Ha pasado casi una década desde que Txuma Murugarren llevó a los escenarios el lírico y tortuoso disco Nocturama de Nick Cave, pero el sueño se ha cumplido este verano con la edición de Gautegia (Gaztelupeko Hotsak), en el que ha traducido sus canciones al euskera y las interpreta con sus Bad Seeds particulares, con el pianista Rafa Aceves como lugarteniente principal. “Las letras del australiano son oscuras y con un punto de decadente elegancia. Ofrece figuras muy potentes”, explica el músico vizcaino.
El euskaldun Txuma Murugarren, músico inquieto en lo estilístico, poético en sus letras y de característica voz rota, llevaba alejado del mercado discográfico desde 2016. Él se autocalifica como “clase media musical” vasca, esa a la que se ven abocados quienes afrontan su arte como una afición mientras comen de otros trabajos más estables. Autor también del libro Larrialdietako irteera, Murugarren es un espíritu inquieto, un músico que gusta de arropar sus personales canciones con arreglos de cunas dispares, desde el pop-rock de su grupo de los 90, Sasoi Ilunak, a su etapa en solitario, que fluctúa entre lo electro-acústico, los guiños electrónicos y hasta el cabaret y los ritmos gitanos en Marjinaldia.
Auténtico francotirador, el vizcaino, que se ha codeado con Rafa Rueda, Petti y Angel Unzu, aumenta ahora sus tributos anteriores a Lauxeta, Lou Reed y Serge Gaingsbourg con Gautegia, una rendición artística al mundo oscuro y literario de Cave, que está a punto de cumplir una década, ya que la primera vez que llevó el álbum a un escenario fue en el marco del ciclo Izar & Star, impulsado por Javier Jerry Corral. Eso sí, su enamoramiento proviene del siglo pasado. “Lo conocí en los 90. Me llamó la atención el título de su disco My funeral your trial, y me lo compré. Desde entonces lo he seguido, más o menos, porque no soy muy metódico. Los músicos que me gustan aparecen y desaparecen por temporadas”, aclara.
“Destaco la parte lírica de Cave y la forma un tanto tortuosa de su trabajo”, prosigue el músico vizcaino, que eligió trasladar al euskera Nocturama, el álbum de Cave que marcó el tránsito de la visceralidad y violencia eléctrica y textual juvenil del australiano a una madurez adulta y más plácida en lo formal, más lírica, introspectiva y, diríamos, que emotiva incluso. “Elegí este disco porque sus melodías son muy reconocibles, y era posible hacerlo solo con piano y guitarra”, recuerda Txuma. “A la vez, fue una satisfacción ver cómo sus canciones iban tomando otra forma entre mis manos. Es una forma interesante de escuchar los discos y los artistas que te gustan desde un punto de vista diferente. Es enriquecedor e inspirador”, apostilla.
En euskera Murugarren, que siempre tuvo claro que “mi aportación debería ser trasladar sus canciones al euskera”, se ha rodeado de viejos compañeros de andanzas y formado una especie de particulares Bad Seeds (el grupo de Cave) con la aportación en Gautegia de Miguel Ramírez (guitarra y bajo), Oriol Flores (batería), Ángel Unzu (guitarras) y Rafa Aceves (piano). Este último estuvo ya en el ciclo Izar & Star. “Empezamos el trabajo por separado, pero es un músico absolutamente polivalente, de formación tanto rock como pop o jazz”, asegura Txuma.
Gautegia es un disco más variado estilísticamente que Nocturama, con Txuma cumpliendo con su particular timbre vocal. Un álbum parido desde el respeto y que le da más espacio a la electricidad y a las guitarras que el de Cave, donde estas solo aparecen en momentos puntuales, caso de Bring It On, que Txuma embellece con unos coros tremendos; Dead Man in my Bed, la única que no incluye el disco, y la excelsa Babe, I’m on Fire, cuya duración el vizcaino reduce de sus 15 minutos a 7.
Exceptuando Sutan nago, cuya atmósfera eléctrica, sexual y peligrosa es imposible recrear como Cave, que la canta desde los testículos, Txuma cumple con nota en los pasajes más introspectivos, caso de Bizitza zoragarria, reverencial aunque al piano original le sume guitarras; Berak nahi zaitu, ese tema de amor incondicional en el que se mantiene la preciosa melodía original; y Oraindik maiteminez, que incorpora un emotivo piano de Aceves en la introducción y una letra recitada que se rompe en el verso: “Creerás que estoy loco, pero sigo enamorado de ti”.
Gautegia incluye también los aires rock de Arroka gotorra, un Zeuri eskuetatik de aire elegante de estándar de jazz, coros del Audience Gaizka Insunza –en el papel de Mick Harvey– y la guitarra de Unzu haciendo diabluras o un Bada herri bat de atmósfera malsana y tensa en su traslación de amor/odio a nuestra ciudad natal, que conduce al deseo irrefrenable juvenil de abandonarla y, ya maduros, a la otoñal necesidad del regreso. “Parece que Dios solo vive en nuestros sueños”, canta en ella Txuma, que sale muy vivo del difícil embate artístico. l