Se están cargando el fútbol. Bien cargado además. Y esto supone un problema lo suficientemente grande e importante como para evitar reducirlo a guerras de guerrillas. Estando tanto en juego, lo menos recomendable ahora es empezar a recordar el historial de Munuera Montero con la Real, meter otras jugadas posteriores en el saco de la roja a Aritz y sacar a colación posibles penaltis no señalados en la jornada previa contra el Betis. Si obramos así, los espectadores de nuestro enfado pensarán que la crítica responde únicamente a una cuestión de frustración, y no se alinearán con nosotros. A mi parecer, es mucho más recomendable otorgar al asunto un enfoque general, alejado de colores y de banderas, para intentar avanzar todos juntos hacia un juego más justo, ese objetivo que pretendían alcanzar con la implantación del VAR y del que, paradójicamente, la diabólica tecnología nos está alejando. Ya vale.
A favor y en contra
Digámoslo bien alto. Digámoslo siempre, cuando nos perjudican y también cuando nos benefician. El 7 de mayo de 2021, aún en plena resaca posterior al título copero de La Cartuja, la Real recibió en Anoeta al Elche, inmersa en la batalla por renovar el pasaporte europeo. Ganaron los txuri-urdin. Y lo hicieron tras jugar contra diez más de 80 minutos, beneficiándose de un lance al que el plantillazo de Aritz me hizo anteayer retroceder de inmediato. El visitante Raúl Guti tenía el balón. Pero, a la hora de intentar recortar a Gorosabel, sus tacos impactaron de lleno en el empeine del lateral realista. Terminó expulsado, pinganillo y consulta mediante, por un Cordero Vega cuya decisión resultó coherente con el reglamento, aunque desproporcionada a todas luces. El mono con pistolas que significa el VAR disparó entonces a nuestro adversario. El domingo, mientras, tocó sufrirlo en carne propia. Es una vergüenza, una vergüenza que no conviene encarar desde el victimismo y bajo un prisma individualista. Es una vergüenza global.
Imágenes
La crudeza de mi mensaje debe ser atribuida a una realidad palpable: el fútbol es un deporte dinámico y de contacto que no puede juzgarse a cámara lenta ni con fotogramas. Frenar las imágenes e incluso congelarlas desvirtúa mucho más de lo que ayuda. Y nuestro Aritz, igual que Raúl Guti hace año y medio, lo ha padecido en primera persona. Si uno observa en bucle la secuencia de su pie impactando en el tobillo de Lino, tal y como les ponen las jugadas a los árbitros en la pantallita, la entrada no es de expulsión. Es directamente de cárcel. Sin embargo, quien ha jugado a esto alguna vez en su vida identifica perfectamente la acción de marras como un lance normal, saldado con falta involuntaria. Hace unas fechas, cuando le preguntaron a Ancelotti si temía que sus internacionales pisaran el freno pensando en el Mundial, el técnico madridista respondió tajante: “Quien no quiera lesionarse, que se quede en casa”. Pues eso. Este deporte se practica con los pies, con botas de tacos y con un balón que suele rodar a ras de césped. A partir de todo ello, suceden cosas inevitables. Sancionemos intencionalidades y no capturas de pantalla.
La tendencia
Lo peor de todo es que la cosa no parece tener marcha atrás. El VAR ha llegado para quedarse, eso lo saben los chinos. Y se antoja demasiado iluso confiar en que su intervencionismo descienda a futuro, cuando la tendencia natural del aparatito apuntaría precisamente a todo lo contrario, a juzgar más y más tipos de jugadas. No deja de resultar curioso. El juego se dirige claramente a un contexto general de ritmos altos, presiones agresivas, transiciones verticales y partidos disputados a campo abierto. Mientras, ese espectáculo cada vez más dinámico es juzgado a través de repeticiones en slow motion, lo cual resulta en lo que está resultando: una centésima son segundos, un futbolista que llega tarde es un futbolista que agrede, y una falta ordinaria es expulsión. No hace falta que el Comité Técnico de turno nos aclare nada. Sabemos que el librillo arbitral dictamina tarjeta roja cuando sucede lo que a Aritz. Y eso es precisamente lo que más escuece, que una injusticia sea vea amparada por el sistema. Cámbienlo. Cambien algo. Por favor.
Empate
Al fin y al cabo, con el VAR debería tratarse de lo mismo que con el propio fútbol y con el propio juego, de ir adaptándose a las circunstancias para mejorar. Y si no que se lo digan a Imanol… Su Real ha sido un perfecto ejemplo de evolución durante los últimos años. Y lo fue también el domingo durante 90 minutos. Hubo tiempo de inicio para pasar por encima del Valencia, y para ir mutando después hasta encontrar la fórmula ideal en defensa, sin renunciar nunca a posibles contragolpes. A lo largo del camino, al míster le tocó jugar con el ensayo-error, por ejemplo a la hora de tapar la banda derecha a través de Sorloth o Carlos Fernández. Y así terminó ajustando al equipo, igual que tendrían que ajustarse algunas otras cosas en el mundillo. La innegable popularidad de este deporte ha respondido siempre, entre otras muchas cosas, a la sencillez de su reglamento. Desde que las cámaras y las circulares introdujeron letra pequeña en la normativa, mientras, vamos de mal en peor. Qué pena todo.