Alex Txikon (12-XII-1981, Lemoa) es un hombre de riesgo, de eso no hay ninguna duda. Pasar dos o tres meses rodeado de nieve, aguantando unas temperaturas extremas y cobijado buena parte del tiempo en una diminuta tienda de campaña no se ajusta a los estándares de comodidad del común de los mortales. Pero alpinistas como el vizcaino son de otra pasta. Txikon ha firmado en el Manaslu una gesta inédita, como la que protagonizó en el Nanga Parbat en 2016, cuando formó parte de la primera expedición que logró la cima en época invernal. Desde entonces, el montañero más mediático de Euskadi había buscado sin éxito en invierno el Everest, en tres ocasiones (2017, 2018 y 2020), el K2 (2019) y el Manaslu (2021 y 2022), porque ya lo coronó en 2008. El lemoarra ha alcanzado el techo de once de los catorce ochomiles.
Txikon, que continúa siendo el alpinista vasco que ascendió un ochomil con menor edad –holló el Broad Peak con tan solo 21 años–, siempre ha disfrutado con las emociones fuertes. Prueba de ello es su experiencia en el salto base (logró en 2013 el récord de España de la modalidad al lanzarse al vacío desde el Pico Veleta, en Granada, a 3.200 metros de altitud). Aunque en una reciente entrevista que concedió a este periódico advirtió de que no va buscando “ni el riesgo ni la muerte”.
Capaz de desafiar en un duelo de herri kirolak a un consumado aizkolar o de protagonizar algún documental, el alpinista de Lemoa también destaca por su vertiente solidaria. De hecho, la expedición que ha triunfado en el Manaslu ha colaborado con SOS Himalaya y con Udana Nepal, entidades vascas que operan en el país asiático. Además, el grupo ha contado con placas solares cedidas por la Fundación EKI para aprovechar la energía solar y renunciar a generadores de electricidad que poseen mayor impacto medioambiental. Estas placas serán posteriormente donadas a un centro escolar la zona.