Todos tenemos una opinión

Parece oportuno que los debates con afectación socioeconómica común se sostengan con materia contrastable. Es el modo de que las decisiones no estén basadas en opiniones particulares o sectoriales –todas respetabilísimas– que no siempre acreditan conocimiento de la materia. Hace mucho tiempo que tengo descontada la verdad universal de que todos estamos muy a favor de las mejoras colectivas, siempre que sus eventuales inconvenientes no nos alcancen.

Con esa premisa, encuentro interesante que nuestras instituciones vayan a dedicar un tiempo a conocer la persepectiva de un millar de agentes representativos de Busturialdea en relación al proyecto Guggenheim Urdaibai. Interesante en el sentido de que pueda dimensionarse realmente la percepción social y, de paso, definirse una suerte de realidad consensuable sobre lo que va a ser, con sus ventajas e inconvenientes, antes de descartar o abrazar sin más la propuesta.

Sería muy bueno que el proceso sirviera a la vez para desbrozar de matojos discursivos el debate. No creo que vaya a ser Jauja, pero tampoco la muerte de la comarca; los apocalípticos siempre adquieren más eco que los integrados y las razones se sustituyen demasiadas veces por el ruido de las consignas. En Urdaibai está muy arraigado el eslogan contra el proyecto de Museo y, en paralelo, hay poco conocimiento de la visión global del plan de reactivación para la comarca y de cómo se integra en él. No es previsible que del proceso de escucha salga una visión nueva que cale en quien tenga solo una. Seguirá habiendo quien crea que, por el hecho de haber dado su opinión, ésta debería sentar cátedra. En cualquier sentido, todos tenemos una opinión y no hay nada más nuestro.