Al común de los mortales no le entra en la cabeza que un sumario que se lleva instruyendo durante años se pueda ir al garate por una pifia del juez. Pero ocurre más veces de las deseables, provocando que delincuentes peligrosos se vayan de rositas.
Esta vez, sin embargo, estamos ante el caso inverso. Ha funcionado el karma y, por su mala cabeza –no comunicó en plazo la prórroga de las diligencias–, el juez Manuel García-Castellón ha arruinado su obcecado intento de imputar por terrorismo a los presuntos responsables de la plataforma Tsunami Democràtic.
El gozo del pertinaz y chapucero juez se fue al pozo en cuestión de horas. Una vez que la Audiencia Nacional anuló las investigaciones desde julio de 2021, no le quedó otra que archivar todo el caso. De propina, tuvo que interrumpir sus vacaciones.
Últimos coletazos
El batacazo se redondeó cuando, ayer, el Tribunal Supremo tuvo que archivar por pura lógica la parte de la causa que afectaba a la presa más jugosa, es decir, al president expatriado Carles Puigdemont.
El ultramonte diestro está que trina con el magistrado manazas, quien, por cierto, se jubila después de este bochorno. “No va a poder ir a ninguna terraza”, despotricó Federico Jiménez Losantos con un cabreo del quince.
Raudo y veloz acudió en ayuda de García-Castellón el otro mosquetero judicial, el instructor de la llamada trama rusa del procés (o caso Voloh), el juez Joaquín Aguirre. A la desesperada, y pese a que la Audiencia de Barcelona le había ordenado cerrar sus diligencias, se ha negado a aplicar la amnistía a Puigdemont y ha elevado la causa al Tribunal Supremo, manteniendo la acusación por un delito de alta traición.
Pero todo hace indicar que son los últimos coletazos de la resistencia con puñetas a cumplir con lo dispuesto en la ley que mañana cumplirá un mes en vigor.
La vuelta a Barcelona de la secretaria general de ERC, Marta Rovira, el próximo sábado será todo un símbolo que, salvo empecinamiento judicial patológico, marcará los regresos de quienes tuvieron que poner tierra de por medio. El cénit llegará con Puigdemont entrando al Parlament sin miedo.