A pesar de la falta de agua, los embalses que abastecen de agua a Vitoria y buena parte de Araba continúan con niveles de reserva muy altos. Así, los pantanos de Ullibarri y Urrunaga se encuentran al 72,6% de su capacidad de llenado, acumulando 183 hm3 de agua, lo que supone 8 hm3 por encima de lo que tenían hace un año, pero 4 hm3 menos que la media de la última década, según datos del ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
De manera independiente, el pantano alavés de Ullibarri (el de mayor capacidad de Euskadi con 146 hm3) recoge 107 hectómetros cúbicos, por lo que se encuentra al 73,3% de su capacidad total. Por su parte, las reservas del embalse de Urrunaga (el segundo en dimensión con 72 hm3 de capacidad) ascienden a 50 hectómetros cúbicos, lo que representa el 69,4% de su capacidad.
Una envidiable situación que hace que, por un lado, de momento las instituciones no se planteen el inicio de restricciones de suministro de manera generalizada, y que resulta una excepción en comparación con el volumen de agua almacenada en otros puntos de la cuenca hidrográfica del Ebro. Así, según la Confederación Hidrográfica del Ebro, el agua embalsada se sitúa de media en el 45,7 % de su capacidad, con 3.616 hectómetros cúbicos de los 7.917 que pueden albergar en su totalidad.
Sequía
Una realidad que contrasta con la registrada el año pasado cuando la situación de agua embalsada era de 4.612 hm, correspondientes al 58,3 % de la capacidad total, mientras que el promedio de los últimos cinco años (2017-2021) se sitúa en el 61,4 % con 4.864 hectómetros cúbicos. Según explica la CHE, la cuenca no supera la reserva promedio de los últimos cinco años y se encuentra también por debajo de la cifra de 2021 y de la del mínimo, que se produjo en el año 2017 con 4.287 hm y el 54 % de la capacidad total.
En la margen derecha los pantanos están al 59 % de su capacidad con 375 hectómetros cúbicos, la misma que en 2021, que fue de 372 hectómetros cúbicos y el 59 %, y por encima tanto del promedio de los últimos cinco años, que es de 324 hm y el 51 %, como del mínimo de los últimos cinco años, que se registró en 2017, con 190 hm y el 30 % de la capacidad total de almacenamiento.
‘Turismo de sequía’
Y así, como si fueran fantasmas, los restos de iglesias, puentes y hasta pueblos enteros resurgen de los embalses cuando el calor aprieta, la lluvia no llega y el consumo de agua se mantiene o incluso se incrementa, atrayendo irremediablemente a curiosos que en ocasiones alteran la tranquilidad de estos espacios naturales. Es lo que se denomina ‘turismo de sequía’, del que se ha quejado el alcalde de Vilanova de Sau (Barcelona), Joan Riera, que ha optado por restringir el acceso al pantano de Sau, colapsado por la gran afluencia de turistas que quieren entrar en la iglesia de Sant Romà, sumergida en 1962 y que ahora ha quedado completamente al descubierto por la sequía.
“No tenemos que celebrar esta afluencia de turistas porque es consecuencia de un desastre natural que está afectando mucho a nuestra zona”, ha dicho, en declaraciones a Efe, Riera, quien lamenta que esta afluencia haya provocado, en algunos casos, “actitudes incívicas” y “haya dificultado el acceso de los vecinos al pueblo”, retenidos en la carretera más de una hora.
“Es bueno que haya turismo y que disfruten del pueblo y del valle, pero es cierto que tanto turismo también nos perjudica”, aduce el alcalde, quien asegura que estas últimas semanas se han acumulado más residuos que el resto del año, lo que “genera un gran gasto para el Ayuntamiento”.
Lo que Riera llama el ‘efecto Instagram’ se produce en torno a otros restos puestos al descubierto por el fuerte descenso del nivel del agua, como ocurre en numerosos municipios de Galicia donde han resurgido aldeas, castros o petroglifos que a diario reciben la visita de muchos curiosos sin mayores problemas aparentes.
En la localidad ourensana de Bande, de apenas 1.500 habitantes, disfrutan de numerosos tesoros, el más espectacular seguramente el campamento militar romano de Aquis Querquennis, también conocido como ‘A Cidá’. A menos de treinta kilómetros de distancia de Bande, ya en el límite con Portugal, otro de los tesoros es el pueblo de Aceredo, en el embalse de Lindoso, desaparecido en el año 1992. – Efe