010 editó la mayoría de sus discos. “El tiempo apremia y los años caen como losas. Decidí trabajar más rápido y más horas, y disciplinarme. Me ha costado 25 años encontrar un método de composición efectivo”, nos explicó.
“El hecho artístico de la belleza”. Ese era el fin de Berrio compositor, alguien que se reconocía contradictorio, cualidad que explica la intermitencia guadianesca de su obra musical. “A veces odio esta profesión... y al día siguiente deseo ponerme en carretera”, reconocía a este periódico un músico y persona que siempre arrastró un aura de crápula espoleado por el desencanto existencial, pero que se reconocía “sociable y callejero en el fondo”.
La vida que amo, que toma su título de la canción Dadme la vida que amo, es un acto de reconocimiento… y de cariño. El disco de homenaje al donostiarra, que es la continuidad del tributo que recibió en su ciudad natal el año pasado, incluye versiones de amigos músicos y fans irredentos de Berrio, pertenecientes a varias generaciones. Unos más populares que otros, pero todos rendidos ante su genio. En el álbum, disponible en CD, vinilo y edición digital, manda la verdad y la honestidad, no el márketing, y fue grabado en varios estudios y completado en Granada con la producción de Raúl Bernal.
El tributo es un disco de letras con enjundia y trasfondo poético y existencialista, de Americana, folk y (algo) de rock y pop, de digestión lenta y emociones de largo alcance. Su canción foco es la versión de Mikel Erentxun de La misma mujer distinta, tema original de Amor a Traición de 1994 y que cita al encantamiento –“vano y fugaz”– del amor en clave de animado pop–rock. Otro de sus amigos de siempre, su compañero en Duncan Dhu, Diego Vasallo, considera a Berrio “el mejor letrista de canciones que he conocido”, y le rinde tributo con No solo de amor, del proyecto Deriva, en el que canta “del aire también se vive… el brillo de mi ausencia dice más de mí”, con su voz gutural y como un Cohen donostiarra que se columpia sobre un cromático piano. Considerando, en forma de baladón acústico adaptado a su estilo, es el tema elegido por Quique González, con versos tan crudos como “si te hundes tú, suéltame a mí, yo ya sé venirme abajo solo” que expresan la visión de la pareja como “ángel exterminador”. Su colega Lapido, exlíder de 091 y que recuerda “la originalidad y belleza extrema” de la obra de Berrio, canta Abolir el alma –que nos deja expuestos “a todos los males”–, mezclando rock de autor y belleza pop.
La vida sin él
La vasca Tulsa, apoyada por Bernal, se atreve con Amanece llevando su letra desoladora a espacios country y soul. El resto de autores comprometidos en el álbum son menos conocidos, pero conforman un tributo redondo, del gran y veterano Santi Campos, que enriquece de rock y soul Dadme la vida que amo, a jóvenes como Cristina Plaza y su proyecto Daga Voladora, que trufa de minimalismo folk, pop y electrónica lo–fi y ecos de Vainica Doble el tema Cómo iba yo a saber, o Jairo Martín, que elige No pienso bajar más al centro, lo más cerca que estuvo Berrio de festejar un éxito.
Fino Oyonarte (Los Enemigos), con el tema Simulacro, o Chencho Fernández, en su caso con Tu nombre son otros de los participantes de esta antología reverencial que convierte en real el verso “solo el amor que me has dado no muere conmigo”, y que recupera una obra inmortal, especialmente por la belleza cruda de su poesía: versos sobre el hastío, el paso del tiempo, la infancia, el amor y la muerte entreveradas por la lectura de Galdós, Baroja, Miguel Hernández, Valle–Inclán, Michel Houellebecq o Gil de Biedma.