Con motivo del Día Mundial de Lucha contra la Depresiones, celebrado el pasado 13 de enero, Aitziber Altuzarra, psicóloga en el centro médico IMQ Abendaño, de Vitoria-Gasteiz, ha realizado un amplio análisis sobre cuál es la línea que separa la tristeza de la depresión. Cita como principal diferencia entre ambas, la intensidad, la duración y, sobre todo, el motivo.
Según explica la experta, la tristeza es una de las emociones más habituales en el ser humano. «Es una respuesta natural ante situaciones concretas negativas (como una pérdida importante, unas expectativas incumplidas o una enfermedad física) en la que el dolor se manifiesta de diversas formas; desde el llanto hasta la falta de motivación o de energía, de apetito, de actividad, etc. Todos la experimentamos en alguna ocasión, como la alegría, el miedo o la ira, entre otras”.
Ahora bien, puntualiza, “si la tristeza se prolonga en el tiempo de forma excesiva, impide a la persona seguir adelante con su vida y genera un malestar muy intenso, se considera que puede estar convirtiéndose en depresión”.
Dada esta cercanía, conocer y entender las diferencias entre tristeza y depresión resulta vital para poder dar con el tratamiento adecuado a cada caso, argumenta la especialista.
En cuanto a la depresión, los criterios diagnósticos de depresión mayor en la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), requieren la presencia de un estado de ánimo depresivo la mayor parte del día y la disminución o ausencia de interés o placer en casi todas las actividades (anhedonia) durante un período de al menos dos semanas.
Además de eso, han de estar presentes cinco o más de los siguientes síntomas adicionales: alteración del peso o de los hábitos alimentarios, alteración del sueño, agitación o lentitud psicomotora, dificultad para pensar o concentrarse, sensación pertinaz de fatiga, sentimientos frecuentes de culpa o inutilidad y pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida.
Emoción y trastorno
De sus respectivas definiciones se puede constatar que «mientras que la tristeza es una función adaptativa y funcional, un estado de ánimo relativamente habitual y pasajero o una reacción ante un acontecimiento puntual, la depresión es un trastorno del estado de ánimo psicológico que incluye la tristeza como una de sus muchas facetas, junto a la apatía, la angustia, la desesperanza, la ansiedad, anhedonia…, en ocasiones sin ninguna causa aparente. Así, las personas que sufren un cuadro depresivo, se encuentran en una situación crónica de malestar», añade la especialista.
Por otro lado, gracias a las distintas técnicas de neuroimagen se ha podido observar que la depresión produce cambios neuronales. «Las personas con depresión presentan un nivel de activación neuronal inferior al de las personas sanas en varias zonas del cerebro. Los niveles de serotonina, norepinefrina y dopamina también son menores, lo que influye directamente en el desarrollo de distintos procesos mentales.
Por otro lado, las dinámicas de activación cerebral de las personas tristes no experimentan cambios tan radicales ni persistentes en el tiempo», detalla la psicóloga del centro médico alavés IMQ Abendaño.
Una tristeza prolongada puede derivar en depresión
Para Aitziber Altuzarra, “la tristeza tenemos que experimentarla para que nos ayude a afrontar situaciones negativas en el presente y en el futuro y tener recursos para gestionar esas emociones negativas.
Bajo este enfoque, añade que, “en determinadas ocasiones, esa emoción de tristeza se agudiza, se intensifica y se prolonga en el tiempo. En ese momento la tristeza puede derivar en una depresión. Esto se da cuando la persona no sólo se siente entristecida, sino que además se ve afectada a la hora de desarrollarse en sus rutinas diarias con normalidad”.
La psicoterapia ofrece seguridad, confianza, comprensión y apoyo emocional. Se intenta modificar la conducta y los pensamientos consiguiendo la participación activa del paciente y su mejora