Polideportivo

Tormenta del desierto

Cuando hubo parón por la tormenta de arena, Philipsen corrió en paralelo a la bici. Fotos: Eurosport
Cuando hubo parón por la tormenta de arena, Philipsen corrió en paralelo a la bici. Fotos: Eurosport

Donostia – En el desierto, el ciclismo es un bulto sospechoso, un acto contracultural, un movimiento surrealista. Entre las arenas del UAE Tour suceden hechos extraordinarios, pura fantasía. Se acentúan la distopía de los tiempos extraños. En medio de uno de los ecosistemas más hostiles que se conocen, el ciclismo desembarca sobre el mar de petróleo, que es el único señuelo que valida una aventura sin sentido. Solo el dinero le otorga lógica a un viaje lisérgico, fuera de cualquier cauce racional. El ciclismo hace tiempo que hizo su reverencia a ese modelo; la genuflexión al lujo y al capricho árabe para subsistir y abrir mercados. En ese escenario inhóspito tiene cabida lo insólito, lo inopinado y lo extravagante. Todo es posible porque nada está anclado a la racionalidad. En carreteras que son autopistas, anchas como las pistas de un aeropuerto, sin ningún cobijo, expuestas a las leyes inclementes del desierto, se desató una tormenta de arena, que no es un hecho excepcional, precisamente. Arena escupida por el viento. Ametrallado el pelotón en el paredón con vientos que alcanzaron los 30 kilómetros por hora.

2022-02-23T07:35:02+01:00
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