"Nací tres días después que Keith Richards, el de los Rolling”, solía decir Txomin Perurena, una de las más grandes estrellas del ciclismo vasco que se apagó el 8 de junio a los 79 años. Con él se fue un ciclista enorme, el hombre que amasó un palmarés de 158 victorias, con su providencial arrancada.
Aquella chispa, esa capacidad de esprintar, sobre todo si la carretera picaba, llevó a Perurena, un todotereno, a conquistar el maillot de la montaña del Tour. Perurena se quedó con la montaña de la Grande Boucle saqueando los puertos más livianos de la carrera, que, sin embargo, sumaban puntos para el granero con el que construyó su montaña.
En el Tour de 1974 fue capaz de hacerse con el premio de la montaña sin responder al arquetipo de escalador. Ese éxito obligó al Tour a redefinir el reparto de puntos para conceder el maillot que distingue al mejor escalador de la carrera. En un Conexión vintage de Teledeporte, Perurena explicaba que “en aquel año, la firma Campagnolo sacó la edición titanio. Para tener acceso a ella, debía pelear por el reinado de la montaña del Tour. Empecé a pelear por todos los puertos, a acumular ventaja y pude lograrlo”.
El logro “obligó al Tour a cambiar el reglamento de puntuación, restando puntos a los puertos de menor entidad, pasando puertos de segunda a ser primera, surgieron los puertos ‘fuera de categoría’ que eran los más importantes... Todo para favorecer que ganara un escalador”.
A Perurena, ganador impenitente, se le escurrieron los Tours sin poder levantar los brazos, un acto reflejo para él. Por eso, cuando al oiartzuarra se le recordaban aquel logro, el de la victoria en la montaña del Tour, respondía. “¡Oye! Y también gané alguna cosita más, ¿no?”. Llevaba razón Perurena, que se embolsó doce etapas de la Vuelta, once en la Itzulia y dos en el Giro, muescas de un palmarés inmenso. Con todo, Perurena lamentó no haber ganado una etapa en el Tour, una anomalía para un animal competitivo.
En sus cinco participaciones en la Grande Boucle, Perurena dejó aquel episodio solidario y mosquetero que sirvió de catalizador para expresar la dureza, la grandeza y el sacrificio que implica el Tour. Una muestra de la lealtad inquebrantable. Perurena, miembro del Fagor, empujando a Luis Ocaña herido en el ascenso al Ballon de Alsacie. Ocaña, que se había caído al comienzo de la etapa, lo sujetaban sus compañeros. “No podía dar una pedalada más y llegó a meta con las manos agarrotadas de sujetar el manillar y medio inconsciente”, solía contar Perurena de aquella conmovedora imagen.