Tiene en común con su personaje las repercusiones de la fama, que ella bien conoce, y se ríe cuando recuerda la época en la que Cata, su personaje de Sin tetas no hay paraíso, la convirtió en objeto de deseo desenfrenado para los medios de comunicación: “Eso no ocurre ahora, pero antes sí”, dice, y ese antes queda ya lejos, porque la famosa serie data de 2008. Tuvo que aprender a gestionar la popularidad y, aunque no le gusta la sobreexposición, hoy comprende que mucha gente esté interesada en conocer cómo son las personas que se cuelan en sus salones y les cuentan historias. Amaia Salamanca sigue ligada al País Vasco; su madre es de Abadiño, en el Duranguesado, y ella recuerda con cariño los muchos veranos que ha pasado en la tierra de su familia materna durante la infancia y adolescencia. Ahora intenta subir todo lo que puede para visitar a su amama y deleitarse con la gastronomía vasca: “Cómo se come allí”, añade recordando los platos de su abuela.
PERSONAL
Edad: 36 años (28 de marzo de 1986).
Lugar de nacimiento: Madrid, pero su madre es Abadiño (Bizkaia).
Familia: Desde 2010 es pareja del empresario Rosauro Varo. Tienen tres hijos en común.
Formación: Comenzó a trabajar en televisión en la serie de La Sexta SMS a la par estudiaba una doble licenciatura de Administración de Empresas y Derecho.
Trayectoria: Compaginar trabajo y estudios se complicó cuando le llegó la oportunidad de convertirse en Catalina Marcos Ruiz, el personaje femenino protagonista de Sin tetas no hay paraíso. El salto a la fama fue casi inmediato y se convirtió en una de las actrices más interesantes para los medios de comunicación. Disparó también su demanda para cine y televisión. En 2009 protagonizó Fuga de cerebros y debutó en teatro con La marquesa de O. Su recorrido profesional le ha lleva a acumular muchos títulos: Gran hotel, Felipe y Letizia, Velvet, La embajada, Tiempos de guerra, Todos mienten, Bienvenidos al Edén y Dos años y un día. Acaba de estrenar su última película, La piel del tambor, basada en el libro del mismo título de Arturo Pérez-Reverte.
¿Qué supone para usted hacer una película como La piel del tambor?
Meterme en una historia apasionante y dar vida a una mujer que es igualmente apasionante. Ha sido un lujo convertirme en alguien como Macarena Bruner, un personaje con muchos matices.
Además, el rodaje ha sido un reto porque ha tenido que hacerlo en inglés, un idioma que utiliza por primera vez en su trabajo. Tendrá buen nivel, se supone...
Ja, ja, ja… ¿Se supone? Eso está bien. Yo pensaba que sabía inglés. Con quince años estuve un año estudiando en Estados Unidos, pero han pasado veinte años ya, así que imagínate. Si no lo practicas al final lo vas olvidando. Una cosa es creer que hablas inglés y otra hacer un personaje que lo habla. Cuando hablamos en español somos como muy lineales, pero en inglés tienes que estar muy pendiente de la entonación, y eso me preocupaba mucho.
Pero su personaje es español, y puede tener también cierta contaminación del idioma materno a la hora de hablar inglés, ¿o no?
Se supone que mi personaje, Macarena, ha viajado mucho y se desenvuelve bien hablando en inglés, así que tuve que poner mucho de mi parte para que todo saliera bien en ese sentido.
Y le ha servido para ponerse al día con ese idioma...
Ja, ja, ja… eso también. Un curso acelerado e intensivo de inglés. Estoy satisfecha.
¿Qué diría del personaje de Macarena?
Que es una mujer de la alta aristocracia sevillana, la prensa siempre está muy pendiente de ella y de todo lo que hace y la persigue de continuo, pero a ella le da igual todo lo que digan sobre su persona. Apuesta por su libertad, por vivir su vida haciendo lo que quiere. Lucha por el legado de su familia. Hay una iglesia en la que han sucedido una serie de muertes que puede ser demolida y Macarena no quiere que eso ocurra. Va a luchar contra quien haga falta para que su herencia no sea destruida.
Hubo ocasiones en las que Amaia Salamanca también era carne de cañón de los medios y tiene experiencia en esa parte. ¿Recuerda aquella época?
Ja, ja, ja… sí, sí. No es el caso ahora mismo, pero hace unos años sí que estaba en esa tesitura, en la que prensa se ocupaba de mi vida, de qué hacía o qué no hacía. De alguna manera, procuraba ser Macarena Bruner, que no me importara nada lo que dijeran de mí y seguir viviendo como quería.
¿Le molestó esa sobreexposición que tienen actores y actrices, sobre todo cuando una serie se pone de moda?
Mentiría que si dijera que no. Lo ideal sería poder trabajar y que en tu vida normal y cotidiana no se fijaran en el qué haces o dejas de hacer. A veces te planteas que se fijan en ti porque admiran lo que has hecho y eso es bonito. Te conocen porque a través de la televisión de casa te has metido en los salones de la gente y a muchos les ha gustado. Ese reclamo también es bonito. La fama tiene esas dos lecturas. Por una parte, te puede pesar, y mucho, pero por la otra, puede ser que la gente se interese porque te quiere.
Ha pasado ya mucho tiempo, pero ¿cómo acaba convertida en actriz cuando estaba estudiando una carrera universitaria?
Puedo decir que no fui una niña que iba diciendo que quería ser actriz. No tenía ni idea de lo que quería ser. Según iba estudiando me iba abriendo el camino en donde creía que iba a tener más posibilidades. Estudiaba Ciencias porque si me quería pasar a Letras siempre lo iba a tener más fácil, al revés parecía más difícil. Cuando llegué a la universidad me metí en una doble titulación: Administración y Organización de Empresas y Derecho.
¿Era lo que le gustaba?
En realidad no, creo que no, pero no me quedaba otra, tenía que elegir. A la vez hice un casting, empecé a trabajar y ni siquiera durante el primer año, cuando hice una serie para La Sexta titulada SMS, sentía que me quisiera dedicar a esto de ser actriz.
¿Cómo se sentía en aquel primer trabajo?
Muy bien. Yo pensaba: Me lo estoy pasando genial, me están pagando y tengo algo de dinero. Fue a partir de la segunda temporada cuando ya me di cuenta de que hacer cada día una serie de adolescentes era como un reto: un día me tocaba llorar, luego enfadarme mucho con mi madre, después estaba con mi novio y tenía que hacer algo romántico y… Cada vez era una cosa distinta. Como escuela estuvo fenomenal y me dije: Esto me está gustando muchísimo y quiero seguir dedicándome a ello. Quiero probar suerte y ver hasta dónde me lleva.
Y le ha llevado bastante lejos.
Bueno, me ha llevado por caminos que me han dejado muy satisfecha. Ahora pienso y me pregunto: Amaia, ¿te verías en el despacho de una empresa? ¿Te verías como abogada? Y me respondo: No, no lo veo. Además, me gustan las emociones que despiertan los personajes que interpreto.
Se confiesa muy emocional y dice vivir en una ruleta de sentimientos.
Sí, sí, lo soy. Transito durante el día por muchas emociones a la vez. De repente puedo estar como hipercontenta y pasar en poco tiempo a ponerme muy triste. Soy de las que pueden llorar hasta viendo un anuncio.
“ ”
¿Y eso es bueno o malo?
No lo sé, pero así soy yo, para bien o para mal. Soy tremendamente emocional, lo mío es como vivir en una montaña rusa, en un carrusel de emociones.
¿Contó con el apoyo de sus padres cuando dijo que quería ser actriz?
Siempre. Mis padres me han dado bastante libertad para todo, incluso para equivocarme y para ver cosas que no tenían por qué haber sido de una manera concreta. Como empecé a dedicarme a ser actriz con veinte años, no había mucho que decir. Era mi opinión la que contaba por encima de todo. Sí que me dijeron que si terminaba la carrera, mucho mejor. Creían que con los estudios finalizados tendría más salidas en la vida. Mis padres pertenecen a una generación que ha pensado que si tenías una carrera ya lo tenías todo salvado en la vida. No me prohibieron nada, solo me aconsejaron y me dijeron que si acababa la universidad sería muy bueno, y les prometí que así lo haría.
¿Pero?
Pues que cuando empecé con la interpretación fue imposible cumplir esa promesa. Con todas las horas de rodaje era todo muy difícil de compaginar. Me salían proyectos y no podía decir que no. Sin tetas no hay paraíso suponía once horas diarias de rodaje, porque mi personaje estaba en todo.
Ahora tampoco lo tiene fácil: es madre de tres niños. ¿Cómo concilia eso con una profesión como la suya?
Igual que el resto del planeta, supongo. Igual que el resto de las madres y padres que siguen trabajando. Es verdad que tengo mucha suerte, porque hay ayuda en casa. A veces pienso si a mi marido le preguntarían lo mismo, si se lo preguntarías tú…
Esté segura de que sí.
Pues añadiré que entre colegios, extraescolares, familiares y otras ayudas, se van organizando las conciliaciones y puedo seguir adelante con lo mío. Es ley de vida que sea así.
La piel del tambor se ha rodado en varios países. ¿Ha tenido que viajar mucho?
Hay diferentes escenarios, aunque mi personaje solo estaba ubicado en Madrid y en Sevilla. En Sevilla tengo familia, a mis padres, así que he estado muy a gusto.
¿Se ha planteado alguna vez dejar la profesión?
Nunca, en ningún momento me he hecho ese planteamiento. Es verdad que tampoco he tenido la necesidad de hacerlo. Siempre he sido feliz con mi profesión. No sé, si en algún momento les sucediera algo a mis hijos por lo que tuviera que dejar de trabajar, obviamente lo haría. Mi familia es lo primero, desde luego, pero en circunstancias normales nunca dejaría de ser actriz. A mí me llena mucho este oficio.
¿Ha tenido parones de esos que pueden llevar a pensar que no la van a volver a llamar?
Justo antes de la pandemia tuve uno de año y medio, y estuve todo ese tiempo sin rodar. Solo promocionaba lo que había hecho anteriormente. Es cierto que cuando eso ocurre te entra la inseguridad, yo acaba de ser madre y pensaba que a lo mejor ya no me querían. Se juntaron muchas cosas y la verdad, siempre está ahí ese cúmulo de inseguridades.
¿Cuál es ahora su relación con el País Vasco? Porque en el pasado venía mucho...
Y todavía sigo yendo para ver a mi amama, porque mi aitite ya falleció. Aún está ella, y también tengo a mis tíos. Mi relación con el País Vasco es intensa, porque es donde he pasado mis veranos de infancia y de juventud. Siempre que tengo una oportunidad, sobre todo en verano, me voy para allá.
Se declaraba amante de la gastronomía vasca.
Y lo sigo siendo. Ay, los platos de mi amama. ¿A quién no le gusta cómo se come allí? Me gusta mucho subir, y por varios motivos. Por ejemplo, las playas son increíbles. El País Vasco lo tengo en el corazón, y por eso también llevo a mis hijos, para que conozcan esa parte de tierra de la que ellos igualmente vienen.
Aunque aún son pequeños, ¿ve a alguno de los tres como heredero de su pasión por la interpretación?
No lo sé, son niños y están jugando todo el rato, que es lo que tienen que hacer. Que jueguen y se lo pasen bien, luego ya veremos.
Cata, ya lo hemos citado antes, fue el personaje que le puso en el disparadero de la popularidad. ¿Qué recuerdos guarda de esa mujer que le dio tanta fama?
Catalina Marcos Ruiz. Creo que es de los pocos personajes de los que me acuerdo de nombre y apellidos, y fue muy especial para mí. Le tengo mucho cariño porque supuso en cierta forma el trampolín, el inicio de mi carrera, y fue también muy bonito el equipo que hicimos. Recuerdo como entrañables todos los momentos por los que transité con Catalina. Fueron tres temporadas y a lo largo de ellas el personaje cambiaba muchísimo.
¿Cree que las plataformas, que tan bien conoce, han aliviado el paro casi perenne del mundillo de la interpretación?
Ahora hay muchos más proyectos. Durante la pandemia se ha consumido mucho y ahora se están haciendo nuevas cosas para que haya contenido en las plataformas. Es una evolución y estoy contenta por trabajar en series que se enseñan en estas plataformas, porque de alguna manera eso te hace viajar y que te vean en otros países. Antes, si querías tener cierta repercusión tenías que coger las maletas e irte a lugares como Los Ángeles e intentar que desde ahí te saliera un proyecto más internacional. Ahora no es necesario hacer ese viaje y estar unos meses fuera para que te conozcan o vean tu trabajo en medio mundo.
Teatro es lo que menos ha hecho.
En comparación con cine y televisión, sí, he hecho mucho menos teatro.
Aunque en Mérida vimos en 2017 a una Amaia Salamanca muy diferente en el personaje de Electra. Y triunfó.
No sé si triunfé, pero fue un momento muy importante en mi carrera. Hacer teatro te pone en otra posición. Yo había hecho La marquesa de O, pero encontrarte en Mérida rodeada de tanta gente es impresionante, y más con un personaje tan importante como es Electra. Iba a decir que lo disfruté, pero en su momento no lo hice tanto; más bien lo sufrí bastante, pero el poso que se queda sí que es de disfrute.