Una vez cerrada la operación de compraventa de Talgo entre el fondo británico Trilantic y el consorcio vasco encabezado por Sidenor, que según el lehendakari culminará en unas tres semanas, los esfuerzos pasan por elaborar un plan industrial de urgencia que resuelva los problemas de capacidad de producción que enfrenta el fabricante de trenes. A Talgo le falta espacio para asumir la mayor reserva de trabajo de su historia, con 4.000 millones de euros en su cartera de pedidos.
Que se encuentra al límite de su capacidad de producción se ha evidenciado estos últimos meses con retrasos considerables en sus entregas: de dos años en el caso de los trenes Avril a Renfe –que se efectuó finalmente en abril del año pasado– y de un año al operador público ferroviario alemán, Deutsche Bahn –está previsto que el pedido se entregue este año–. De hecho, Talgo tiene que afrontar una multa de 116 millones de euros que le ha impuesto Renfe por los retrasos.
"Una vez cerrada la operación de compraventa, un nuevo consejo de administración se tendrá que poner a trabajar en el plan industrial. Esto es muy importante, porque (Talgo) tiene una carga de trabajo muy relevante", destacó este domingo el lehendakari, Imanol Pradales, en declaraciones a ETB. Los trabajadores de la planta alavesa de Rivabellosa, en la que trabajan 700 personas, esperan que el acuerdo alcanzado entre Sidenor y Trilantic se transforme ahora en una ampliación de plantilla y también de instalaciones. Para los empleados, aumentar la capacidad productiva es indispensable para que la compañía pueda competir por nuevos contratos y seguir creciendo. De ello, aseguran, depende el futuro de Talgo y de los puestos de trabajo.
La fábrica de Rivabellosa cuenta además con 400 proveedores locales, que suman en total 5.000 empleos. La plantilla ha vivido estos meses sumida en la incertidumbre. El viernes, Kepa Alcaine, representante de CCOO en el comité de empresa de la planta de Rivabellosa, reconocía que el principio de acuerdo alcanzado "aportará tranquilidad". Y, sobre todo, el hecho de que el grupo inversor sea vasco. "No es lo mismo que te compre una empresa húngara, con la posibilidad de que copie la tecnología y se la lleve a otro sitio, a que te compre una empresa vasca y que cuenta con el apoyo de los gobiernos vasco y central", añadió.
Es por ello que una vez conseguido el arraigo, ese futuro pasa por activar un plan industrial. "Una vez que la empresa pase a manos vascas y definitivamente esté el nuevo consejo de administración trabajando, es el momento de hacer un gran plan industrial para que Talgo siga desarrollándose y tenga un impacto económico industrial y de empleo en Euskadi todavía más grande", señaló Pradales. El lehendakari confió en que ese momento llegará en unas tres semanas. "Talgo es una empresa cotizada y, por lo tanto, está sujeta a los requerimientos de la CNMV", explicó.
Segunda fase
Empezará entonces una segunda fase no menos complicada. El Gobierno vasco se ha mostrado dispuesto a alcanzar alianzas una vez que tome las riendas del fabricante de trenes. Y, al mismo tiempo que presionaba por la oferta vasca, el Ejecutivo español pedía a la polaca Pesa y a la india Jupiter Wagons paciencia ante la posibilidad de futuros acuerdos comerciales o incluso una posible integración posterior. Preguntado por ello, el consejero de Industria, Mikel Jauregi, reconoció el pasado martes que estarían dispuestos a aliazas "estratégicas" para reforzar Talgo.
Como ya se ha comentado, en esta etapa podrían tener cabida tanto Pesa, la empresa estatal ferroviaria polaca, como Jupiter Wagons, fabricante privado indio de vagones de mercancías y de pasajeros, que decían tener fábricas disponibles para solucionar la crisis de Talgo a corto plazo, sin embargo, habrá que ver si están dispuestas a una alianza de este tipo después de que el Gobierno español frustrara sus planes para adquirir la compañía. Ambas empresas, que tenían intención de presentar una opa para hacerse con el control de Talgo, abandonaron en el último momento la carrera ante el temor de que el Gobierno español vetara su oferta, como ya hizo hace unos meses con la del grupo húngaro Ganz-MaVag.
En esta segunda fase también se abordará el posible traslado de la sede de Talgo a Euskadi, de donde se fue en los años 70 por amenazas de ETA y se instaló en Madrid. Este es un deseo del Gobierno vasco, tal y como reconoció el viernes Jauregi, aunque añadió que eso es algo que tendrían que aceptar los accionistas que quedan en Talgo. Un paso que, en cambio, daba por hecho el diputado general de Araba, Ramiro González. "Talgo es una empresa con corazón y alma alaveses y el retorno del centro de decisión a nuestro territorio supone recuperar una de nuestras señas de identidad industriales", manifestó.
Sidenor, el Gobierno vasco y la fundación BBK harán un primer pago de 45 millones cada uno una vez se concrete la operación, mientras que Vital aportará otros 20 millones.